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Reseña de “La Ballena”: redención en medio de una tormenta de culpas

Nominada a tres premios Óscar, la nueva película de Darren Aronofsky nos recuerda el valor del perdón y el amor en un mundo sumido por el caos y el dolor. Esta es nuestra reseña de "La Ballena".

Fotograma de la película 'La Ballena0

Foto: YT-A24

LatinAmerican Post | Jose Arnold López Hernández

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Read in english: Review of “The Whale”: Redemption in the Midst of a Storm of Guilt

La filmografía de Darren Aronofsky se ha conformado por personajes quebrados por la culpa, el entorno social y su propio ego, que encuentran en algún momento su clímax en la esperanza, el amor o el perdón. Para él, la transformación del personaje se revela en su punto más bajo, para así mostrar su humanidad de forma directa y desgarradora.

“La Ballena” nos presenta a Charlie (Brendan Fraser), un solitario profesor de lengua inglesa que padece de obesidad mórbida y que tiene un particular aprecio por un ensayo sobre “Moby Dick”. Después de sufrir un preinfarto, él intenta buscar el perdón de Ellie (Sadie Sink), su hija, a la cual abandonó cuando ella tenía ocho años.

Con esta premisa, Aronofsky (“Requiem por un Sueño”, “El Cisne Negro”) se adentra en la fragilidad y el dolor de una persona que vive con resentimiento sobre sí mismo, al punto de resguardarse en la comida como su único alivio. La forma de desarrollar la historia es contundente, e incluso cruel con sus diferentes personajes, pero no olvida humanizarlos. Hace reflexionar al espectador sobre la capacidad de amar y perdonar. “La Ballena” no es solo una historia sobre lo caótico de conectar con otros en los tiempos actuales, sino también sobre la importancia de la redención y el legado que dejamos atrás.

De rencores e inconexiones.

Samuel D. Hunter adapta su obra de teatro “The Whale” al cine con un ritmo apropiado que permite que fluyan las relaciones entre los personajes. Narrada durante el periodo de una semana, somos espectadores de la desordenada y lúgubre vida de Charlie, quien debe tomar decisiones que afectan su vida y la de las pocas personas que lo rodean. Mientras tanto, conocemos sobre la culpa que carga cada uno en sus corazones. Ninguna escena se siente innecesaria, ya que empatizamos y comprendemos cada lucha interna.

La incertidumbre que plasma Aronofsky y su equipo, con genialidad, va desde la organización de los libros o la elección de la comida y los muebles hasta lo que ven los protagonistas en la televisión. Se destacan personajes como Liz (Hong Chau), enfermera y mejor amiga de Charlie, que lo cuida y acompaña a pesar de ser testigo de su autodestrucción, y Thomas (Ty Simpkins), un joven que busca convertir a Charlie a “Nueva Vida” con tal de salvar el alma de alguien y redimirse de esta manera. Las interacciones de ambos no son un simple apoyo emocional y físico para Charlie, sino también un reto para ellos mismos por su pasado religioso. Tanto Liz como Thomas cargan remordimientos por las decisiones que han tomado, y a pesar de sus diferencias, encuentran en Charlie un refugio para ser mejores y darle un sentido a su dolor.

La actitud de Charlie ante su ayuda, comprensión y compasión es humilde y carismática, a pesar de lo imponente que se muestra el personaje, efecto logrado gracias al detallado trabajo de maquillaje y prótesis. Así, Aronofsky logra un balance entre lo grotesco y lo sensible que puede lucir su protagonista. Además, agrega elementos que hacen que en la interacción de Charlie con su entorno pueda sentirse un atisbo de esperanza y, sobre todo, comprensión de su estado físico y mental. Charlie no es un monstruo bíblico como lo quiere pintar la sociedad, sino alguien que se ha dejado llevar por la tristeza y la falta de conexión con lo real.

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La fe nos hará libres

Aronofsky y Hunter no tienen miedo en señalar las incongruencias e hipocresías de la religión como método de salvación y redención. Además, critican también lo superficial de la sociedad frente a los problemas de salud. Charlie, interpretado con mucho carácter por Brendan Fraser, no busca una salvación ante los ojos de la sociedad, de lo divino o de quienes ama, sino ante sus propios ojos y los de su hija.

El ensayo de “Moby Dick” se retoma a lo largo de la película como una analogía de la tristeza, la lucha y la esperanza de Charlie sobre el mundo, lo que depositará luego en su hija. Ellie se convierte así en un contrapunto para todos los personajes, ya que a partir de la frialdad que muestra ella desde sus redes sociales, sus actitudes y su vocabulario, permite que todos se reconozcan a sí mismos y acepten su realidad, e incluso, que puedan dejar atrás su pasado. Los personajes logran avanzar con lo que necesitan, más no con lo que quieren gracias a su conexión, su amor y su fe en otros.

La Ballena” es un melodrama difícil de ver por la posición que toma Aronofsky sobre su personaje, ya que confronta en cada momento al espectador tanto visual como narrativamente hasta el límite. La película se pregunta sobre cómo la cúspide del amor y el perdón yace en los recuerdos y en la sinceridad de quienes nos acompañan y nos aceptan, pero también sobre cómo nos desligamos de lo emocional. La historia de Charlie es una luz de esperanza sobre el significado de ser humanos, pero también sobre lo complejo que puede ser conectar con nosotros mismos y nuestros sentimientos.

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