El Covid-19 afecta a todos los políticos por igual
Aunque los países en desarrollo tienen más dificultades para afrontar la crisis del COVID19, tal parece que esta desigualdad no se evidencia en los contagios de sus funcionarios públicos.
Varios funcionaros públicos han resultado contagiados con el virus. / Fotos: Reuters, TW-CarlosHolmesTru
LatinAmerican Post | Christopher Ramírez Hernández
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El pasado 26 de enero, Colombia se despertó con la noticia del fallecimiento del ministro de Defensa de ese país, Carlos Holmes Trujillo, víctima de la COVID-19. La muerte del exdiplomático se dio 14 días después de confirmarse su contagio por el coronavirus, y tras 12 días en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Militar de Bogotá.
Cabe recordar que, de acuerdo con la BBC, este es el “primer alto funcionario que muere a causa del virus en América Latina”; sin embargo, no es el primer político considerado de primer nivel que se contagió en la región, ni mucho menos en el mundo.
El caso más reciente fue el del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de 67 años, quien notificó su contagio el pasado 24 de enero por medio de una publicación que subió en su cuenta de Twitter. “Los síntomas son leves, pero ya estoy en tratamiento médico. Como siempre, soy optimista. Saldremos adelante todos”, escribió AMLO en la red social.
Con él, son al menos 17 los primeros mandatarios que han adquirido la enfermedad.
Políticos: en la línea de vulnerabilidad
El pasado 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió realizar una rueda de prensa en la que notificó lo que, desde entonces, representó un giro para la historia del mundo contemporáneo: “la COVID-19 puede considerarse una pandemia”.
Según el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, la alerta roja se hacía necesaria con el fin de, no solo reportar el crecimiento exponencial de la enfermedad en el planeta, sino para incrementar los mecanismos de control con los cuales contrarrestar esta pandemia.
Desde entonces, el mundo encendió sus alarmas entendiendo que la vida social y económica no serían igual, teniendo como único medio de soporte, como era de esperarse, las políticas sanitarias que impusiera cada país para controlar el virus, así, como por supuesto, a los gobernantes de dichos territorios.
Así, la política tomó una connotación especial en medio de la pandemia, colocando a los Gobiernos como foco de vulnerabilidad, y a los dirigentes en la primera línea de contagio en medio de la pandemia.
Por esto, no es de extrañar que líderes políticos en todo el mundo hayan adquirido el virus, con 17 presidentes a la cabeza de esta lista. El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, fue el primer mandatario de una gran potencia mundial en reportar el contagio de COVID-19, el 27 de marzo.
Para entonces, el coronavirus no tenía el mismo impacto en los países americanos, por lo que hubo que esperar hasta el mes de junio, cuando el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, informó sobre su infección el día 16 de ese mes, convirtiéndose en el primer mandatario latinoamericano en contraer el virus.
A Hernández lo siguieron su homólogo de Brasil, Jair Bolsonaro (7 de julio), y la expresidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez (9 de julio). El 2 de octubre el turno fue para el ahora expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, uno de los más ‘negacionistas’ de la pandemia, y el 17 de diciembre, fue el Jefe del Estado francés, Emmanuel Macron, quien notificó su contagio.
Cabe señalar que este último es uno de los más jóvenes en contagiarse de COVID-19 con 43 años, mientras que Trump, uno de los de mayor edad (74 años).
¿Virus desigual?
Ahora bien, tal parece que ni la edad ni el sitio de origen de los mandatarios tienen relación directa con sus respectivos contagios. Es decir, la calidad del sistema de salud de cada país no influye en la protección o posible tratamiento que se pueda ofrecer a un líder político en el mundo.
Por ejemplo, aunque, según un gráfico presentado por El País, América Latina y el Caribe es la subregión con mayor número de muertos (casi 570 mil a fecha del 23 de enero), la relación entre estas cifras y el número de mandatarios contagiados es menor en comparación a otras como Europa.
Mientras que Europa lidera la lista de presidentes y primeros ministros contagiados son nueve, América Latina ha informado solo de cinco; seis, si se toma a todo el continente americano para poder incluir a Donald Trump.
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Además, otro contraste presente en este paralelo es que, a pesar de que África es el continente con menor número de muertos (86.774, a fecha del 26 de enero), es el único en ser testigo del fallecimiento de uno de sus máximo líderes: Ambrose Dlamini, primer ministro de Esuatini o Suazilandia, quien perdió la vida el 13 de diciembre, víctima de la COVID19.
Por esto, aunque la OMS ha asegurado que “en algunos países hay un problema de falta de capacidad […] de falta de recursos […] de falta de determinación”, estas limitaciones no son sinónimo de una mayor amenaza de contagio para sus funcionarios públicos. En medio de la pandemia, los gobernantes, ya sean de países pobres o potencias mundiales, corren el mismo riesgo de forma “equilibrada”. En este tipo de casos, la desigualdad no es un ítem a tener en cuenta.