La celebración del Pride nos recuerda que, a pesar del avance que se ha logrado, la aceptación total todavía está lejos.
El mes de junio se pinta con los colores de la bandera del Orgullo, un recuerdo de la diversidad que hay en el mundo cuando hablamos de orientaciones e identidades sexuales. Foto: Unsplash
LatinAmerican Post | Vanesa López Romero
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El mes de junio se pinta con los colores de la bandera del Orgullo, un recuerdo de la diversidad que hay en el mundo cuando hablamos de orientaciones e identidades sexuales. Pero, por más que se haya logrado desde ese 28 de junio de 1969 en Stonewall, hoy es más claro que nunca que falta mucho camino por recorrer en lo que a derechos y aceptación a la comunidad LGBTIQ+ respecta. Basta con ver la transfobia que vivimos actualmente en Latinoamérica. Casi todos los días aparecen titulares, muchas veces despectivos hacia la comunidad, sobre personas trans maltratadas, golpeadas o incluso asesinadas por el simple hecho de permitirse ser lo que son, por explorar su sexualidad.
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Y es que en pleno 2021 todavía hay países que condenan con pena de muerte la homosexualidad, ¿qué decir de la transexualidad o de las identidades variadas de género? Todavía faltan representaciones en el mundo del arte de personas pertenecientes a la comunidad que no caigan en los estereotipos: el amigo gay de la protagonista, la travesti que es el comic relief, el transgénero con problemas de ira o con VIH/SIDA. Todavía se condena socialmente a la niña que no se sentía bien en su cuerpo de niño. Todavía hay padres que le exigen a sus hijos ser "machos". Todavía hay madres que le exige a sus hijas ser "damas".
La aceptación empieza en la familia
Para hablar de los problemas de la sociedad no podemos quedarnos con señalar meramente a "la sociedad". Hay que parar por un momento y revisar a la base de cualquier sociedad: la familia. No es un secreto para nadie que uno de los miedos más grandes que existen cuando se va a "salir de clóset" es el qué dirá la familia. Y claro, hay muchas ocasiones en las que la familia muestra su apoyo a la comunidad de manera abierta y esos miedos son inexistentes. Pero lastimosamente son muchas las que, por el contrario, se toman la sexualidad de sus parientes como algo sumamente personal, como si esta fuer a cambiar de manera radical su individualidad.
La manera en la que nos enseñan a comportarnos dentro de nuestra familia se refleja en la manera en la que nos comportamos cuando somos parte de la sociedad. Como dirían por ahí: todo empieza por la casa. Las personas que son homófobas o transfóbicas suelen ser las mismas personas que crecieron en hogares machistas y conservadores. Hogares en donde era más polémico que un primo fuera gay o que una tía tuviera "una amiga" muy cercana, que el hecho de un familiar golpeara y maltratara a su esposa.
No es aceptación, es apoyo
Comencemos por preguntarnos, ¿por qué decir aceptación? Tenemos tan arraigada a la cabeza la idea del género binario y de que la homosexualidad no es lo común que nos movemos alrededor de la idea que la aceptación es lo correcto, cuando no se trata de aceptar y ya, se trata de entender que el género es fluido, así como la orientación sexual.
Dentro de la familia se habla mucho de la aceptación a los y las parientes pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+. Los paradigmas también se cambian desde el lenguaje, desde la comunicación. Debemos dejar de pensar que todo se queda en aceptar, y comenzar a hablar de apoyar. Apoyar se trata de entender que esta es una comunidad que históricamente ha sido relegada, invisibilizada y maltratada y hacer algo al respecto.
Dejar de llamar "amigo" o "amiga" a la pareja del hijo o hija cuando se habla con personas externas a la familia. Utilizar los pronombres correctos para las personas trans o de género no binario o fluido. Hacer uso del lenguaje inclusivo. Esas son formas de apoyar desde el lenguaje y la comunicación.
El orgullo también lo puede y lo debe sentir nuestra familia.