El drama del bloqueo a Venezuela muestra que la apuesta china en América Latina enfrenta a la Marina de Trump
China condena el “acoso unilateral” mientras Donald Trump ordena un bloqueo de los petroleros sancionados alrededor de Venezuela. Con los flujos de crudo de diciembre hacia China cerca de 600,000 barriles diarios, el enfrentamiento pone a prueba la soberanía, la distensión comercial y una región que replantea sus alianzas en 2025.
Líneas de bloqueo trazadas en el Caribe
En el papel, un petrolero es una hoja de cálculo flotante: volúmenes de carga, cláusulas de seguro, puertos de escala. En el Caribe, puede convertirse en otra cosa: un referéndum en movimiento sobre quién controla el mar, quién controla los ingresos y quién decide qué cuenta como comercio legítimo. A principios de esta semana, Trump ordenó lo que Reuters describió como un “bloqueo total” de todos los petroleros sancionados que intentaran salir de aguas venezolanas, y de los que llegaran, mientras Washington concentraba tropas y buques de guerra en la región. La medida, enmarcada por la Casa Blanca como parte de una campaña contra el “terrorismo, el narcotráfico y la trata de personas”, apunta a la principal fuente de ingresos del país en un momento en que la vida cotidiana en Venezuela aún depende de suministros importados y del escaso oxígeno de los dólares petroleros.
Para Nicolás Maduro, el bloqueo no es solo una guerra económica; es un guion político familiar. Reuters informa que ha dicho que Estados Unidos quiere los recursos petroleros de la nación OPEP y que el despliegue militar busca derrocarlo. En una entrevista con Politico, Trump dijo que los días de Maduro estaban “contados”. En América Latina, esa palabra tiene un peso histórico. Resuena con épocas anteriores en las que potencias extranjeras trataban a la región como un tablero de ajedrez, y cuando el lenguaje de “seguridad” podía servir de pasaporte para la intervención. La diferencia hoy es que la palanca son los puntos de estrangulamiento marítimos y el cumplimiento de sanciones, no los marines desembarcando en una playa. Pero la sensación —presión desde lejos, incertidumbre en casa— es similar.
La semana pasada, Reuters informó que la Guardia Costera de EE.UU. incautó un petrolero frente a la costa de Venezuela. Para marineros, estibadores y las pequeñas economías que orbitan los puertos, la incautación es el tipo de señal que cambia comportamientos antes que cualquier memorando de política. Se ajustan las rutas, se multiplica el papeleo, los intermediarios se vuelven más audaces y el miedo se convierte en una variable de mercado. Esa es la lógica del bloqueo: se impone no solo con barcos, sino con la duda.

El apetito petrolero de China se encuentra con la cautela diplomática
La respuesta de Pekín ha sido enfática en el lenguaje y cautelosa en los compromisos. Reuters informa que China se opuso a lo que llamó “acoso unilateral” tras la orden de bloqueo de Washington, pero no especificó cómo ayudaría a Venezuela ni ofreció refugio a su líder asediado. Esa ambigüedad no es solo una cuestión de estilo diplomático; refleja una dura limitación. China es el mayor comprador de crudo venezolano, señala Reuters, y el petróleo venezolano representa aproximadamente el 4% de las importaciones de China, con los envíos de diciembre en camino de promediar más de 600,000 barriles diarios, según analistas citados por Reuters. Pekín tiene dinero en juego y su credibilidad está en entredicho tras años de describir los lazos con Caracas como irrompibles.
En una llamada telefónica el miércoles, Reuters informa que el canciller chino Wang Yi dijo al canciller venezolano Yvan Gil que China se opone a todas las formas de “acoso unilateral” y apoya a los países en la defensa de su soberanía y dignidad nacional. En el comunicado oficial citado por Reuters, Wang no mencionó a Estados Unidos ni a Trump, y no detalló en qué consistiría el apoyo. Sin embargo, sí reforzó el principio: “China cree que la comunidad internacional comprende y apoya la posición de Venezuela en la defensa de sus derechos e intereses legítimos”, dijo, según Reuters.
