Microcréditos: ¿Por qué los préstamos informales o ‘gota a gota’ son una opción en Latinoamérica?
El 'gota a gota' se ha convertido en una problemática en Latinoamérica, especialmente para las personas que no pueden sacar microcréditos de bancos y que recurren a préstamos con altas tasas de interés de grupos delictivos para mantener su hogar o impulsar sus negocios.
Foto: Freepik
LatinAmerican Post | Christopher Ramírez Hernández
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El fenómeno del ‘gota a gota’ (o ‘paga diario’ como se conoce en varios sectores de Latinoamérica), es una problemática económica y social que aqueja aparte de la población de la región, especialmente aquellas personas consideradas como no bancarizadas. Esta población decide solicitar dineros (muchas veces nacidos de negocios ilícitos) a grupos delincuenciales, arriesgando su vida, y todo por obtener algunos centavos con los cuales, sostener su hogar o impulsar sus microemprendimientos.
Este sistema es fácil de entender: se otorga un préstamo de manera inmediata y sin la necesidad de proporcionar garantías, pero con una tasa de interés que supera ampliamente los límites de la usura (entre 20 y 40% mensual). Además, en caso de que el beneficiario no cumpla con los plazos establecidos, se realizan cobros de manera violenta.
¿Cómo fue su expansión por Latinoamérica?
De acuerdo con una investigación realizada por el laboratorio periodístico Connectas, en apoyo con El País de Cali, este fenómeno nació en los años 90 en Colombia como una necesidad para ‘blanquear’ los dineros del narcotráfico. Así, en ciudades como Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cali y el Eje Cafetero se hizo poderosa la figura del ‘gota a gota’, especialmente entre personas que no podían acceder a microcréditos bancarios en este país.
Entre 2008 y 2017, el éxodo de colombianos hacia países cercanos de la región se convirtió también en un puente para llevar este sistema de préstamos informal a territorios como Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Bolivia, Brasil, México, Honduras, Guatemala (con apoyo de las maras de El Salvador), Panamá y Uruguay. En pocas palabras, se ha esparcido por casi toda Sudamérica y en gran parte de territorio centroamericano como un virus que busca una cosa: lavar dinero a costa de la necesidad ajena.
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Un problema como intento de solución a otro
Ahora, lo que se muestra como un problema para muchas personas, es también una solución (y en muchos casos la única) de un gran número de ciudadanos que ven en los ‘gota a gota’ una alternativa a las pocas oportunidades de obtener un crédito con ayuda de un banco.
De acuerdo con el Global Findex 2021 del Banco Mundial, entre 2011 y 2021 aumentó en un 25% la cantidad de adultos que tienen al menos una cuenta bancaria en el mundo: pasó del 51% en 2011 al 76% en 2021.
Asimismo, según datos oficiales de la Corporación Andina de Fomento (CAF o también conocida como Banco de Desarrollo de América Latina) “entre 2014 y 2021 la proporción de adultos que realizó pagos digitales se duplicó de 26% a 51% a nivel mundial. Para América Latina y el Caribe, esta cifra pasó de 5% en 2014 a 20% en 2021, un aumento de 15 puntos porcentuales”.
Para el CAF, este fenómeno se debe en gran medida al aumento en el acceso a cuentas de dinero móvil, especialmente a partir de los pagos de subsidios que los gobiernos de la región realizaron como respuesta a la crisis del COVID-19. Esta medida permitió que una mayor proporción de mujeres, población de escasos recursos y otros grupos tradicionalmente excluidos del sistema financiero pudiesen acceder a estos productos.
Sin embargo, el hecho de que más personas hubiesen abierto cuentas bancarias, ya fuese en la banca tradicional o en las ‘fintech’, no es sinónimo de que la oportunidad de obtener créditos aumentará también.
Un informe reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) asegura que “el aumento de la importancia del sector financiero y la mayor profundización financiera que esto implica no asegura un mayor desarrollo financiero o mayor inclusividad financiera”. Es decir, tener una cuenta de ahorros no es igual a contar con la oportunidad de tener un desarrollo financiero y productivo mayor.
En ese sentido, la CEPAL asegura que aún existe un bajo y desigual acceso al sistema financiero por parte de personas en condición de trabajo informal, así como de las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs).
Según un informe del Banco Mundial, la situación financiera de las pequeñas empresas en América Latina y el Caribe es preocupante, ya que solo un poco más del 45% de estas compañías tienen acceso a créditos ofrecidos por instituciones financieras formales. Esta limitación financiera puede afectar su capacidad para crecer, innovar y competir en el mercado.
En consecuencia, las PyMEs han visto reducido el uso del sistema financiero a “movilizar depósitos y como medio de pago; mientras que el uso del mismo para los productos de crédito es significativamente menor, lo que puede restringir su capacidad de expansión y crecimiento futuro”.
“Este contexto da lugar a círculos viciosos que mantienen a las unidades productivas de menor tamaño en un constante estado de vulnerabilidad (y recurriendo a opciones como los ‘gota a gota’) y bajo crecimiento; con las inmensas consecuencias que ello conlleva en términos de pobreza y desigualdad social”, añadió la CEPAL.
¿Los pobres cada vez más pobres?
Ahora, esto no quiere decir que no existan opciones de microcrédito para este tipo de población que requiere de un empujón económico para mejorar su productividad y poder crecer dentro de la sociedad. No obstante, el problema se mantiene, primero, porque son pocos los bancos que ofrecen estas alternativas, y segundo, porque aquellos que las dan lo hacen con una tasa de interés estratosférica.
Por ejemplo, en el caso de Colombia, para 2021 solo 11 bancos ofrecían la opción de microcrédito, de los cuales, al menos 5 tenían una tase de interés superior al 40%. Según María Clara Hoyos, presidente de Asomicrofinanzas, no es que los bancos quieran ver “a los pobres más pobres”, es solo que deben blindarse también.
“Cuando analizamos las características de los microempresarios, vemos que no tienen ahorros ni activos. Como el riesgo es mayor y muchas deudas no se están pagando, la tasa sube. Plazo más largo y más riesgo es igual a una mayor tasa”, indicó la experta en conversación con el diario La República.