Cristina Fernández:¿Polarización política está relacionada con los intentos de asesinatos políticos?
El reciente intento de asesinato de la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández, es un caso más de intolerancia y polarización política.
Foto: kremlin.ru
Latinamerican Post | Santiago Gómez Hernández
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La semana pasada, un fallido ataque a la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner conmocionó a toda Latinoamérica. El intento de asesinato a una de las mujeres más importantes de la política latina recordó la violencia política, que no es un hecho novedoso en la región, pero que parece está volviendo a ser cotidiano.
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En los últimos años, los ataques y atentados contra candidatos, presidentes o cualquier tipo de político con cierta influencia se han vuelto casi cotidianos. Hace 4 años, el entonces candidato Jair Bolsonaro fue víctima de un ataque con cuchillo; hace un año un grupo de militares a sueldo asesinaron al presidente Jovenel Moise de Haití en su misma residencia; este mismo año, candidatos presidenciales en Colombia denunciaron o fueron notificados de posibles ataques; hace menos de 6 meses el asesinato del ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, en República Dominicana; ahora el caso de Argentina y Cristina Fernández deja en evidencia que este no es un caso aislado.
El problema de fondo, es que estos hechos estén relacionados. No en la intención de que tengan un tipo de interés o relación directa, sino de inspirar o ser modelo para que la intolerancia política ponga nuevamente en riesgo la democracia.
En la historia
Los ataques y atentados a jefes de Estado vienen desde los años de antaño, desde las conspiraciones romanas que terminaban con el asesinato de los cónsules o emperadores. Es verdad que hay que diferenciar estos ataques en épocas monárquicas, pero desde la misma democracia romana, ha existido asesinatos. Pero en la historia moderna, también han existido graves casos de asesinatos de presidentes o candidatos.
Quizás, los más destacados fueron los de Abraham Lincoln y John F. Kennedy en Estados Unidos. En la región destacan los casos de Ramón Cáceres y Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, Jovenel Moise y Jean Vilbrun Guillaume Sam en Haití; Venustiano Carranza en México; Luis Sánchez Cerro en Perú; Gualberto Villaroel en Bolivia; Carlos Delgado Chalbaud en Venezuela; José Antonio Remón Cantera en Panamá; y Anastasio Somoza García en Nicaragua. Pero los casos recientes en Brasil, Argentina, Haití y República Dominicana pueden corresponder a un acalorado momento de debate político en donde la polarización no da cabida al debate de ideas y se está volviendo a los odios. Es evidente un recrudecimiento de la violencia política.
Panorama mundial
Contrario a lo que muchos pueden pensar, este reciente fenómeno no solo ha pasado en Latinoamérica. Precisamente, hace a penas un par de meses, fue Shinzo Abe, exprimer ministro de Japón, quién fue asesinado con un arma casera. Abe seguía siendo uno de los hombres más influyentes en la política de Japón, pero también había sido uno de los hombres más poderosos del mundo al dirigir la potencia asiática.
Previo al asesinato de Abe o Moise, durante el siglo XXI se han registrado 7 casos de magnicidios en el mundo. Como el asesinato de Laurent-Desire Kabila en la República Democrática del Congo; el rey Birendra en Nepal; Zoran Dindic en Serbia; Rafic Hariri en el Líbano; João Bernard O Viera en Guinea Bissau; Muammar Gaddafi en Libia e Idriss Deby en el Chad el 20 de abril de 2021, el más reciente. Aunque varios de estos fueron asesinados en combates (Deby o Gaddafi), muchos otros sí fueron asesinatos individuales y puntuales.
Riesgo de la democracia
Lo más relevante de estos hechos, es darles la importancia que ameritan. Un magnicidio va más allá de un hecho de violencia, es una afrenta contra la democracia y la estabilidad institucional de los países. El asesinato de un líder político no resolverá ningún enfrentamiento político, sino que alterará la paz y podrá escalar las agresiones hasta que se salgan de las manos. Por esto es importante bajar la tensión y la polarización exacerbada.