Venezuela: ¿cómo han solucionado otros países sus crisis de inflación?
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En la historia ha habido múltiples casos de países con hiperinflación en su economía, tanto en latinoamerica como en otras partes, ¿cómo afrontaron este problema?
En el día a día de los ciudadanos latinoamericanos es común que los precios de los bienes y servicios aumenten, es una realidad. Año tras año los ciudadanos ven cómo sus productos favoritos cuestan un poco más, hay un corto reajuste en sus salarios y, en general, la vida se vuelve un poco más costosa. Este fenómeno, el de la inflación, es un proceso que podría considerarse “normal”, debido a las dinámicas propias del mercado internacional, donde las monedas fluctúan, los poderosos surgen o caen, mientras nuevas alternativas se consolidan cada día.
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Sin embargo, ha habido momentos históricos particulares en los que algunos países se encontraron enterrados en un agujero de deudas y crecimiento desmedido de los precios, lo que lleva a una devaluación de la moneda y a una pérdida progresiva de la confianza económica. En otras palabras, las cosas son cada vez más caras y el dinero cada vez compra menos.
La situación actual de Venezuela es angustiante en este aspecto. La inflación que lleva registrando los últimos años ha hecho que, sin sombra de duda, los expertos cataloguen la situación de Venezuela como una hiperinflación según los estándares propuestos por las Normas Internacionales de Información Financiera (IFRS, por sus siglas en inglés), es decir, una inflación de más del 100% en los últimos tres años.
Para el final del 2018, el Fondo Monetario Internacional proyectaba la inflación de Venezuela en 1.000.000%. En Enero de 2018, según las estadísticas ofrecidas por Trading Economics, la inflación alcanzó su peor cifra con 2.688.670%. Las circunstancias actuales exceden todos los límites previstos.
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No obstante, y a pesar de lo difícil que puede resultar imaginarlo, este no es el peor caso de hiperinflación registrado en la historia. De hecho, hay varios peores. Hungría y Zimbabue se llevan los dos primeros lugares, con cifras totalmente alarmantes. En Hungría la tasa de inflación diaria era del 207%, mientras que en Zimbabue llegó a ser del 98%, lo que significaba, en términos prácticos, que en Hungría los precios se duplicaban cada 15 horas y en Zimbabue cada 24,7.
En Latinoamérica no faltaron ejemplos de hiperinflación durante la década de los 80 y los 90. Bolivia, Perú, Argentina y Brasil se vieron afectados fuertemente por una inflación que, si bien no llegó nunca los peligrosos niveles actuales de la inflación venezolana, sí supusieron un problema profundo en la economía del continente.
¿Cuál fue la solución de cada país para salir de su crisis?
Por supuesto, cada crisis parte de unas causas bastante localizadas y particulares, por lo que no es posible hablar de casos exactamente iguales. Sin embargo, las políticas de Estado han seguido unas directrices más o menos similares que se pueden reducir a dos puntos fundamentales: políticas de cambio a futuro y la introducción de una nueva moneda que genere confianza.
Desde los primeros casos de inflación en el siglo XX que se dieron en Europa, las medidas para contrarrestar este fenómeno fueron bastante ortodoxas: liberar restricciones sobre empresas, minimizar el papel regulador del Estado en la economía e incentivar a la producción de nuevo capital. No obstante, a medida que pasaron los años y estos fenómenos se trasladaron a países como los latinoamericanos o los africanos, las tácticas no funcionaron de igual manera, especialmente por su entorno económico.
Las posibilidades de resurgir de un país latinoamericano en crisis, a partir de unas nuevas políticas públicas, resulta muy complicado si el contexto económico en el que se desenvuelve es de países que también se encuentran sumergidos en crisis. Es lo que ocurrió en su momento con Perú, Brasil y Argentina, por ejemplo. Estas políticas, además, deben plantear sus objetivos en un futuro mucho más lejano de lo que puede durar el gobierno de turno, por lo que, en la realidad, las medidas terminan siendo insuficientes y apagando de manera temporal las crisis.
¿Otra nueva moneda?
La introducción de una nueva moneda es, quizás, la política que se repite con más frecuencia en este tipo de fenómenos, pues la moneda de cambio que se maneja de manera corriente se encuentra tan devaluada y con una confianza tan baja que resulta prácticamente inútil.
Lo hizo Hungría en 1946 introduciendo el florín; lo hizo Zimbabue en 2009, desterrando el dólar zimbabuense y adoptando el dólar norteamericano y el rand sudafricano; lo hizo Argentina en 1992, introduciendo el peso convertible y desechando el austral; y lo hizo Brasil cuando, en 1993, cesó la distribución de cruzeiro como moneda oficial y adoptó el Real.
Pero Venezuela ya adoptó medidas, ya introdujo una nueva moneda (el Bolívar fuerte en 2008 y el Bolívar soberano en 2018) y la crisis no parece disminuir, ¿por qué? Según informa la BBC, la inflación en Venezuela tuvo un ligero alivio, pero por las causas equivocadas, ya que la crisis, que viene en constante crecimiento y se vio acentuada por la pérdida de poder eléctrico durante varios días en la región, llevó al Estado venezolano a restringir la capacidad de los bancos de ofrecer créditos, tanto a empresas como a naturales, y esto llevó, irremediablemente, a que los comercios bajaran drásticamente el precio de sus productos.
Es decir, la inflación baja porque los ciudadanos tienen menos dinero para gastar, pero la crisis continúa. La mala noticia para esta crisis es que, mirando hacia el pasado, hacia quienes han logrado superar este tipo de inflación, las medidas toman mucho tiempo y mucha voluntad política.
LatinAmerican Post | Jorge Ovalle
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