Así se vivió la guerra en Colombia, según el informe final de la Comisión de la Verdad
El documento incluye el número de víctimas en delitos como secuestro, desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales y desplazamiento forzoso. Además, define quiénes son los actores del conflicto y la importancia de una verdadera reconciliación.
Foto: Comisión de la Verdad
LatinAmerican Post | Christopher Ramírez Hernández
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El pasado 28 de junio, la llamada Comisión de la Verdad de Colombia, una “entidad de Estado” nacida en el marco de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno nacional y la exguerrilla de las Farc, entregó su Informe final en el que explica, precisamente, cuál es esa verdad a la que se llegó en relación con las formas en las que se dio el conflicto armado en Colombia y los vejámenes que se cometieron durante dicha etapa.
Además, se habla de los principales actores armados y se intentan destacar las estrategias a utilizar de ahora en adelante para lograr una reparación genuina en el marco del diálogo, la paz y el perdón social en el país.
“La Comisión recibió el mandato de esclarecer lo ocurrido durante el conflicto armado interno que ha vivido Colombia; promover el reconocimiento de responsabilidades, así como el diálogo social y la convivencia, todo ello en un horizonte que permitiera dejar atrás la guerra para siempre”, explica el informe final de esta entidad que tiene casi 900 páginas.
Pensando en la importancia de este documento y de la tarea de la Comisión de la Verdad para la búsqueda de Justicia, Reparación y Reconciliación, LatinAmerican Post trae un breve resumen con algunos de los puntos más importantes de este informe. El documento busca, como lo dijo el propio padre Francisco de Roux, presidente de esta comisión, traer un “mensaje de esperanza y futuro para nuestra nación vulnerada y rota”.
Las víctimas del conflicto
Para empezar, la Comisión de la Verdad centró sus conclusiones en el actor más importante del conflicto armado colombiano: las víctimas.
“No teníamos por qué haber aceptado la barbarie como natural e inevitable ni haber continuado los negocios, la actividad académica, el culto religioso, las ferias y el fútbol como si nada estuviera pasando”, es la primera apreciación que se evidencia en el informe, haciéndose luego varias preguntas importantes frente a este tema:
“¿Por qué el país no se detuvo para exigir a las guerrillas y al Estado parar la guerra política desde temprano y negociar una paz integral? ¿Cuáles fueron el Estado y las instituciones que no impidieron y más bien promovieron el conflicto armado? ¿Dónde estaba el Congreso, dónde los partidos políticos? ¿Hasta dónde los que tomaron las armas contra el Estado calcularon las consecuencias brutales y macabras de su decisión?”, entre otras.
Y es que según el informe, solo el número de víctimas mortales que dejó el conflicto en Colombia supera los más de 260 mil civiles, de acuerdo con información del Centro Nacional de Memoria Histórica; aunque esta cifra, consideran desde la Comisión de la Verdad, pueden ser conservadoras, pues aún es incierto el número total de fallecidos durante la guerra.
No obstante, la lista de víctimas no mortales es todavía más incierta y, de acuerdo con De Roux, en caso de leer los nombres que se tienen hasta el momento, pasarían más de 17 años para leerlos completamente. “La lista es interminable (…) el dolor es inmenso”, dijo el comisionado durante su presentación en Bogotá.
Sin embargo, sí hay algunas cifras que se pudieron recopilar de forma casi exacta en este documento: entre 1958 y 2019 se perpetraron más de 4230 masacres en Colombia; entre 1978 y 2016, la lista de ejecuciones extrajudiciales (también conocidas como ‘falsos positivos’) asciende a más de 8.200 personas; el desplazamiento forzado dejó entre 7,7 y 8,2 millones de víctimas; mientras que en cuanto al delito del secuestro, la Comisión coloca a las Farc como el grupo armado con mayor responsabilidad en este escenario, con más de 20.220 víctimas, es decir, el 40 % del total de plagiados durante el conflicto.
“Las atrocidades, como realizar mutilaciones de cuerpos, tirar sus restos a ríos, o quemarlos en hornos crematorios muestran la extensión de la deshumanización y del horror a gran escala”, explica el documento, mostrando la crudeza de la guerra en Colombia.
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Responsabilidades en el conflicto armado
Por otra parte, la Comisión también dio un vuelco total a lo que se consideran como “actores armados del conflicto colombiano” al incluir, no solo a las Fuerzas Militares como victimarios en algunos escenarios de horror, sino también a empresarios, políticos y otros ciudadanos que, aunque actuaron como ajenos al campo de batalla, también tuvieron presencia desde la vida civil en el conflicto.
“Hubo millones de víctimas, pero no porque un día alguien tuviera la idea repentina de salir a matar o a bombardear pueblos. Todo ocurrió en un complejo sistema de intereses políticos, institucionales, económicos, culturales, militares y de narcotráfico”, indicó la Comisión.
En ese punto, el documento es claro al nombrar, uno a uno, los actores que tuvieron una o varias responsabilidades dentro de la guerra interna en Colombia: “Los grupos paramilitares, los grupos guerrilleros, las entidades estatales y terceros civiles del sector económico, político y élites regionales, han tejido y actuado mediante alianzas”.
Sin embargo, explicó que las responsabilidades en medio del conflicto son “distintas para quienes ejercían el poder del Estado y quienes lo defendían, pues debían a toda costa respetar sus leyes sin que el conflicto los exculpara de ello. Y distintas para quienes se levantaron en armas y negaron la legitimidad del Estado. Y son diferentes según el lugar de cada quien en la sociedad”.
Recomendaciones finales
Por último, el informe muestra una mirada final a las posibles soluciones para alcanzar la paz, que la misma Comisión considera más como un “desafío de la reconciliación”. En Colombia aún es difícil “construir el Estado de derecho que estaba ausente”, teniendo en cuenta que la guerra en Colombia aún no culmina.
“La violencia articulada con la política y el dinero continúa de formas diversas, porque los problemas presentados en los hallazgos no han sido resueltos”, acota el informe, asegurando que “para resolverlos necesitamos ser una sociedad que haga propio el dolor de las víctimas, que diga “no más”(…) Una sociedad que, sin pasar la página del olvido, tenga el coraje de construir en las diferencias, incorporando a los que se han odiado, para posibilitar un diálogo en el respeto que hace la verdadera democracia”.