AMÉRICAS

Ecuador se dirige a una segunda vuelta en abril en un enfrentamiento tenso

Ecuador se dirige oficialmente a una segunda vuelta presidencial el 13 de abril, después de que el actual presidente Daniel Noboa y la izquierdista Luisa González terminaran con una diferencia mínima entre sí. Los ciudadanos, agobiados por la violencia de las bandas criminales y la crisis económica, esperan ahora un voto decisivo en la ronda final.

Segunda vuelta confirmada tras resultados extremadamente ajustados

El Consejo Nacional Electoral de Ecuador ha declarado que los votantes volverán a las urnas el 13 de abril para una segunda vuelta entre el actual mandatario, Daniel Noboa, y su retadora de izquierda, Luisa González. Con menos de un punto porcentual de diferencia en el conteo oficial—Noboa con un 44.5% y González con un 44.1%—el anuncio disipa cualquier incertidumbre previa: la segunda vuelta ya no es solo una posibilidad, sino una realidad.

Este enfrentamiento refleja el duelo previo entre ambos en 2023, cuando compitieron en una elección de mandato abreviado. En esa ocasión, Noboa salió victorioso. Las encuestas recientes habían pronosticado que podría lograr un nuevo triunfo en primera vuelta. Sin embargo, el estrecho margen en el resultado final ha extendido la contienda, brindando a los votantes más tiempo para evaluar qué enfoque consideran más confiable para rescatar a Ecuador de su creciente inseguridad.

El eje central de cada campaña es la promesa de poner fin a la escalada de violencia de las bandas criminales que han tomado el control de Ecuador, un país que antes era considerado uno de los más seguros de América Latina. Noboa, un empresario de 37 años y heredero de una prominente familia, asegura que su estrategia de desplegar militares en las calles y dentro de las cárceles ya ha reducido las muertes violentas, controlado los motines en prisiones y llevado a la captura de importantes jefes criminales. González, de 47 años, representante del movimiento izquierdista Revolución Ciudadana, argumenta que se necesitan medidas más contundentes: aboga por operativos a gran escala de las fuerzas armadas y la policía, una purga de funcionarios corruptos y un aumento del gasto social en las zonas más peligrosas del país.

Independientemente del resultado, queda claro que los ecuatorianos están profundamente preocupados. Miles de ciudadanos mencionan el aumento de secuestros, intentos de extorsión y asesinatos vinculados al narcotráfico como parte de su vida cotidiana. La segunda vuelta del 13 de abril se celebrará en un clima de intenso debate público sobre si la estrategia militarizada de Noboa debe continuar o si el enfoque integral—pero no probado—de González podría ser más eficaz.

Un país asediado por el crimen organizado

Ecuador ha pasado de ser un refugio seguro a convertirse en un epicentro criminal debido a su proximidad con países productores de drogas. Colombia y Perú generan grandes cantidades de cocaína que atraviesan los puertos ecuatorianos en su ruta hacia otros continentes. La ubicación estratégica de estos puertos atrae a grupos criminales rivales que luchan ferozmente por controlar estas lucrativas rutas de tráfico. A medida que las organizaciones criminales se multiplican, los secuestros por rescate se han disparado y los homicidios han alcanzado niveles antes impensables en el país.

Un escalofriante ejemplo proviene de un residente del sur de Guayaquil llamado “Jorge”, quien relató su historia a la BBC. Su padre, Marcos Elías León Maruri, fue secuestrado por miembros de la banda Los Tiguerones, que exigieron un alto rescate. Horas después, Jorge recibió un mensaje impactante: “Tengo a tu padre. ¿Cuánto pagarás por la vida de tu familia?” Luego llegó un video mostrando a su padre atado y brutalmente torturado.

Los captores inicialmente pidieron $100,000, una suma imposible para Jorge. Incluso después de negociaciones desesperadas y un acuerdo por un monto menor, la tragedia no terminó ahí. La policía lo alertó sobre un cadáver que coincidía con la descripción de su padre; la banda había dejado un macabro mensaje al atar uno de los dedos amputados de su padre al cuerpo. Jorge le dijo a la BBC que apenas se atreve a salir de su casa. Ha instalado cámaras de seguridad alrededor de su hogar y tiene demasiado miedo para seguir trabajando, sabiendo que los criminales podrían rastrearlo.

