Bienestar

¿Envejecimiento o Alzheimer? Cómo diferenciarlos e identificarlos

Al envejecer, todo nuestro cuerpo cambia y el cerebro no es la excepción. Las personas mayores suelen tener una disminución normal en ciertas capacidades cognitivas. No obstante, algunos síntomas guardan relación con problemas serios, como el Alzheimer.

Mujer mayor mirando por la ventana

Foto: Pixabay

LatinAmerican Post | María Fernanda Camisay

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El Mal de Alzheimer es una enfermedad que afecta al cerebro y provoca demencia entre los adultos mayores. A nivel global, se calcula que más de 55 millones de individuos padecen demencia y se estima que en el año 2050 este número se triplicará, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En este marco de cifras alarmantes, alrededor del 60-70% de los casos de demencia registrados se corresponden a la enfermedad de Alzheimer.

Cuando el cerebro se apaga

Considerada como la causa principal de demencia en todo el mundo, el Mal de Alzheimer genera un deterioro y muerte progresiva de las neuronas cerebrales. Un cerebro sano está constituido por millones de células especializadas e interconectadas entre sí, llamadas neuronas. Estas pequeñas unidades celulares no trabajan aisladamente, más bien forman circuitos complejos que reciben, procesan y transmiten información a distintas partes del cerebro y resto del cuerpo. Cuando la enfermedad de Alzheimer se desarrolla, interfiere con esta red de comunicación e imposibilita que las neuronas efectúen sus tareas. De allí que el cerebro ya no funcione como antes y el paciente pierda la capacidad de realizar actividades cotidianas.

A menudo, esta patología comienza lentamente. Entre los primeros signos a los que debemos prestar atención, están la dificultad de formar nuevos recuerdos, como aquellos episodios o conversaciones recientes, o aprender algo diferente. Es, por eso, que se vuelve más probable rememorar alguna vivencia de niños que de los últimos hechos del día, tales como qué desayunamos, dónde dejamos la llave de casa e, inclusive, el nombre de la persona que conocimos hace unas horas.

Conforme la afección progresa, los problemas de memoria se agudizan y se suman otras secuelas. No es de extrañarnos que podamos desorientarnos y perdernos, tener inconvenientes para manejar dinero y pagar las boletas, hasta manifestar cambios de humor y comportamiento. Si bien, los síntomas tempranos de la enfermedad de Alzheimer varían entre individuos, las zonas del cerebro que inicialmente son afectadas son aquellas que controlan la memoria a corto plazo y las emociones. En las etapas siguientes de la enfermedad, los daños se agravan y se extienden a otras áreas del cerebro.

Señales que confunden

A la luz de estos hechos, muchas personas mayores comienzan a inquietarse, pues notan que tienen mala memoria o ciertas dificultades para aprender cosas nuevas. Algunas, se olvidan de nombres o fechas importantes o no retienen la información tan fácil. Usualmente, estas señales están asociadas a la edad y reflejan un proceso natural – no patológico- del cerebro al envejecer. Como resultado, determinadas capacidades disminuyen, pero al mismo tiempo otras requieren solo más tiempo para ser desempeñadas igual de bien o inclusive mejor que los jóvenes, gracias al conocimiento y experiencia adquirida a lo largo de la vida.

Ciertamente, el cerebro cambia con el paso de los años y a medida que ello ocurre, mayores son las probabilidades de desarrollar ciertas anomalías. En este sentido, la edad constituye un factor clave para la enfermedad de Alzheimer, cuyo riesgo se duplica cada 5 años después de cumplir 65, según lo señala el Instituto Nacional de Envejecimiento. “Aun así, resalta la OMS, esta enfermedad y otros tipos de demencia no son una consecuencia inevitable o normal del envejecimiento”. Por eso, al hablar sobre la salud del cerebro, es de gran utilidad comprender que procesos son normales y cuáles son patológicos.

Cuando envejecemos, es común y frecuente olvidarnos de varios detalles. En un olvido normal, como le sucede a cualquier persona saludable, se suele no recordar datos particulares de una situación. Por ejemplo, un nombre o una palabra. Sin embargo, el individuo sano es capaz de reconstruir el suceso en general, sin el detalle en cuestión.

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En cambio, en un olvido patológico como aquellos que experimentan pacientes con Alzheimer, directamente lo que no se recuerda es el evento completo. Puesto que el recuerdo no se forma, no es posible recuperarlo en otro momento, tal como sucede en un olvido normal. Estos episodios de pérdida de memoria son la cara más visible de la afección. No obstante, existen otros síntomas que, con el avance de la enfermedad, se manifiestan y se tornan recurrentes: problemas de comunicación, pérdidas de objetos habituales, fallas en la capacidad de juicio o toma de decisiones, cambios de personalidad, abandono de actividades sociales, entre otros.

Cuidando nuestro cerebro

Actualmente, ninguno de los tratamientos disponibles ha demostrado curar la enfermedad. Aunque ciertas medidas de prevención ayudarían a disminuir el riesgo de padecer Alzheimer o al menos, retrasarlo, de acuerdo a un reporte publicado en la Revista Lancet en el año 2020.

¿Cuáles son estas medidas de prevención? Hay de dos tipos, los denominados factores de riesgos y los factores de protección. Ambos elementos están relacionados con un estilo de vida saludable y requieren cambios no solo en la vejez, sino desde temprana edad.

Por un lado, los factores de riesgos son aquellos que hacen más probable el desarrollo de la enfermedad. A diferencia de la edad, existen otros componentes de riesgo que sí son regulables por hábitos sanos tales como la diabetes, colesterol elevado, obesidad, hipertensión arterial y sedentarismo.

Por otro lado, se encuentran los factores de protección que son aquellas actividades que estimulan nuestras habilidades cognitivas: ejercicio físico, relaciones sociales y desafíos intelectuales. Nos obligan a salir de la rutina y mantienen nuestro cerebro activo. Junto a una buena dieta desempeñan un rol fundamental en la prevención del Alzheimer.

En resumidas cuentas, hacer la diferencia queda en partes en nuestras manos.

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