Abordar la doble carga de la malnutrición en América Latina
La doble carga de la malnutrición (DMB) es un problema crítico que a menudo se pasa por alto en América Latina. Mientras la región lucha contra la desnutrición y las crecientes tasas de obesidad, comprender y abordar la DMB se ha vuelto esencial para el desarrollo sostenible y la salud pública.
América Latina ha luchado durante mucho tiempo contra la malnutrición, pero la naturaleza del desafío ha evolucionado. Históricamente, la región enfrentó una desnutrición generalizada, particularmente entre los niños, debido a la pobreza, la inseguridad alimentaria y la inestabilidad política. Desde principios del siglo XX hasta la década de 1970, muchos países latinoamericanos implementaron programas para combatir la desnutrición, centrándose en aumentar la producción de alimentos y mejorar la infraestructura de salud pública. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, grandes segmentos de la población continuaron sufriendo retraso del crecimiento, emaciación y otros tipos de desnutrición.
A fines del siglo XX, la región sufrió importantes cambios económicos y sociales, con una rápida urbanización, cambios en las prácticas agrícolas y la globalización de los mercados de alimentos. Estos cambios tuvieron efectos profundos en el estado nutricional de las poblaciones latinoamericanas. Mientras las tasas de desnutrición comenzaron a disminuir, surgió un nuevo problema: la sobrenutrición. La creciente disponibilidad de alimentos procesados con alto contenido de grasas, azúcares y sal, combinada con estilos de vida sedentarios, condujo a un marcado aumento de la obesidad y las enfermedades no transmisibles (ENT) relacionadas, como la diabetes y la hipertensión.
Hoy en día, América Latina es una región marcada por la desigualdad nutricional. Mientras algunas comunidades siguen enfrentando desnutrición crónica, otras experimentan tasas de obesidad que se disparan. Los expertos se refieren a esta coexistencia de desnutrición y sobrenutrición dentro de las mismas poblaciones como la doble carga de la malnutrición (DBM). Comprender la prevalencia y el impacto de la DBM en América Latina es crucial para desarrollar políticas de salud pública efectivas.
Prevalencia y tipologías de la malnutrición crónica en América Latina
La doble carga de la malnutrición no es un problema uniforme en toda América Latina; varía significativamente según el país, el nivel socioeconómico y los entornos urbanos y rurales. Una revisión sistemática de estudios realizados entre 1988 y 2017 reveló que la prevalencia de la malnutrición crónica en la región varía entre el 0% y el 24%, según la tipología específica de malnutrición que se esté midiendo.
Una de las tipologías de malnutrición crónica más comunes en América Latina es la coexistencia de un adulto con sobrepeso y un niño con retraso del crecimiento dentro del mismo hogar. Esta tipología resalta las marcadas desigualdades nutricionales incluso dentro de una misma familia. Por ejemplo, casi el 8,5% de los hogares experimentan esta forma de malnutrición crónica en Perú, Brasil y México. Esto es particularmente preocupante porque los niños con retraso del crecimiento tienen un mayor riesgo de desarrollar obesidad y ENT más adelante en la vida, lo que perpetúa un ciclo de malos resultados de salud a lo largo de las generaciones.
Otra forma frecuente de DBM es la combinación de sobrepeso y anemia, especialmente entre las mujeres en edad reproductiva. En América Latina, se estima que el 7% de las mujeres padecen esta doble carga, que plantea riesgos significativos no solo para su salud sino también para la salud de sus hijos. La anemia, a menudo causada por la deficiencia de hierro, puede provocar complicaciones durante el embarazo y el parto, así como perjudicar el desarrollo cognitivo y físico de sus hijos.
Los niños también se ven cada vez más afectados por DBM, y los estudios muestran un aumento preocupante en el número de niños que tienen sobrepeso y retraso del crecimiento. Esta condición, que afecta aproximadamente al 1,6% de los niños menores de 18 años en la región, refleja la compleja interacción entre la mala calidad de la dieta, la actividad física insuficiente y las desigualdades sociales persistentes.
Factores sociales y económicos más amplios también influyen en la prevalencia de DBM. Por ejemplo, los países con mayores niveles de desigualdad económica y acceso inadecuado a la atención médica tienden a tener tasas más altas de DBM. Esto sugiere que abordar DBM en América Latina requerirá intervenciones nutricionales y esfuerzos más amplios para reducir las disparidades sociales y económicas.
El papel de los sistemas alimentarios y los alimentos ultraprocesados
El cambio en los patrones alimentarios en América Latina durante las últimas décadas ha desempeñado un papel importante en el aumento de la DBM. Las dietas tradicionales, que antes eran ricas en frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, han sido reemplazadas cada vez más por dietas dominadas por alimentos ultraprocesados. Estos alimentos, que son altos en calorías pero bajos en nutrientes esenciales, contribuyen significativamente a la obesidad y las deficiencias de micronutrientes en la región.
