México, Canadá y EE. UU.: ¿Pesa más la pasión por el deporte que la política?
En medio de la tensión política entre México, Canadá y EE. UU., los países tendrán que unirse para albergar la Copa Mundial de Fútbol de 2026
El clima político entre Canadá, México y EE. UU. no ha sido el más ameno en los últimos años. La intención de Donald Trump de construir un muro en la frontera sur y las tarifas impuestas por Washington a los socios del Tratado de Libre Comercio (TLC), han generado una clara división entre las partes. No obstante, suele decirse que el fútbol lo une todo y el mundial anunciado para 2026 podría fortalecer lo que con política no se ha logrado.
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México, EE. UU. y Canadá serán las sedes del primer Mundial de Fútbol de la historia en el que tres países serán los anfitriones. Aún faltan ocho años, y para la fecha el actual presidente de EE. UU. estará fuera del Despacho Oval, pero desde ya es paradójico que mientras el distanciamiento entre estas naciones alcanza puntos álgidos, un evento deportivo clame unidad.
Si bien fueron las federaciones de estos países las que se unieron para conseguir ser sede del Mundial en 2026, se debe contar con cada gobierno para coordinar la realización de este. Por esto, cuando se observan las diferencias actuales que enfrentan estas administraciones, la idea de una alianza parece difícil de visualizar.
Por una lado, se encuentra el discurso anti-inmigrante que Trump lleva promoviendo desde su candidatura y la propuesta de construir un muro en la frontera México-EE.UU. Sumado a esto, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que fue firmado en 1994 con el propósito de abrir las fronteras para el libre paso de productos y servicios entre los vinculados, se encuentra en la cuerda floja, ya que Trump ha acusado a México y a Canadá en su cuenta de Twitter de realizar prácticas económicas desleales que afectan a la población trabajadora estadounidense, y ha amenazado con reformarlo o eliminarlo por completo.
Cuando la pasión por el deporte pesa más que la política
Hechos históricos han demostrado que las diferencias políticas entre países pueden terminar o incrementarse, cuando eventos deportivos de relevancia global se llevan a cabo.
Los Juegos Olímpicos de Invierno 2018 en Corea del Sur es el caso más reciente que puede mencionarse. En este evento, Corea del Norte envió una delegación y dicho acto sirvió para mandar un mensaje de unidad y cambiar la dinámica de diálogo agresivo entre las partes.
Un caso contrario tuvo lugar en 1980, cuando los Juegos Olímpicos de Moscú fueron boicoteados por EE. UU. como forma de protesta por la invasión soviética en Afganistán. Lo mismo sucedió en las eliminatorias para el Mundial de Alemania de 1974, en donde el equipo de Rusia se negó a jugar contra Chile para pronunciarse en contra de las detenciones y torturas abanderadas por el naciente gobierno de Augusto Pinochet.
Donald Trump ha sido el principal responsable del acelerado enfriamiento de relaciones con sus homólogos Enrique Peña Nieto y Justin Trudeau. Sin embargo, aunque en 2026 estos mandatarios ya no estarán en el escenario político, al menos no como presidentes, todavía quedan tres años de Trump (o quizá siete). Esto es tiempo suficiente para continuar viendo cambios en el escenario diplomático.
Se espera que el mundial de 2026 deje beneficios por encima de los 11 millones de dólares, pero esta cantidad de dinero puede no ser repartida en partes iguales. Esto se debe a que de los 80 partidos que se contemplan realizar, 60 se realizarán en EE. UU., una razón más para encontrar diferencias en medio de la unión.
Latin American Post | Krishna Jaramillo
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