Cómo viven los católicos latinoamericanos el cónclave y la transición papal

Con el fallecimiento del Papa Francisco el lunes a los 88 años, los católicos latinoamericanos se encuentran en una encrucijada trascendental. La Iglesia entra en una sede vacante, un período de reflexión solemne y unidad, que culmina en un ritual centenario: el cónclave.
La Sede Vacante y su Significado
La muerte del papa deja al Vaticano en sede vacante, literalmente “sede vacía”. Esta expresión señala un período particular en el que la Iglesia universal se prepara para elegir a un nuevo pontífice. Para millones de creyentes en América Latina, esta transición conlleva un profundo significado espiritual y cultural. Tras la muerte del papa, la responsabilidad inmediata del gobierno vaticano recae en el camarlengo, actualmente Kevin Farrell. Su función es supervisar las tareas administrativas, resguardar los bienes del papa y convocar a los cardenales del mundo a Roma para los ritos funerarios y la eventual elección de un sucesor.
Durante la sede vacante, no se permiten cambios o decisiones importantes. El Derecho Canónico de la Iglesia enfatiza la continuidad y la importancia del momento. Se recomienda evitar modificaciones a las actividades habituales, excepto por acciones básicas diarias. Al respetar esta norma, los católicos comprenden el peso de la pérdida de su figura religiosa y la necesidad de avanzar con honor y unidad.
Una vez que se completan todos los arreglos eclesiásticos necesarios, la atención se centra en el evento principal: el cónclave. Esta asamblea extraordinaria reunirá a los cardenales menores de 80 años de todo el mundo —actualmente 138 en total—. ¿Su misión? Elegir al próximo obispo de Roma y pastor espiritual de los 1.300 millones de católicos del mundo. El Papa Francisco trabajó para descentralizar la Iglesia. Nombró numerosos cardenales provenientes de América Latina, África y Asia. Esto promovió una representación geográfica más amplia en los cónclaves actuales.
Ingreso al Cónclave Sellado
La palabra “cónclave” proviene del latín cum clave, que significa “bajo llave”. Esta práctica comenzó hacia finales del siglo XIII. En aquel tiempo, los ciudadanos de Viterbo encerraron a los cardenales debido a su desacuerdo sobre quién debía ser el próximo papa. Permanecieron dentro hasta llegar a un acuerdo. Como resultado, Gregorio X fue elegido como nuevo pontífice. Los cónclaves actuales aún conservan este aislamiento. Su propósito es fomentar el consenso y evitar influencias externas.
En la fecha determinada por los cardenales —no más de 20 días después del anuncio oficial de la muerte del papa— los electores se reúnen para una misa llamada Pro eligendo Papa (Para la elección de un Papa) en la Basílica de San Pedro. Después de esta liturgia, los cardenales marchan solemnemente hacia la Capilla Sixtina, cantando el “Veni Creator”, un antiguo himno que invoca la guía del Espíritu Santo.
Dentro de la capilla, bajo la mirada del fresco del Juicio Final de Miguel Ángel, cada cardenal realiza un juramento sagrado de secreto. Su voto promete fidelidad y discreción, prohibiéndoles hablar sobre el proceso con el mundo exterior. Tras la declaración del maestro de ceremonias papal —”Extra omnes” (Todos fuera)—, sólo permanecen los cardenales electores, y las puertas son selladas. La Iglesia incluso emplea tecnologías como inhibidores de frecuencia para asegurar que no haya comunicaciones externas.
Durante cada ronda de votación, los cardenales escriben sus votos a mano. Cada papeleta dice Eligo in Summum Pontificem (“Elijo como Sumo Pontífice”) seguida del nombre del elegido. Uno a uno, cada elector coloca el papel doblado sobre una bandeja y lo introduce en una urna, mientras pronuncia un breve juramento: “Juro ante Cristo, mi juez, que mi voto es para la persona que creo que Dios quiere que sea elegida”. Tres cardenales, llamados escrutadores, cuentan y registran los votos, perforando cada papeleta y ensartándolas como en una cadena. Se requiere una mayoría calificada —dos tercios— para que la elección sea válida.
La Elección del Nuevo Pontífice
Después de cada votación, las papeletas se queman en una estufa dentro de la Capilla Sixtina. Desde una chimenea, dos señales de humo distintas informan al mundo:
- El humo negro (fumata nera) indica que ningún candidato ha conseguido la mayoría necesaria.
- El humo blanco (fumata bianca) proclama a todos los reunidos en la Plaza de San Pedro —y a los católicos del mundo— que ya se ha elegido un sucesor.
Cuando un cardenal obtiene el apoyo requerido de dos tercios, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re (a fecha de febrero de 2025), se le acerca para preguntarle si acepta el cargo de Sumo Pontífice. Si el cardenal acepta, la siguiente pregunta es: “¿Con qué nombre serás llamado?” El nuevo papa se retira entonces a una pequeña sala contigua, conocida como la “Sala de las Lágrimas”, donde lo esperan tres vestimentas papales de distintos tamaños. Una vez vestido, regresa a la capilla para orar antes de salir al balcón de la Basílica de San Pedro.
En ese momento histórico, el protodiácono anuncia desde el balcón: “¡Habemus Papam!”—”¡Tenemos papa!” El nuevo pontífice aparece entonces ante una multitud que vitorea para impartir su primera bendición Urbi et Orbi (A la ciudad y al mundo). Los católicos de todo el planeta, junto con las vastas comunidades religiosas de América Latina, esperan ver cómo la Iglesia trazará su nuevo camino espiritual.
Este cambio tiene múltiples capas de significado para los fieles en las naciones que van de México a Argentina. El momento presente tiene sentido para los católicos de todo el mundo, incluido el gran número de creyentes en América Latina. Ellos esperan el camino espiritual que seguirá la Iglesia.
Para los creyentes en estas tierras, este cambio tiene muchos significados. El Papa Francisco, originario de Argentina, le dio a la Iglesia un carácter marcadamente latinoamericano, con atención a los pobres, a los excluidos y al sur global. Ahora que ha partido, la región mira hacia lo que viene, con la esperanza de que continúen los cambios, la diversidad y el enfoque pastoral bajo el nuevo pontífice.
La reunión es privada y se rige por la costumbre, pero su efecto se siente en parroquias, catedrales y misiones. En América Latina, la región con más católicos del mundo, los fieles rezan por un buen sucesor. Desean a alguien que los guíe en tiempos de conflicto social, problemas económicos y culturas cambiantes. Aunque el proceso esté sellado dentro de la Capilla Sixtina, las esperanzas y preocupaciones de millones de católicos latinoamericanos resuenan tras esas puertas cerradas.
Lea Tambien: Papa Francisco: Pionero Latinoamericano y Legado Duradero
Los hechos prácticos como fechas, normas y votaciones crean la estructura del encuentro. Pero su núcleo espiritual es elegir a un líder que pueda unir y dar esperanza a un rebaño diverso. Mientras la Iglesia inicia un tránsito serio del duelo a la renovación, los católicos latinoamericanos se unirán en oración y reflexión. Esperarán la fumata blanca que señalará un nuevo tiempo de liderazgo en la Iglesia Católica Romana.