Los alimentos ultraprocesados están ahora ampliamente disponibles y a menudo son más asequibles que las alternativas más saludables, lo que los convierte en un alimento básico en las dietas de muchos hogares de bajos ingresos. Esto ha llevado a una situación en la que las personas pueden consumir suficientes calorías, o incluso demasiadas, pero aún así padecen deficiencias de nutrientes. El resultado es una población que está simultáneamente sobrealimentada y desnutrida.
Las investigaciones han demostrado que el consumo de alimentos ultraprocesados está vinculado a un mayor riesgo de desarrollar DBM. Por ejemplo, un estudio realizado en México concluyó que los niños que consumían una dieta rica en alimentos ultraprocesados tenían más probabilidades de tener sobrepeso y anemia. Este es un claro ejemplo de cómo los sistemas alimentarios modernos contribuyen a la doble carga de la malnutrición en América Latina.
Para abordar el papel de los alimentos ultraprocesados en la malnutrición crónica aguda será necesario adoptar políticas integrales, como reglamentaciones sobre la comercialización y el etiquetado de alimentos ultraprocesados, impuestos a los alimentos poco saludables y subsidios a las frutas, verduras y otros alimentos nutritivos. Además, las campañas de salud pública que promuevan dietas tradicionales y saludables podrían ayudar a revertir las tendencias actuales y reducir la prevalencia de la malnutrición crónica aguda.
Estrategias de salud pública e implicaciones políticas
Para abordar la doble carga de la malnutrición en América Latina se necesita un enfoque multifacético que aborde las causas inmediatas y subyacentes. Las estrategias de salud pública deben adaptarse a las necesidades específicas de las diferentes poblaciones, teniendo en cuenta los complejos factores sociales, económicos y culturales que contribuyen a la malnutrición crónica aguda.
Un enfoque prometedor es la implementación de acciones de doble función, que son intervenciones diseñadas para reducir simultáneamente la desnutrición y la sobrenutrición. Por ejemplo, los programas de alimentación escolar que proporcionan comidas ricas en nutrientes pueden ayudar a prevenir el retraso del crecimiento en los niños y, al mismo tiempo, reducir el riesgo de obesidad al promover hábitos alimentarios saludables desde una edad temprana.
Otra estrategia fundamental es mejorar el acceso a los servicios de atención de la salud, en particular para las poblaciones rurales y de bajos ingresos. Los exámenes de salud periódicos, el asesoramiento nutricional y las intervenciones como la suplementación con micronutrientes y el manejo de la obesidad pueden ayudar a identificar y abordar los casos de DBM en una etapa temprana. El fortalecimiento de los sistemas de salud y la garantía de que estén equipados para enfrentar los desafíos duales de la desnutrición y la sobrenutrición es esencial para reducir la carga de DBM en la región.
Las intervenciones de políticas a nivel nacional y regional también son cruciales. Los gobiernos de América Latina deben priorizar el desarrollo y la implementación de políticas nutricionales integrales que aborden las causas profundas de DBM. Esto incluye programas y políticas de salud y nutrición que promuevan la seguridad alimentaria, reduzcan la pobreza y mejoren la educación.
Por ejemplo, se ha demostrado que el programa Bolsa Família de Brasil, que brinda asistencia financiera a familias de bajos ingresos, reduce las tasas de desnutrición y obesidad entre los niños al mejorar el acceso a los alimentos y la atención médica. De manera similar, el impuesto al azúcar de México, implementado en 2014, ha reducido significativamente el consumo de bebidas azucaradas, que contribuyen significativamente a la obesidad.
Al mismo tiempo, se necesita una inversión más significativa en investigación para comprender mejor la prevalencia y los factores que impulsan la malnutrición crónica en diferentes contextos. Se requieren más datos sobre las poblaciones subrepresentadas, como los hombres y las personas mayores, y el impacto de la malnutrición crónica a lo largo de la vida. Esta información es vital para diseñar intervenciones efectivas y monitorear el progreso hacia la reducción de la doble carga de la malnutrición.
Un llamado a la acción
La doble carga de la malnutrición es un importante desafío para la salud pública en América Latina, con graves consecuencias para el desarrollo futuro de la región. Para abordar este problema se requiere una acción urgente y concertada de los gobiernos, los profesionales de la salud y la sociedad civil. Mediante la implementación de acciones de doble efecto, mejorando el acceso a la atención de salud y promulgando políticas nutricionales eficaces, América Latina puede dar pasos importantes hacia la erradicación de la malnutrición en todas sus formas. Sin embargo, esto requerirá una voluntad política sostenida y el compromiso de recursos a todos los niveles. A medida que la región continúa desarrollándose, la nutrición debe seguir siendo un foco central de los esfuerzos de salud pública para garantizar un futuro saludable y próspero para todos.
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