VIDA

The Future Is Ours: Netflix apuesta fuerte por una revolución Philip K. Dick en español

El desierto a las afueras de Montevideo brilla con un tono cobrizo. Un dron zumba sobre las dunas, captando una caravana de camiones solares maltrechos que avanzan entre la arena. No es el Los Ángeles de Blade Runner ni el Washington de Minority Report: es América Latina, año 2047, reinventada en español.

The Future is Ours, la nueva serie de ocho episodios de Netflix basada en The World Jones Made, es el paso más audaz del gigante del streaming dentro de la ciencia ficción en español.
También es una declaración: el futuro ya no pertenece exclusivamente a los soñadores que hablan inglés.

De El Eternauta a Philip K. Dick: un punto de inflexión en español

Cuando El Eternauta se convirtió el año pasado en un éxito mundial inesperado, demostró que la ciencia ficción en español podía cautivar audiencias mucho más allá del Cono Sur. Netflix no esperó para comprobar si aquel fenómeno era casual. Su siguiente apuesta es más ambiciosa: reimaginar a Philip K. Dick a través del lente latinoamericano.

El elenco parece un mapa del continente: Enzo Vogrincic (Uruguay), Emiliano Zurita (México), Delfina Chaves y Marco Antonio Caponi (Argentina), Marleyda Soto (Colombia); cada uno encarna un acento distinto de un mismo idioma y una misma crisis compartida.

“Hemos abordado la obra de Philip K. Dick con gran respeto y admiración, encontrando temas profundamente relevantes hoy en día”, dijo Francisco Ramos, vicepresidente de Contenidos de Netflix Latinoamérica, en entrevista con Forbes. Definió la producción como “la de mayor ambición en América Latina” y describió a la región como “una fuerza de resistencia en el nuevo orden”.

Esa frase —fuerza de resistencia— no parece casual. Transforma a América Latina de escenario a protagonista: una región que deja de traducir los mitos ajenos del futuro para escribir los suyos propios.


Por qué la ecología reemplaza a las bombas: una apuesta coherente

La novela de Dick, publicada en 1956, imaginaba un mundo marcado por el fuego nuclear. La serie cambia esas explosiones por algo más lento, íntimo y aterradoramente familiar: el colapso climático.

En The Future is Ours, una federación de naciones sudamericanas llamada FedSur gobierna mediante decretos ambientales tan estrictos que rozan la tiranía. La comida se raciona, la tecnología se limita y la supervivencia se siente como un castigo.

En ese mundo aparece Jonás Flores (Zurita), un prisionero que puede ver el futuro. Su captor, Hugo Crussí (Vogrincic), se convierte en su carcelero y discípulo a la vez, mientras las profecías de Jonás encienden a un continente desesperado por milagros.
La historia refleja las obsesiones clásicas de Dick —la fe, el poder, el libre albedrío—, pero las refracta a través de la realidad latinoamericana: el agotamiento moral de sociedades que oscilan entre la explotación y la preservación.

“El cambio climático no es un tema importado; es una herida local”, explicó Ramos a Forbes. Desde las sequías chilenas hasta la deforestación amazónica, el apocalipsis aquí se siente más documental que fantástico.
Incluso Isa Dick Hackett, hija del autor y productora ejecutiva, respaldó el cambio: “Ambientarla en América Latina, con su rica cultura y su talento increíble, hace que esta adaptación sea inventiva y audaz, preservando la esencia de mi padre”, afirmó.

El riesgo, por supuesto, es el cansancio distópico. Pero la premisa —un profeta que convierte la desesperanza ecológica en poder mesiánico— no podría ser más actual. En una región donde los tecnócratas prometen salvación y los populistas manipulan la fe, El futuro nos pertenece podría ser el primer thriller de ciencia ficción que se siente como el noticiero de la noche.

Unsplash/Gordon Cowie

Músculo industrial detrás del mito

Lo que distingue a este proyecto de anteriores incursiones del género en Latinoamérica no es solo su escala, sino su infraestructura.
El showrunner Mateo Gil (Los favoritos de Midas) dirige un equipo que abarca todo el continente: los brasileños Vicente Amorim y Daniel Rezende, el argentino Jesús Braceras; cada uno aporta su propio dialecto visual. Las cuadrillas son regionales, no importadas.

