Caso sin Resolver del Poeta Salvadoreño Asesinado Cumple Cincuenta Años de Misterio

Hace cincuenta años, el reconocido poeta salvadoreño Roque Dalton fue asesinado en circunstancias turbias, y su cuerpo nunca fue encontrado. El genio literario que defendía ideales revolucionarios sigue siendo una presencia inquietante en El Salvador, donde aún persisten preguntas sin respuesta sobre quién le quitó la vida.
Una Voz Revolucionaria, Silenciada
Roque Dalton (1935-1975) fue ampliamente considerado una de las principales figuras literarias de El Salvador. Julio Cortázar, Mario Benedetti y Elena Poniatowska elogiaron su destreza con el lenguaje y su agudo sentido del humor. Sus escritos eran audaces, combinando pensamientos delicados sobre el amor y la muerte con una dedicación firme a los cambios revolucionarios. Dalton tenía convicciones sólidas, lo que le generó tanto admiración como desacuerdo. En particular, apoyó la lucha armada para acabar con el gobierno opresor de su época.
La vida de Dalton fue tan multifacética como su poesía. Mientras creaba poemas de belleza lírica, también escribió ensayos políticos incisivos, manuales prácticos de guerrilla y apasionados análisis históricos. Esta amplitud de obra revelaba a un hombre que concebía el arte no solo como una expresión estética, sino como una herramienta para provocar la transformación social. Sin embargo, su idealismo revolucionario le costó muy caro. En mayo de 1975, compañeros insurgentes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)—una de las facciones que más tarde formarían parte del ejército guerrillero del FMLN—acusaron a Dalton de ser un espía de la CIA. Lo tacharon de traidor y lo ejecutaron en circunstancias oscuras, bajo un “tribunal revolucionario” que enmascaraba apenas lo que muchos desde entonces han llamado una depuración interna escandalosa.
Aunque la dirección del ERP admitió eventualmente que el asesinato de Dalton fue un error, nunca se llegó a una resolución oficial. Los restos de Dalton nunca fueron recuperados, lo que agudizó la tragedia para su familia y simpatizantes. Su viuda, Aída Cañas, y sus hijos Juan José y Jorge han pasado décadas exigiendo justicia legal de quienes consideran responsables. Para ellos, la ausencia persistente del cuerpo de Dalton es un recordatorio brutal de la incapacidad—o falta de voluntad—de El Salvador para enfrentar plenamente las atrocidades de la guerra.
El Espectro de la Impunidad
Durante la larga guerra civil de El Salvador (1980–1992), el ejército del país, respaldado por Estados Unidos, combatió contra el FMLN, del cual el ERP formaba parte. Tras la firma de los acuerdos de paz en 1992, una ley de amnistía protegió efectivamente a individuos de ambos bandos de ser procesados por crímenes relacionados con el conflicto. Este escudo legal integral frustró los llamados a la justicia de la familia Dalton. Reiteradamente insistieron en que las figuras que ordenaron o ejecutaron el asesinato del poeta debían enfrentar cargos penales y revelar el paradero de sus restos.
Joaquín Villalobos, quien fuera el comandante supremo del ERP, es una de las figuras más controvertidas. Los partidarios de Dalton creen que Villalobos fue quien disparó el arma que terminó con la vida del poeta. Tras la guerra, Villalobos dio un giro radical hacia la derecha política, se trasladó a Londres y comenzó a asesorar a varios gobiernos en temas de contrainsurgencia. Ha reconocido lo ocurrido como un “error de juventud”, pero se ha negado a proporcionar detalles sobre el asesinato. Otro dirigente del ERP, Jorge Meléndez, permaneció en El Salvador y se involucró en la política tradicional. Encabezó la Protección Civil bajo dos administraciones del FMLN, una designación que indignó a la familia Dalton, la cual pidió reiteradamente su destitución y la reapertura de la investigación del asesinato. Solo encontraron inacción y silencio.
