Colombia, laboratorio de paz
Teniendo en cuenta la historia de la nación, ¿cómo han tomado acción los ciudadanos?
El mapa de Colombia, en las décadas entre 1980 y 2000, se encuentra bañado en rojo de la sangre de las víctimas de la violencia indiscriminada. Quizás el periodo más crítico de la historia reciente es el de la guerra interna, en que los grupos al margen de la ley daban muestras de las más diversas formas de acción: narcotráfico, guerrilla, paramilitarismo, delincuencia común y hasta errores de las Fuerzas Armadas por dar resultados que hacían blanco a la población civil.
A propósito del presente Acuerdo de Paz, que le dio el Nobel al Presidente Juan Manuel Santos. Conviene resaltar y reconocer antecedentes de procesos de no violencia regionales que sin duda marcan la huella de una actitud de convivencia pacífica, seguramente arraigada en nuestra sangre colombiana.
En La India, corregimiento de las poblaciones de Cimitarra y Landázuri en el departamento de Santander, en una zona reconocida en Colombia como el Magdalena Medio, un teatro de operaciones denominado así por el Ejército Nacional que se circunscribe en torno del principal del río que atraviesa el país, Río Magdalena. Surge un modelo de resistencia civil que ayuda en la sostenibilidad de la pacificación de la zona.
Pasamos por la segunda mitad de la década del 80. De la India, el país asiático, hasta La India en el Magdalena Medio, nace un modelo de paz a partir de la resistencia pacífica. Liderada, en una, por “Mahatma” Gandhi y en otra, por Josué Vargas, quienes, mueren asesinados a manos de radicalistas religiosos, uno, y el otro, de extrema derecha.
Exactamente en 1987, se constituye la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, A.T.C.C. hastiados de ser carne de cañón de todas las fuerzas ilegales y legales de la región. Cansados de ser señalados como auxiliadores o, peor aún, de ser miembros de organizaciones guerrilleras, autodefensas o informantes del Ejército lo que los convertía en objetivo militar de uno y de otro, sin otra salida que la muerte o la resistencia pacífica, deciden confrontara a los actores armados del conflicto regional, negarse a ayudarles y proponerle un cese al fuego que les permita adelantar un plan de desarrollo para esta exuberante zona de vegetales, minerales y animales, pero, sobre todo, de gente feliz que estaba siendo entristecida por la violencia y muerte.
Seguramente, como lo describen los expertos, en medio de una violencia estructural surgen grupos sociales como la ATCC, campesinos de la región que ponían los muertos y ahora, pretendían la continuidad de la vida.
Así que, decidieran dialogar con el Coronel de la XIV Brigada del Ejército en la población cercana de Puerto Berrio. El General de la II División del Ejército Nacional en la capital del Departamento, Bucaramanga, con los comandantes de los frentes XI y IV de la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – con quienes se firmó la paz, 2017), con los líderes identificados de las Autodefensas (Paramilitares) de la zona, fue a plantear su intención de neutralidad y solicitud de no presión, ni colaboración a ninguno, pero sí reclamando con el diálogo el derecho a la vida, la paz y el trabajo de quienes labraban la tierra y habitaban este sector del país.
Así, en el centro del corregimiento de calles polvorientas, calor sofocante y belleza natural deciden a costa de su propia vida decir “NO MÁS”. Se dieron cita para comenzar un proceso de pacificación de la mano de un plan de desarrollo local que le dio a la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, ATCC, el Premio Nobel Alternativo para la Paz, en Oslo, Noruega en el año de 1990.
Lamentablemente, por la misma época se veía ennegrecido éste reconocimiento con la masacre en la que caería a manos de grupos de Autodefensa (según fallos judiciales) la reconocida periodista colombiana, Silvia Duzán, quien se encontraba entrevistando a Josué Vargas, Presidente de la A.T.C.C., Miguel Ángel Barajas, Vicepresidente y Saúl Castañeda, integrante de la asociación.
Su “resistencia fue sentencia de muerte” decían editoriales de la época. Colombia espera que esto no pase con el proceso actual, por ende, debemos rodear a la “paz” sin tregua.
Latin American Post | Yenit Fabiola Camargo G
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