Las brujas en el siglo XXI: una historia de resistencia y lucha feminista
El 20 de octubre, un grupo de brujas se reunieron en Brooklyn para lanzar un maleficio al nuevo juez del Supremo, Brett Kavanaugh
El sábado 20 de octubre, aquelarres y colectivos de brujas lanzaron un maleficio contra Brett Kavanaugh, el nuevo juez del Tribunal Supremo de EE.UU. nominado por el presidente Donald Trump.
Read in english: Witches in the 21st century: A story of feminist resistance and struggle
Según The Independent, los dueños de la librería de ocultismo Catland en Brooklyn, punto de encuentro de las brujas, dijeron que el maleficio era un acto de resistencia y resiliencia tras la controversia generada por las denuncias de agresión sexual contra Kavanaugh. El hechizo se transmitió en vivo por Facebook e Instagram y también fue dirigido a todos los violadores, así como al sistema patriarcal que los alienta, recompensa y protege.
Brujería: entre la realidad y la ficción
Vestido negro, sombrero puntiagudo, piel verde, escoba en mano y risa de espanto es la imagen que nos viene a la mente al evocar la palabra bruja. La bruja es un mito que ha pasado a la historia como un ícono de maldad y terror en películas, literatura y leyendas. Una imagen que raya entre la realidad y la ficción.
Sin embargo, desde los años 70 el feminismo ha deconstruido este concepto muy propio de Halloween, denunciando la realidad oculta tras la imagen de la bruja: el genocidio de 9 millones de mujeres independientes y sabias asesinadas en Europa y Estados Unidos durante los siglos XVI y XVII. De acuerdo con Silvia Federici, autora del libro Calibán y la bruja, estas mujeres fueron perseguidas con el argumento de que eran brujas.
¿Quiénes eran las mujeres estigmatizadas como brujas?
Las llamadas brujas en la época medieval eran desde curanderas, guías espirituales, artesanas, mujeres con conocimiento sobre la natalidad y métodos abortivos, hasta mujeres independientes y liberadas sexualmente.
No obstante, para los gobiernos de la época o quienes ejercían el poder, brujas eran todas aquellas mujeres que a pesar de sostener comunidades campesinas desafiaban al orden patriarcal y a las semillas fértiles del ahora conocido capitalismo. Brujas eran aquellas mujeres dueñas de sus cuerpos. Así lo cuenta Anne Llewellyn Barstow, escritora del libro La caza de brujas en Europa.
La disminución de la densidad poblacional productiva resultado de la Peste Negra demandaba aumentar la productividad a través del aumento de la población, para regenerar el proceso de acumulación de capital. Esto significaba que la unión inquebrantable entre la Iglesia y el Estado debía tener el control absoluto de las tierras y de los cuerpos sexuados de las mujeres, a través de la moral.
El papel de la mujer se minimizaba a su función biológica de reproducción, demonizando así cualquier actividad sexual o no sexual que no tuviera como fin el aumento de la población. Esta es una situación que dio paso a la Caza de Brujas. Cuenta La caza de brujas en Europa que se intensificó el control del Estado sobre el cuerpo de la mujer, la maternidad y su rol social.
Las rebeldes eran perseguidas, torturadas, violentadas sexualmente y finalmente sentenciadas a muerte en juicios morales en los que su voz no tenía cabida.
Las líderes de las comunidades o líderes espirituales eran ejecutadas en plazas públicas como políticas de terror para intimidar a la población. Las víctimas idóneas de la cacería eran las mujeres viudas, solteras o ancianas, económicamente independientes, muchas veces con propiedades y que escapaban del yugo del patriarcado y la Iglesia católica.
La caza de brujas indudablemente fue un elemento imprescindible para instaurar el sistema capitalista moderno, anclado a la trata de esclavos y la conquista de América. Esto se debe a que estableció las relaciones sociales fundacionales de los Estados modernos, es decir, la relación entre mujeres y hombres, y entre las mujeres y Estado.
Desde entonces, la brujería fue relegada a la clandestinidad. Volviéndose al mismo tiempo arma de resistencia, herramienta de contracorriente y voz de la liberación femenina.
La brujería como rebelión política
La brujería paso a las líneas de la lucha política organizada en 1968, cuando una guerrilla feminista de izquierda radical autodenominada W.I.T.C.H. (Women Inspired to Tell their Collective History, por sus siglas en inglés) pasó a la acción usando los conjuros como armas. Estos resultaron ser más peligrosos que las bombas.
"Las brujas de W.I.T.C.H. realizaban boicots, manifiestos, ocupación de redacciones de periódicos, protestas delante de Wall Street, escritos y ruedas de prensa", señala El Diario de España. Para las integrantes de W.I.T.C.H. bastaba con repetir tres veces seguidas "soy bruja" para convertirse en una. Para ellas la brujería era una estrategia de subversión y no mera mitología, explica el mismo medio.
Según un comunicado escrito por Anita Hoffman, Nancy Kurshan y Sharon Krebs, miembros del colectivo, la historia oculta que "la liberación de las mujeres comenzó con brujas y gitanas, porque son las más antiguas guerrilleras y luchadoras de la resistencia, las primeras proaborto practicantes y distribuidoras de hierbas anticonceptivas".
Para ellas, la identidad como aquelarre, es decir, como grupo de brujas, era la identidad feminista. Por lo que incluso recurrieron a la iconografía estereotipada de las brujas de sombrero picudo y escoba de paja como uniforme que las presentara ante la sociedad como brujas. 50 años después, la brujería sigue siendo rebelión política y el caso de las brujas que se movilizaron contra Kavanaugh es un ejemplo de esto.
Las brujas van más allá de una imagen estereotipada que se usa en día de brujas para asustar a los niños. Las brujas caminan entre nosotros cada día. Sin embargo, palabras como "feminazis", "radicales" y "desadaptadas" se usan para seguir persiguiendo y cazando a las mujeres.
La cacería de brujas continúa porque la brujería es rebelión, la brujería es poder, la brujería es resistencia. La brujería hoy continúa haciendo temblar al sistema patriarcal.
LatinAmerican Post | Ana Gabriela Martínez del Angel
Copy edited by Diana Rojas Leal
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