A pesar de algunos reconocimientos simbólicos—como una estampilla conmemorativa de Dalton y su inclusión en antologías oficiales—nunca se llevó a cabo una rendición de cuentas definitiva, ni legal ni histórica. Las preguntas persisten: ¿quién exactamente apretó el gatillo?, ¿quién ordenó la ejecución?, ¿dónde fue enterrado Dalton? Cada una de estas preguntas es una herida abierta. Y esa herida ha empeorado con el paso de los cincuenta años. Refleja una renuencia nacional a examinar a fondo los acontecimientos dolorosos del pasado.
Una sombra adicional se extiende sobre la izquierda misma. Críticos de la derecha política utilizan el asesinato de Dalton como prueba de cómo “la izquierda devora a los suyos”, mientras que muchos salvadoreños de tendencia progresista luchan con la culpa y la confusión por cómo su movimiento permitió que se cometiera un acto tan atroz en nombre de la revolución. En esta zona de rechazos, verdades parciales y dudas, el asesinato de Dalton sigue siendo un caso único de cómo una devoción intensa a las ideas puede convertirse en la trágica muerte de un compañero.
Un Legado que Sigue Desarrollándose
Paradójicamente, aunque las circunstancias de su muerte siguen siendo objeto de controversia, su estatura literaria y cultural no ha hecho más que crecer. Organismos oficiales, tanto de gobiernos conservadores como progresistas, lo han reivindicado como un tesoro nacional, validando el poder de su poesía para hablar a través de las décadas. Congresos académicos, revistas y documentales—como Roque Dalton: fusilemos la noche (2013), de Tina Leisch—siguen explorando su vida y celebrando la vitalidad de su escritura.
Al mismo tiempo, la figura de Roque Dalton se ha vuelto casi mítica: un poeta bohemio con una capacidad épica para beber y amar, un “soñador” atrapado en el fuego cruzado de la política salvadoreña. Estas representaciones, aunque cautivadoras, corren el riesgo de eclipsar el compromiso serio de Dalton con el cambio radical y de oscurecer las injusticias reales que le costaron la vida. Cuando ciertos sectores académicos o políticos minimizan su marxismo militante, corren el riesgo de blanquear precisamente la convicción que moldeó cada uno de sus versos y acciones.
Cincuenta años después, la familia Dalton sigue buscando respuestas sobre sus últimas horas y el destino de sus restos. Aunque parece improbable que los directamente involucrados enfrenten un juicio, los Dalton mantienen la esperanza de que algún tipo de comisión de la verdad o proceso de justicia transicional pueda arrojar luz sobre el asesinato. Incluso si la justicia formal resulta inalcanzable, una rendición de cuentas colectiva—una exposición completa de lo que realmente ocurrió—podría al menos permitir que la herida comience a sanar.
La historia de Dalton refleja claramente el trabajo complejo que enfrenta El Salvador al intentar reconciliar su pasado revolucionario con sus tiempos actuales llenos de incertidumbre. Más aún, Dalton sigue siendo relevante a medida que surgen nuevos movimientos sociales en América Latina que intentan comprender vínculos políticos cambiantes y creencias en transformación. Su humor irreverente y su convicción firme continúan inspirando. En sus poemas, muchos siguen encontrando una fe constante: que las palabras, cuando se usan con un propósito, pueden mover a las sociedades a actuar.
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Y sin embargo, mientras su huella cultural se expande, el silencio que rodea su asesinato sigue siendo ensordecedor. Hasta que quienes orquestaron o ejecutaron la muerte de Dalton no revelen la verdad indiscutible, el poeta seguirá siendo un símbolo de las heridas no curadas de El Salvador y de su irreprimible deseo de justicia. En el silencio de las preguntas sin respuesta, la voz de Roque Dalton aún resuena—exigiendo que el país enfrente su pasado y se atreva a soñar con un futuro más justo.