Detrás de cámara trabajan nombres con credenciales globales: los directores de fotografía Adrián Teijido y Luis Sansans (Narcos: México), el diseñador de producción Carlos Y. Jacques, el director de arte Julián Romera, y una sala de guionistas que conecta a México, Uruguay, Colombia y Argentina.
“El objetivo era hacer una serie en español que no tuviera que explicarse en inglés”, comentó a Forbes uno de los productores. “Queríamos demostrar que podemos hacer ciencia ficción de clase mundial sin cambiar de idioma.”

La ambición tiene fundamento por el peso de quienes la respaldan. K&S Films (Argentina), recién salida del éxito de El Eternauta, une fuerzas con Electric Shepherd Productions, la compañía del patrimonio de Philip K. Dick, dirigida por Hackett.
La alianza combina ejecución local con administración internacional de propiedad intelectual, garantizando autenticidad en ambos frentes: la voz latinoamericana y el ADN de Dick.

El impacto industrial es significativo. Cada plano filmado en Uruguay o Argentina forma a una nueva generación de artistas de efectos visuales, técnicos de iluminación y diseñadores de sonido que dominan la gramática del género de gran presupuesto. El Eternauta demostró que América Latina podía hacer espectáculo; El futuro nos pertenece quiere hacerlo sostenible.


Expectativas, riesgos y el camino hacia un canon de ciencia ficción en español

Adaptar a Dick nunca ha sido sencillo. Muchos filmes persiguen el brillo de neón y olvidan la alucinación que lo sostiene: la angustia de saber y no saber, de ver la verdad mutar bajo presión.
El reto de The Future is Ours será evitar dos trampas que devoran a la mayoría de las producciones “globales” de ciencia ficción.

Primera, la trampa de la falta de lugar. FedSur no puede parecer una distopía genérica con subtítulos en español. Su arquitectura, su burocracia, su propaganda deben enraizarse en las contradicciones de la región: la improvisación institucional, la rebelión ambiental, la fe como consuelo y como desafío. Los espectadores deben reconocer el calor, el caos y la belleza de un continente que ya vive los dilemas del futuro.

Segunda, la trampa del profeta. Jonás no puede ser solo un generador de enigmas: su carisma debe revelar por qué las sociedades desesperadas anhelan certezas. “¿Qué ocurre cuando la creencia se convierte en adicción?”, planteó Gil en una entrevista citada por Forbes. “Esa es la pregunta que queremos grabar en cada episodio.”
Si la serie logra capturar esa tensión, podría trascender la categoría de adaptación y convertirse en algo más raro: un ensayo sobre la libertad y el destino, contado en el idioma de las Américas.

La economía del streaming vuelve esa ambición riesgosa. Los presupuestos se reducen, y los proyectos en español aún luchan por alcanzar la paridad con las producciones en inglés. Pero Netflix ve una oportunidad estratégica en el género: las audiencias globales comprenden la profecía y el apocalipsis tan fácilmente como a los superhéroes.
Si El futuro nos pertenece triunfa, podría consolidar una nueva ruta de ciencia ficción de alto concepto en español. Estas producciones ya no serían “contenido extranjero”, sino capítulos esenciales de una conversación global sobre el porvenir.

Ramos lo resumió así para Forbes: la serie busca “demostrar que este tipo de historias también pueden contarse desde nuestros países, en español y con una calidad excepcional.”
El listón está alto, pero también el apetito. El talento ya existe; el terreno —crisis climática, extremismo político, fe en declive— es brutalmente honesto.

Cuando rueden los créditos finales el próximo año, el éxito no se medirá solo en audiencia. Se medirá en si la serie logra convencer al mundo de que el idioma del mañana puede ser el español, que las cicatrices de América Latina pueden servir como materia prima de la ciencia ficción, y que sus soñadores, por fin, no necesitan permiso para imaginar el fin del mundo… o su renacimiento.

Lea también: ¡Wepa! Puertorriqueños en los cómics convierten las viñetas en poder y memoria

Botón volver arriba