AMÉRICAS

¿Qué podemos aprender de las recientes masacres alrededor del mundo?

LatinAmerican Post hizo un análisis sobre los detalles que se repiten en las personas que han protagonizado algunas de las peores masacres de los últimos meses, especialmente en EE.UU. ¿Qué condiciones de salud tienen? ¿Cuáles fueron sus intereses? ¿Pueden considerarse terroristas?.

cinta de no cruzar

Foto: Freepik

LatinAmerican Post | Christopher Ramírez Hernández

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Read in english: What Can We Learn From the Recent Massacres Around the World?

El primer fin de semana de julio llegó con dos masacres en el mundo. La primera se dio en la ciudad de Copenhague, capital de Dinamarca, el pasado 3 de julio, donde un joven de 22 años arremetió contra los ciudadanos que visitaban el centro comercial Field’s, al sur de la capital danesa.El hecho dejó al menos tres muertos, de los cuales dos eran menores de edad, así como cuatro heridos que fueron trasladados rápidamente a centros asistenciales cercanos.

Sin embargo, la situación de horror no se quedó solo en Dinamarca, sino que se trasladó miles de kilómetros al occidente de ese país europeo para volver a una de las naciones con mayores ataques repentinos del mundo: Estados Unidos.

Una vez más, el gigante norteamericano fue el territorio de una nueva masacre, esta vez en Highland Park, una zona cercana a Chicago, estado de Illinois, donde un joven también de 22 años, identificado como Robert E. Crimo III, inició un tiroteo en contra de la población civil que celebraba la Independencia de Estados Unidos, el 4 de julio. Según las autoridades locales, al menos 7 personas perdieron la vida en medio del ataque, mientras que otras 39 resultaron heridas.

Así, esta nueva masacre se suma a la ocurrida el 24 de mayo en la escuela primaria de Uvalde, Texas, donde murieron 19 niños y dos maestros, y a la de Búfalo, Nueva York, donde el 14 de mayo fueron asesinadas 10 personas en un minimercado.

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¿Violencia aislada o terrorismo?

Tras el ataque en Dinamarca, el jefe de la policía de Copenhague, Soeren Thomassen, dijo en rueda de prensa que, en el caso específico del perpetrador del tiroteo en esa ciudad, no existen señas o pruebas que permitan siquiera pensar que su actuar está relacionado con un ataque terrorista, pues en todo momento actuó solo y sin la intención clara de escoger a las víctimas de su ataque.

“Es importante para mí subrayar que en el trabajo que venimos haciendo a lo largo de la noche no hay nada que indique que el sospechoso que detuvimos haya estado junto a otros o haya sido ayudado por otros (…) Creemos que las víctimas son aleatorias. Que (el atacante) no estuvo motivado por el género (de las víctimas) ni por nada más”, explicó Thomassen.

De acuerdo con la Asamblea General de la ONU, el terrorismo es una serie de “actos delictivos concebidos o planeados para provocar un estado de terror en la población en general, en un grupo de personas o en determinadas personas que son injustificables en todas las circunstancias, cualesquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas, ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de cualquier otra índole que se hagan valer para justificarlos”.

En pocas palabras, para la Organización de las Naciones Unidas, el uso de la violencia como excusa para aterrorizar a un grupo distintivo de la sociedad se puede considerar como terrorismo; que en el caso de las últimas masacres se puede visibilizar en al menos un caso: el de Chicago, ya que según las autoridades estuvo inspirado en el odio racial. Por esta razón, Payton Gendron, de 18 años, fue acusado por el delito de terrorismo doméstico en junio.

El resto de las masacres se han considerado como tiroteos aislados, ya que los atacantes no tuvieron, directamente, una relación política, social ni cultural con las víctimas, así como con la zona en que se efectuaron.

Problemas psicológicos

De esta forma, otro patrón que se encuentra presente en los más recientes tiroteos tiene como detalle principal la salud mental de los victimarios y, lo más espeluznante, su edad.

Para junio de este año, y según los registros oficiales de Estados Unidos, de los nueve tiroteos con mayor cantidad de muertos registrados desde 2018 en ese país, seis fueron planeados y ejecutados por personas con edades menores o iguales a los 21 años; y todos presentaron graves crisis psicológicas que derivaron en sus comportamientos violentos, psicópatas y asociales.

“Son jóvenes que se sienten como perdedores y tienen un impulso muy fuerte de demostrarle a todo el mundo que sí importan. En el caso del tirador de Búfalo, se trataba de impresionar a esta comunidad de racistas que él había cultivado en línea. En el caso del chico de Uvalde, fue una cuestión de volver al lugar donde sintió que no lo respetaron para actuar con violencia”, indicó Frank T. McAndrew, profesor de psicología de la Universidad de Knox, en conversación con The New York Times.

En ese sentido, problemáticas muy propias de la sociedad estadounidense como el bullying escolar, tanto presencial como en línea; la cultura de la “violencia legal” reflejada en el uso normal de las armas en ambientes como los videojuegos o el cine, y la laxitud de las leyes para adquirir armas de alto impacto desde los 18 años han hecho que se gesten más y más comportamientos violentos entre los adolescentes y jóvenes, que en su mayoría son hombres.

“Lo puedo hacer mejor”

Por último, y muy relacionado con los problemas psicológicos, se encuentra la necesidad de venganza y de superación personal como patrón entre las personas que cometen estas masacres. El acceso globalizado a la tecnología hace que los jóvenes caigan en prácticas sociales en las que la violencia se convierte en la mejor forma de llamar la atención.

“Se fomenta el morbo, la curiosidad por ser parte de algo que está fuera de los estándares definidos por la sociedad (…) Todo esto va a estimular y motivar a estas personas que buscan desesperadamente sobresalir, que necesitan la atención por parte de los otros”, fue la conclusión a la que llegó Ana Isabel Beltrán-Velasco, profesora de psicología y neuropsicología de la Universidad Nebrija, en Madrid, España, según un artículo de su autoría publicado en The Conversation.

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