Somos tan ‘cálidos’ que derretimos los glaciares
Las cifras del derretimiento de los glaciares en América Latina son pavorosas. La nieve retrocede con el paso de los años de una manera acelerada y la desaparición de estos picos blancos es vertiginosa y presagia una escasez de agua que afectará no sólo la economía de la región que se fundamenta en la agricultura y la ganadería, sino que amenaza de manera manifiesta el suministro de agua potable para los millones de habitantes de la región andina en Latinoamérica.
Glaciar derretido. / Foto: Pixabay – Imagen de referencia
LatinAmerican Post | Alberto Castaño
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El abastecimiento hídrico de los principales centros urbanos de países como Bolivia, Ecuador y Perú, dependen en un alto porcentaje de las descargas de los glaciares, del mismo modo la sostenibilidad de las principales actividades económicas de millones de familias campesinas dedicadas al cultivo de productos alimenticios, la cría de ganado con propósitos cárnicos y lecheros. Por lo cual, la pérdida del funcionamiento de estos ecosistemas es una catástrofe en términos de salud pública y la economía, por ende, en la calidad de vida de los latinoamericanos.
Países como Bolivia cuya principal ciudad, La Paz, dependen en un 15% de las aguas provenientes de los nevados, cifra que se incrementa hasta casi duplicarla en épocas de sequía. Cuencas tan habitadas como la del río Santa al norte de Perú, dependen casi exclusivamente del agua proveniente de los picos nevados para labores agropecuarias, consumo humano y generación de energía. En el país Inca se encuentran cerca del 70% de los glaciares del trópico en el mundo.
Colombia ha perdido, según el instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, el 63% de sus glaciares en los últimos 50 años, apenas quedan 37 kilómetros cuadrados de glaciares en el país.
Pero tal vez una de las situaciones más dramáticas la vive el macizo independiente de mayor altura en el mundo a orillas de un océano, la Sierra Nevada de Santa Marta vive un escenario catastrófico. De ella se desprenden ríos tan importantes como el Cesar, Ranchería, Palomino, Don Diego, Guatapurí, Fundación y Aracataca. Más abajo se encuentran estrellas fluviales alimentadas por agua glaciar, como la de San Lorenzo en donde nacen ríos tan importantes como el Piedras y el Gaira, emblemáticos ríos para la región Caribe en Colombia, también el río Manzanares que atraviesa Santa Marta, la capital del departamento del Magdalena, inspiración para legendarios compositores y poetas.
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La Sierra Nevada de Santa Marta es, de los glaciares colombianos, el que más rápidamente se destruye, pierde aproximadamente un 5% cada año, pues a finales del siglo XIX contaba con 87 kilómetros cuadrados de masa glaciar, hoy ha perdido más del 90% de su área. De esos 87 no quedan más del siete kilómetros cuadrados.
¿Por qué se derriten los glaciares?
Desde la Revolución Industrial iniciada en el siglo XIX, la civilización humana ha empleado combustibles fósiles para mover la economía del mundo. Fue desde allí que inventamos la máquina de vapor, que poco a poco fue cobrando relevancia para mover locomotoras que tiraban de grandes trenes de carga y pasajeros, movían máquinas inmensas que impulsaban los buques que surcaban los océanos y que movían los molinos y las máquinas que requeríamos para ser más productivos, más eficientes y que el desarrollo llegar a nuestra puerta.
Fue desde ese entonces cuando, sin saber qué consecuencias tendría al principio y sin importarnos después, seguimos utilizando los combustibles fósiles para hacer crecer nuestras economías globales.
La quema desproporcionada de carbón y de hidrocarburos para mover nuestras máquinas ha incrementado en tal proporción el gas carbónico (CO2) en la atmósfera que ni el triple de los árboles sembrados en el mundo podrían absorber semejante cantidad de emisiones. Esto ha cambiado para siempre la composición de nuestra atmósfera que ahora atrapa más energía proveniente del sol y lleva a calentar nuestro planeta tanto que lo que algunos conocimos en el colegio como “las nieves perpetuas” dejaron de ser perpetuas y pasaron a ser “nieves extintas”.
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¿Quién podría negar que el perfeccionamiento de la máquina de vapor que realizó el ingeniero mecánico, químico e inventor escocés James Watt, transformó la manera de producir, de movernos, de ver el mundo y su economía? Nadie. Sin embargo, ¿quién, en el siglo XIX podría haber previsto lo que ocasionaría la quema de millones de toneladas diariamente durante décadas de combustibles fósiles que saturarían la atmósfera de gases que generarían en Cambio Climático? Tampoco alguien pudo hacerlo.
Sin embargo, el 97% de los expertos de todo el mundo coinciden en que el Cambio Climático es una realidad con la que cada habitante del planeta tiene que convivir y en que no basta con los esfuerzos de los países de América Latina, que produce cerca del 10% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero, para frenar este fenómeno creciente. Es un esfuerzo global el que se requiere, sin embargo, en la medida en que la realidad económica mundial dependa de un crecimiento por encima del 3% anual en todos los países para mantener la calidad de vida de sus habitantes y no se haga un cambio en la matriz energética, la batalla de los glaciares en el mundo será una batalla perdida.