ANÁLISIS

¿Y dónde está la calidad de vida de los jóvenes?

Se sigue perpetuando esa mentalidad empobrecida que nos dice que ganar lo exacto para las necesidades o a veces menos, está bien.

Joven recostado detrás de libros de estudio.

Joven recostado detrás de libros de estudio. / Foto: Pexels

LatinAmerican Post | Natalia Isaza Chavarría

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Actualmente, una carrera no es un seguro para conseguir trabajo o tener buenos ingresos. A pesar de que a finales del 2018, según la Organización Internacional del Trabajo, la tasa de desempleo en Latinoamérica bajó tres puntos, ubicándose en un 7,8%, la mejoría es muy modesta y el desempleo juvenil está disparado, siendo tres veces superior a la tasa media. Tantos profesionales recién graduados y un 40% de las empresas siguen teniendo vacantes que no consiguen cubrir por no encontrar supuestamente los perfiles con las competencias necesarias. 

El mercado laboral es muy paradójico, las empresas prefieren emplear menos jóvenes porque según ellos, son menos confiables. Les preocupa la falta de compromiso, los escasos estándares de comportamiento, la impuntualidad, entre otras características asignadas a ellos, pero tampoco se les da la oportunidad de demostrar lo contrario o de aprender. Esto se convierte en una cadena sin fin. 

En Colombia se ha estado pensando en la posibilidad de disminuir el salario para los jóvenes de entre 18 y 25 años a un 75% del salario mínimo legal mensual vigente. Esta cifra equivaldría a $621.000 COP y la propuesta era que este pago se mantenga durante un año, con la falacia de que es un proceso de aprendizaje. Los jóvenes ya bastante tienen con regalar 6 meses de su vida bajo ese supuesto, trabajando para una empresa mientras hacen sus prácticas, teniendo en cuenta que en muchas ocasiones tienen más cargas que los mismos vinculados.

Propuestas como estas, afectan la calidad de vida de los jóvenes y la economía del país, puesto que no tendrían la capacidad de invertir o simplemente de adquirir productos en el mercado local. Lo anterior sin pensar en repercusiones más profundas como el alto porcentaje de jóvenes que aún continúan dependiendo de sus padres, porque el salir de casa representa un riesgo inminente. 

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Constantemente se buscan soluciones para superar la crisis general de desempleo, para disminuir el alto índice, ya que viene incrementando. Por ejemplo, actualmente en Colombia, este porcentaje se encuentra en un 10.8%,  pero en lugar de atacar la raíz y mejorar la calidad laboral, lo que se está haciendo es enfatizar y corroborar que el mercado tradicional va en decadencia y que los jóvenes no están en sintonía con él. 

Ahora, si se es mujer, la posibilidad de conseguir trabajo puede ser más reducida. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), la tasa de desempleo de mujeres entre febrero y abril del presente año fue del 13%, presentando una gran diferencia con la de los hombres en el mismo periodo, que reportó en un 8,4%. Ahora, si a eso se le suma ser joven, para las primeras, el  porcentaje se incrementa a un 21.4% y para los hombres a un 13.9%

Hay muchos modelos y países que pueden ser fuente de inspiración en cuanto a estrategias y normativas laborales, pero se sigue prolongando la idea de trabajar por miserias, de regalar el trabajo por la necesidad o por la falta de experiencia, de seguir perpetuando esa mentalidad empobrecida que nos dice que ganar lo exacto para las necesidades o a veces menos, está bien. Es momento de hacer valer nuestras capacidades, aptitudes y conocimientos, porque todos han requerido de un proceso del que siempre esperamos ver frutos. 

 

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