Aquí es donde la geopolítica se vuelve íntima. Durante años, señala Reuters, China extendió líneas de crédito a Venezuela mediante acuerdos de préstamos por petróleo, una financiación que alguna vez pareció un salvavidas para Caracas y una cobertura de recursos para Pekín. Reuters informa que Maduro se reunió con Xi Jinping en Moscú este año y expresó que Venezuela quería ampliar la cooperación comercial y energética. Sin embargo, Pekín también intenta —intensamente, escribe Reuters— coexistir con su socio comercial más importante, Estados Unidos. Tras meses de amarga disputa comercial y arancelaria, Trump y Xi alcanzaron un consenso en octubre sobre cómo manejar los temas comerciales más espinosos, según Reuters. Esa distensión hace que Venezuela sea un amigo difícil de abrazar demasiado fuerte. Cuanto más estrechamente Pekín sostiene a Caracas, más se arriesga a enredarse en un enfrentamiento que podría extenderse al transporte marítimo, las finanzas y la relación más amplia entre EE.UU. y China. Cuanto más la suelta, más arriesga mostrar los límites de su influencia, especialmente en una región donde el simbolismo importa tanto como los contratos.
Un hemisferio que se inclina y Venezuela como caso de prueba
La temperatura diplomática sube más allá de lo bilateral. Reuters informa que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió desescalada, solicitando a EE.UU. y Venezuela que respeten sus obligaciones bajo el derecho internacional, incluida la Carta de la ONU y otros marcos aplicables para salvaguardar la paz en la región. Los presidentes de México y Brasil también pidieron moderación y diálogo, añade Reuters. El presidente ruso Vladimir Putin, en una llamada telefónica a Maduro la semana pasada, “reafirmó su apoyo a la política del gobierno de N. Maduro, orientada a proteger los intereses nacionales y la soberanía ante la creciente presión externa”, según Reuters.
El miércoles, Reuters informó que Venezuela solicitó que el Consejo de Seguridad de la ONU se reuniera para discutir lo que denominó la “agresión estadounidense” en curso, según una carta dirigida al organismo de 15 miembros vista por Reuters. El jueves, Reuters informa que un portavoz del ministerio de exteriores chino dijo que China apoya la solicitud de Venezuela para una reunión urgente. Consultado sobre si la descripción de Caracas de la “agresión” estadounidense podría poner a China y a EE.UU. en rumbo de colisión en la región, Reuters señala que el portavoz reiteró los comentarios de Wang Yi y no añadió más.
Desde una perspectiva latinoamericana, el silencio es revelador. No sugiere indiferencia, sino cálculo: una negativa a prometer lo que no se puede cumplir y la conciencia de que la región se ha vuelto un terreno más disputado. En una lectura del texto que proporcionaste, China enfrenta un 2025 complicado en América Latina, frustrada por socios que giran hacia la derecha, fortalecen lazos con EE.UU. y, en algunos casos, coquetean más abiertamente con Taiwán. Ese argumento plantea que el bloqueo a Venezuela es más que una crisis de un solo país: es un punto de presión en una competencia más amplia por influencia, comercio y narrativas de seguridad.
Sin embargo, para los latinoamericanos que observan desde el terreno, la primera realidad no es la ideología, sino el riesgo. Cuando las grandes potencias se posicionan, los costos rara vez se quedan en la cumbre. Se extienden a las tarifas de flete, los precios del combustible, las presiones migratorias y el trabajo diario de sobrevivir en economías ya tensionadas. Un bloqueo es un instrumento tosco en una región que ha aprendido a desconfiar de los instrumentos toscos. Si la ONU se convierte en el escenario, no será automáticamente la solución. Pero puede ser el único lugar donde la región pueda insistir —en voz alta— que la soberanía no es un eslogan reservado para los discursos. Es una condición vivida, negociada en los puertos, en las calles y ahora, otra vez, en el mar.
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