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“Triángulo de la tristeza”: ¿Una sátira de los ricos o para los ricos?

En la nueva película de Ruben Östlund, los pasajeros de un exclusivo crucero de lujo se enfrentan a la voluntad de una tormenta y un capitán marxista. Esta es nuestra reseña de la ganadora de la Palma de Oro y nominada a tres premios Óscar, "Triángulo de la tristeza".

Fotograma de la película 'Triángulo de la tristeza'

Foto: Apple TV

LatinAmerican Post | Juan Andrés Rodríguez

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Read in english: “Triangle of Sadness”: A Satire of the Rich or for the Rich?

El cine y la televisión, desde sus inicios, han sido medios fundamentales para visibilizar y criticar las dinámicas de las clases sociales. No hay nada nuevo en qué películas o series satirizan la riqueza. Pero en los últimos años es notable el incremento de producciones que se centran en esta temática y buscan ridiculizarla desde el absurdísimo.

A este repertorio se suma "Triángulo de la Tristeza", la nueva película de Ruben Östlund ("Fuerza mayor", "The Square") y ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2022. Los modelos e influencers Carl (Harris Dickinson) y Yaya (Charlbi Dean) son invitados a un crucero de lujo, acompañados por un grupo de personas absurdamente ricas. En este “paraíso” en medio del océano, la orden es cumplir todos los deseos de sus pasajeros, lo cual no sienta muy bien con la ideología marxista del capitán (Woody Harrelson). Cuando una tormenta golpea el barco, el orden social y las dinámicas de poder son subvertidas.

Asociada al subgénero de “eat the rich” (Comerse a los ricos) —nombre originado por la frase de la revolución francesa “Cuando el pueblo ya no tenga qué comer, se comerá a los ricos”— en el cual destacan títulos como "Parásitos", "White Lotus", "Succession", "El menú" y "Glass Onion", surgen las preguntas de ¿cuál es el aporte del "Triángulo de la Tristeza" al discurso sobre el “1%" de la población?, y si realmente es una crítica de los ricos o para los ricos.

Una tormenta de temas

La cinta se estructura en tres partes y en cada una se denota su intención de probar puntos sobre las dinámicas de poder en el mercado capitalista. Hay una abundancia de temas como los roles de género, el cuerpo como mercancía, el menosprecio e invisibilización de los trabajadores en las industrias de servicio y el origen de la llamada acumulación originaria, por mencionar algunos. Es como si Östlund hubiera leído “El Capital” de Marx y fascinado, hubiera hecho una lista de sus elementos favoritos, que abordaría en una película. Los trata, pues, de incorporar el máximo y pasa de uno a otro de la manera que le parece más eficiente, como si fuera una lista de pendientes. El resultado son momentos muy memorables, con diálogos audaces, pero una narrativa desarticulada.

Esto tiene un costo en el ritmo y desarrollo de personajes. La ambición de temática del guion se recarga en la segunda parte, que se concentra en la extravagancia e inmadurez de la gente adinerada. Aunque su puesta en escena para representar esto es muy ingeniosa, hay una reiteración que lleva al punto del aburrimiento y se siente el peso de su duración de más de dos horas y media.

El funcionar plenamente el entorno a las temáticas del poder y capitalismo reduce el propósito de los personajes a demostrar un punto. Carl y Yaya son representaciones de la adulación por los estándares de belleza occidentales, que convierten sus cuerpos en un bien comerciable. El capitán es la encarnación del socialismo con conciencia de la desigualdad como base de la riqueza y la resignación ante las fuerzas del mercado. Así se pueden ir listando cada uno y esto no quiere decir que las actuaciones sean malas, el reparto es increíble, pero resulta en un desarrollo unidimensional.

Con esto dicho, vale sumarse a los elogios a la interpretación de Dolly De Leon como Abigail. Su rol es fundamental, pero solo entra al foco en la tercera parte y por eso es más disfrutable si se desconocen los detalles. Basta con decir que De Leon se roba la atención en cada escena y es probablemente la única que tiene un arco narrativo complejizado. Sorprende y decepciona que la película recibiera más nominaciones al Óscar de lo esperado —en especial la de Östlund a mejor dirección— pero aun así De Leon quedó por fuera de la categoría a Mejor actriz de reparto.

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De la caricatura al absurdo

Una crítica común al filme es que se presenta como una sátira de la extrema riqueza que pretende incomodar a los multimillonarios, pero resulta como un producto para el entretenimiento de estas audiencias desde la autocrítica. Es un retrato caricaturesco que pretende ridiculizarlos, demostrar cómo se desconectan de la realidad y con cinismo convierten a los demás en un medio para cualquier fin, por mínimo que sea.

Hay escenas brillantes para demostrar esto, particularmente una que le da un nuevo sentido —o uno muy literal— a la frase “asquerosamente ricos”. Pero la apuesta constante por el absurdísimo hace que caiga tanto en lo inverosímil que al final no se siente agudeza en sus comentarios sobre el “1%”, quienes probablemente disfrutarán más la película que un espectador casual.

Ante la oleada de producciones que pretenden burlarse del privilegio, "Triángulo de la tristeza" no destaca como una sátira de la riqueza y el capitalismo. Cuenta con momentos sorprendentes, estrafalarios y divertidos, buenas actuaciones y unas frases memorables de la economía marxista, pero palidece ante otras producciones —una recomendación para ver "El discreto encanto de la burguesía" (1972), de Luis Buñel— más memorables y mejor logradas del mismo discurso.

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