El acuerdo de culpabilidad de “El Mayo” podría estar alimentando ataques con misiles de EE.UU. frente a Venezuela

Después de décadas como fugitivo, el cofundador del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, se ha volteado. Su acuerdo de culpabilidad en Brooklyn podría haber proporcionado la inteligencia que ahora guía a los buques de guerra estadounidenses mientras disparan contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico frente a Venezuela, informó The New York Post.
Del acuerdo de culpabilidad a las coordenadas de ataque
La secuencia parece ficción: un patriarca del narco entrega secretos, destructores estadounidenses merodean las aguas del Caribe y pequeñas embarcaciones desaparecen en bolas de fuego. Según The New York Post, la inteligencia que guía los recientes ataques del presidente Trump cerca de Venezuela proviene de El Mayo Zambada, de 77 años, quien el mes pasado se declaró culpable de narcotráfico y de planear asesinatos y torturas. A cambio, los fiscales retiraron la pena de muerte, dejándole una sentencia de cadena perpetua.
“Está claro para mí que El Mayo Zambada hizo algunos tratos con el gobierno de EE.UU. y les reveló cómo el Cártel de los Soles de Venezuela trabajaba con el Cártel de Sinaloa”, dijo Robert Almonte, consultor de seguridad en Texas y ex subjefe de policía de El Paso, en declaraciones citadas por el periódico.
El momento es clave. Días después de la declaración de culpabilidad, Trump envió buques de guerra estadounidenses al Caribe. Para septiembre, dos ataques destruyeron presuntas embarcaciones “cargadas de droga” frente a la costa venezolana: uno mató a 11 personas, otro mató a tres el lunes, según la información citada por The New York Post. En julio, Washington ya había sancionado al Cártel de los Soles como grupo narcoterrorista, y Maduro ha estado bajo acusación de EE.UU. desde 2020. El mosaico sugiere que el mapa de rutas y socios de Zambada ahora sustenta una campaña que mezcla confesiones judiciales con poder naval.
Una guerra de lanchas transmitida en tiempo real
Si el flujo de inteligencia es secreto, el espectáculo no lo es. Tras el ataque del lunes, Trump publicó en Truth Social imágenes del ataque con una advertencia en mayúsculas: “SI TRANSPORTAS DROGAS QUE PUEDEN MATAR A ESTADOUNIDENSES, TE ESTAMOS CAZANDO”. A principios de este mes, su equipo difundió otro clip de una explosión nocturna en el mar.
Las imágenes son contundentes: buques de guerra en silueta, un destello de luz, una lancha de contrabandistas borrada en segundos. Marcan un cambio respecto a las interdicciones marítimas tradicionales que terminaban con arrestos e incautaciones. Cada ataque, argumentó la fiscal general Pam Bondi, también presiona al gobierno venezolano, al que acusó de brindar “apoyo material” tanto al Cártel de Sinaloa como al Tren de Aragua, según The New York Post.
El currículum de Zambada lo convierte en un informante potente. Durante décadas gestionó la logística del Cártel de Sinaloa: coordinando laboratorios, envíos y alianzas desde Colombia hasta Venezuela. “No hay duda de ello”, dijo Almonte al periódico. “Zambada hizo un trato y le dio al gobierno todo lo que sabía sobre Venezuela, y EE.UU. está actuando en consecuencia”. Añadió que una figura así probablemente aseguraría protección para su familia en México como parte de la cooperación—prueba de cómo la declaración de un hombre puede repercutir desde Brooklyn hasta el Caribe.
La sucesión en Sinaloa y nuevas recompensas
Las consecuencias no se limitan al mar. Esta semana, el Departamento de Estado ofreció una recompensa de 5 millones de dólares por Juan José Ponce Félix, alias El Ruso, descrito por Almonte como “el brazo derecho de El Mayo”. Según The New York Post, los informes de Zambada pueden haber expuesto nuevas estructuras de mando.
Al mismo tiempo, la DEA anunció 170 arrestos vinculados a Sinaloa en Nueva Inglaterra, junto con la incautación de 245 kilos de drogas, decenas de armas y 11 millones de dólares en efectivo. El mensaje es claro: el acuerdo de culpabilidad está resonando en múltiples investigaciones.
El giro de Zambada marca el mayor cambio en el liderazgo del cartel desde la caída de Joaquín “El Chapo” Guzmán. El Mayo había evadido la captura por casi 40 años hasta que las autoridades mexicanas lo atrajeron a un avión el año pasado y lo entregaron en Texas. Inicialmente se declaró inocente, pero cambió su postura en Brooklyn el mes pasado, informó The New York Post. Otro golpe: Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de El Chapo, se declaró culpable en julio, apretando aún más el cerco sobre la vieja guardia de Sinaloa.

EFE@Mario Guzmán
Ataques en alta mar, mayores riesgos en Venezuela
Para Washington, los riesgos van más allá de un cartel. Almonte dijo a The New York Post que la administración Trump busca debilitar a Maduro y sacarlo del poder. Las sanciones de EE.UU. presentan a Venezuela no como un actor pasivo, sino como el núcleo de una red narcoterrorista—acusación que Maduro rechaza.
Cada ataque conlleva riesgo de escalada: un enfrentamiento naval, represalias de narcotraficantes y una tormenta legal sobre el uso de fuerza letal en aguas internacionales. Tradicionalmente, las embarcaciones sospechosas de contrabando eran abordadas, no bombardeadas. Ahora la doctrina parece otra: demostrar alcance, sembrar miedo y vincular la costa venezolana con la lucha estadounidense contra el fentanilo.
La fórmula es brutal en su sencillez. Un acuerdo de culpabilidad se convierte en coordenadas. Una transcripción judicial se convierte en orden de operaciones. La cooperación de un fundador de cartel alimenta videos de fuego en el horizonte. Si las fuentes de The New York Post tienen razón, El Mayo ha logrado lo que pocos capos consiguen: reescribir su propia historia. El gobierno obtiene un mapa; el capo evita la aguja; y el Caribe se convierte en escenario de una nueva estrategia.
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Lo incierto es cuánto durará este círculo. La inteligencia envejece. Las alianzas cambian. Las rutas marítimas se adaptan. Pero por ahora, la secuencia sigue intacta: una confesión en Brooklyn, una columna de humo en el mar, la advertencia en mayúsculas de un presidente—y una guerra contra las drogas cuyos ecos más fuertes resuenan frente a la costa de Venezuela.