El asesinato del padre de Jorge es solo uno de los muchos casos en Ecuador. Los registros indican que cada dos horas un ciudadano es asesinado y que ocurren siete secuestros al día. La extrema violencia influyó en la primera ronda electoral, donde 16 candidatos presidenciales compitieron sin lograr la victoria definitiva. Ahora, con la segunda vuelta en el horizonte, los ciudadanos exigen soluciones concretas de los candidatos sobre cómo reducir los asesinatos y garantizar la protección de la población frente a las organizaciones criminales.

Dos Visiones Opuestas para la Seguridad

El contraste entre las propuestas de Noboa y González encapsula la división sobre cómo enfrentar la crisis de seguridad en Ecuador. Ambos candidatos han prometido combatir las arraigadas redes criminales del país, pero sus estrategias difieren drásticamente.

Daniel Noboa, el presidente de 37 años, sostiene que sus políticas de mano dura ya están dando resultados. Su gobierno ha desplegado fuerzas armadas para patrullar zonas urbanas, autorizado respuestas agresivas en áreas de alto riesgo y construido más centros de detención. Según él, estas acciones han logrado contener a las organizaciones criminales. Noboa afirma que los homicidios han disminuido en un 15 %, además de la captura de importantes líderes de bandas que antes operaban con impunidad.

Sin embargo, ciudadanos han manifestado su preocupación por la ampliación del poder policial bajo su mandato. Varios eventos han avivado la indignación pública ante posibles abusos de autoridad. Un caso alarmante expuso esta crisis cuando personal militar arrestó a cuatro jóvenes sospechosos de robo. Poco después, se hallaron sus cuerpos calcinados y mutilados, lo que desató investigaciones criminales contra 16 miembros del ejército. El gobierno niega responsabilidad, alegando que los jóvenes fueron liberados, pero la tragedia ha intensificado el debate nacional sobre derechos humanos y la capacidad del sistema judicial para fiscalizar a las fuerzas de seguridad.

Algunos residentes aplauden la disposición de Noboa para “responder a la violencia con fuerza”, en un país donde los criminales emplean granadas, ametralladoras y armamento típico de zonas de guerra. Otros argumentan que llenar cárceles y aumentar patrullajes solo es un paliativo si no se implementan reformas judiciales, sociales y económicas más profundas. Incluso quienes respaldan la represión advierten que la corrupción en los tribunales socava los esfuerzos policiales; en muchos casos, los detenidos son liberados poco después de su arresto.

Luisa González, por otro lado, ha planteado un enfoque multifacético que combina medidas policiales con estrategias socioeconómicas. Aliada cercana del expresidente Rafael Correa, promete combatir la violencia mediante operativos militares y policiales más amplios. También propone reformar el sistema judicial para expulsar a jueces y fiscales corruptos que facilitan la liberación de delincuentes peligrosos. Además, busca dirigir asistencia social a distritos golpeados por el crimen, convencida de que mejorar las condiciones de vida reducirá la atracción de los jóvenes hacia las pandillas.

Un tema central en sus discursos de campaña es la necesidad de “transformar el país” de una nación dominada por el miedo a una que invierte en oportunidades. Ha prometido la incorporación de 20,000 nuevos policías, mayores recursos para la investigación criminal y unidades especializadas en secuestros y extorsión. No obstante, algunos críticos advierten que sus planes podrían sobrecargar el presupuesto nacional. A la vez, el equipo de Noboa cuestiona cómo González financiará estas medidas sin deshacer algunos avances logrados por el gobierno actual en materia de seguridad. Sin embargo, su compromiso con la capacitación en derechos humanos resuena entre aquellos votantes que denuncian abusos bajo la administración de Noboa.

Dolor, Indignación y Llamados al Cambio

A medida que se acerca la segunda vuelta el 13 de abril, las historias personales de sufrimiento refuerzan la magnitud del desafío. Mientras que los discursos oficiales de los candidatos dominan los titulares, los testimonios recogidos por la BBC reflejan un panorama de duelo, esperanza y frustración con un sistema gubernamental percibido como lento e ineficaz.

Luis Arroyo relató a la BBC cómo sus dos hijos adolescentes, Ismael y Josué, fueron arrestados por soldados tras un partido de fútbol. Su habitación permanece intacta, con ropa y recuerdos deportivos, esperando el regreso de jóvenes que nunca volverán. Tras el desgarrador hallazgo de sus cuerpos mutilados, Luis lucha por entender cómo una fuerza de seguridad supuestamente legal puede perpetrar semejante brutalidad. “Se llevaron a cuatro niños”, declaró a la BBC. “Y luego se fueron a cenar.” Su dolor representa el profundo escepticismo de muchos ciudadanos sobre los amplios poderes del ejército.

