Medio ambiente

¿Pueden las criptomonedas salvar el planeta?

Muchas personas se cuestionan si el uso de criptomonedas con capital natural es la solución para el cuidado del planeta o solo son otra fachada para generar más dinero.

Muchas personas se cuestionan si el uso de criptomonedas con capital natural es la solución para el cuidado del planeta o solo son otra fachada para generar más dinero.

Criptomoneda de bitcoin y detrás un bosque

Fotos: Unsplash

LatinAmerican Post | Christopher Ramirez Hernandez

 

En los últimos años se ha venido hablando de un nuevo tipo de criptomoneda que se conoce como ‘stablecoin’ o ‘moneda estable’ en español. De acuerdo con la explicación de BBVA en su blog oficial, estas nuevas criptomonedas lo que hacen es que crean sus ‘tokens’ con un valor cuya base es un capital fijo, con el cual evian  la volatilidad presente en algunas de las principales criptomonedas como ‘bitcoin’ o ‘etherium’. 

En pocas palabras, lo que hacen las organizaciones encargadas de estas stablecoins es generar un activo digital que represente uno físico: moneda ‘fiat’ (como dólares o euros), bienes tangibles como el oro o incluso otra criptomoneda de mayor rendimiento y estabilidad en el mercado. 

De esta forma, en caso de que la criptomoneda quiebre por una u otra razón, se tienen recursos con los cuales responder a los inversionistas. De esta forma, se evita simplemente decir: “los tokens perdieron todo valor, y con ello también los fondos que se suponía se podrían pagar con esta”.

Así, esta nueva forma de comerciar con criptomonedas toma cada vez más fuerza, especialmente en aquellos inversores prudentes que, aunque desean alguna ganancia (después de todo para eso invierten), no quieren arriesgarse a que la volatilidad del mercado los suba a una nube de la cual los obligue a bajar en menos de un segundo. Quieren algo seguro, y eso, por supuesto, es algo muy aceptable y respetable en el mundo de las inversiones. 

Sin embargo, para algunas organizaciones esta nueva forma de comerciar con criptomonedas puede ser la clave para, no solo mejorar la economía de los individuos que las adquieran, sino también aportar al cuidado del medioambiente, que se ve tan afectado con esta nueva economía. 

Cabe recordar que para poder minar una criptomoneda (proceso en el que se verifican las transacciones realizadas en las blockchain, es decir, sumar un nuevo bloque a una cadena de bloques y recibir una ganancia por ello), se requiere una cantidad increíble de energía, lo que se traduce en la generación de más y más CO2 que va aportando a la huella de carbono en el mundo. 

De acuerdo con un reporte de Bank of America, titulado ‘Los pequeños secretos de Bitcoin’, en los últimos 2 años se aumentó la emisión de carbono en la minería de esta criptomoneda en más de 40 millones de toneladas; así, sí se suman los procesos totales de bitcoin y la energía que gasta anualmente, se podrían comparar con las emisiones de países como Argentina, Finlandia o Suiza. 

Pensando en esto, en los últimos meses se han venido gestando una serie de stablecoins que, contrario a las criptomonedas “normales” y a algunas de su clase, tienen como valor base el capital natural, es decir, el valor de los tokens recae en los espacios ecosistémicos del planeta y la forma en que se puede lograr que estos sean renovables y recuperables. De esta forma, se logra crear capital económico mientras aumenta el índice de sustentabilidad natural. 

¿Qué tan viables son las stablecoins basadas en el capital natural?

Por supuesto, la gran pregunta que surge alrededor de esta nueva forma de crear dinero por medio del capital natural y de los proyectos de sustentabilidad es: ¿de qué sirve crear una criptomoneda cuya base es el cuidado del medioambiente, sabiendo que la minería de estas monedas virtuales seguirá afectando considerablemente al planeta? 

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Para entender esto, Rodolfo Tarraubella, director ejecutivo y coordinador de la Secretaría de Sustentabilidad y Finanzas Climáticas de la CIFAL (Centro Internacional de Formación para Autoridades y Líderes) adjunto al Instituto de las Naciones Unidas para la Formación y la Investigación (UNITAR), en Argentina, explicó, por medio de un artículo de opinión publicado en El Economista, la importancia de esta nueva forma de capitalizar las criptomonedas, además de la significancia de las mismas para la reducción de la huella de carbono en su proceso específico de minado. 

“Se trata de activos que en vez de ser minados a través de cálculos matemáticos que consumen mucha energía, lo hacen a través de reducciones de emisiones u otra actividad como la restauración de la biodiversidad o los ecosistemas”, indica Tarraubella. 

Es decir, este tipo de stablecoins se maneja en un mercado mucho más tradicional, ya que contrario a lo que funciona con, por ejemplo, Bitcoin, es requerido tener un plan de negocio detrás. Al evitarse al máximo el minado por medio de ejercicios que consuman mucha energía, es necesario tener un plan de respaldo que ayude a generar el dinero de los inversores sin tener que afectar el plan de sustentabilidad que se quiere lograr. 

Para esto, tal vez será necesario, en un futuro, la venta de bonos de carbono con los cuales generar ingresos extra al negocio de la criptomoneda, y por supuesto invertir nuevamente a la sustentabilidad de las tierras trabajadas, además de colaborar a las industrias que requieren justificar su impacto medioambiental. 

En resumen, los tokens utilizados por estas stablecoins se basan en, su gran mayoría, en la reforestación de cientos de hectáreas de selva, que a su vez prometen un minado “natural” en el que los ejercicios comerciales derivados de las mismas estrategias sustentables son las que generan las ganancias para sus inversores. 

Por supuesto, para que sea una criptomoneda será necesaria también la intervención de una blockchain que permita la transcripción de las transacciones realizadas durante los procesos de sustentabilidad de los terrenos, así como para la compra de los tokens. 

Sin embargo, lo más seguro es que los responsables de las stablecoins con capital natural elijan la Prueba de Participación o PoS como forma de controlar el uso de grandes cantidades de energía, al limitar la participación en el proceso de minado entre los mismos partícipes que cuenten con la criptomoneda, es decir, que sean inversores directos de estos proyectos. 

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