Otro caso que ha generado indignación es la tragedia de Carlos y Laura Ipaneque, cuyos hijo, Carlos Javier Vega, fue asesinado a tiros tras entrar en pánico en un control militar y no detener su vehículo. En un país donde la delincuencia está descontrolada, temió por su vida al escuchar disparos. La respuesta de los soldados fue abrir fuego. Ahora, sus padres no solo lloran su pérdida, sino que también denuncian que las mismas fuerzas diseñadas para proteger a la ciudadanía pueden convertirse en una amenaza mortal. Como expresó Laura a la BBC: “El crimen sigue, los robos siguen, los secuestros siguen, las extorsiones siguen”, pero algunos ciudadanos también temen lo que ella llama una “represión que se ha ido demasiado lejos”.

Los acontecimientos recientes destacan una pregunta central para los votantes: ¿las tácticas militares agresivas generan más problemas en lugar de resolverlos? Noboa insiste en que los métodos de fuerza son necesarios para derrotar a los grupos armados, mientras que González aboga por cambios estructurales en la sociedad. La población, cansada tanto de la violencia de las bandas criminales como de los excesos policiales, aún debate cuál de los dos candidatos tiene la solución real para devolver la seguridad a Ecuador.

Las Tensiones Económicas Alimentan el Descontento

Más allá de la seguridad, Ecuador enfrenta una economía debilitada que agrava el descontento social. Apagones frecuentes, vinculados a una intensa sequía, han generado problemas financieros para muchas familias, con daños en refrigeradores y dispositivos electrónicos debido a subidas de tensión. Mientras tanto, el desempleo juvenil sigue siendo un caldo de cultivo para el reclutamiento criminal. En barrios de ciudades como Guayaquil, los pequeños negocios y transportistas se ven sofocados por las extorsiones conocidas como “vacunas”, cuotas que muchos no pueden costear.

Críticos advierten que es poco probable que los actuales candidatos logren mejoras significativas. Aseguran que tanto Noboa como González carecen de estrategias detalladas para reducir el desempleo o crear alternativas que alejen a los jóvenes de la delincuencia. Para ellos, estas elecciones son una competencia entre dos aspirantes que proponen soluciones inmediatas sin un impacto duradero.

La segunda vuelta electoral del 13 de abril se perfila como un evento de alta tensión. Ambos contendientes ahora deben conquistar el apoyo de los votantes que en la primera vuelta eligieron otras opciones. Noboa enfrenta la presión de demostrar que su estrategia militarizada puede garantizar la seguridad sin vulnerar las libertades civiles. González, por su parte, debe convencer de que su propuesta de transformación logra un equilibrio entre operativos de seguridad y políticas sociales efectivas.

Las apuestas son especialmente altas para personas como Jorge, Luis Arroyo y la familia Ipaneque, quienes han sufrido tragedias personales. Muchos ecuatorianos expresan su deseo de evitar tanto la complacencia con el crimen como el uso indiscriminado de la fuerza. Lo que exigen son soluciones reales y duraderas por parte del próximo presidente, sin importar quién sea. Esto significa no solo frenar la violencia inmediata, sino también abordar la corrupción sistémica y la precariedad económica que permiten la proliferación de las bandas criminales.

Observadores internacionales, organizaciones de derechos humanos y países vecinos siguen de cerca la situación. Las rutas del narcotráfico en Ecuador tienen impacto en toda la región, y la violencia descontrolada representa una amenaza de expansión hacia naciones colindantes, lo que pone en riesgo la estabilidad de Sudamérica. No obstante, si el futuro mandatario logra reducir la criminalidad y revitalizar la economía, su estrategia podría servir de modelo para otros países latinoamericanos en contextos similares.

Con solo unas semanas restantes para la segunda vuelta, la presión es abrumadora. Cada mensaje de los candidatos será analizado minuciosamente y cualquier error podría inclinar la balanza en una contienda de márgenes estrechos. Para muchos ecuatorianos, esta elección no es solo un debate ideológico, sino un intento desesperado por recuperar la normalidad: poder salir de casa sin miedo, manejar un negocio sin pagar extorsiones y confiar en que sus hijos regresarán a casa después de un partido de fútbol.

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En este clima de ansiedad y esperanza, Ecuador se encuentra en una encrucijada. El 13 de abril, los votantes decidirán si la militarización de Noboa o las reformas integrales de González son la mejor vía para contener la doble crisis de violencia y deterioro económico. Hasta entonces, el país observa y espera, anhelando que la segunda vuelta no solo defina a un ganador, sino también un camino hacia la recuperación tras años de creciente inseguridad.

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