El hombre fuerte bailarín de Venezuela apuesta el petróleo, la memoria y el desafío contra Trump
Con buques de guerra estadounidenses merodeando en el Caribe y un cerco petrolero cada vez más estricto, Nicolás Maduro responde al presidente Trump con coreografía, no con concesiones. Sus mítines, canciones y paseos navideños señalan a un régimen que apuesta a que el tiempo, y no Washington, decide el poder en Caracas.
Maduro baila mientras la flota se reúne
Sobre un escenario en Caracas, Nicolás Maduro levantó el signo de la paz, llevaba un sombrero y cantó al ritmo de “Don’t worry, be happy”. La imagen, reportada por Reuters y la autora Kejal Vyas, encajaba en un patrón: el izquierdista de 63 años bailando en mítines, recorriendo exposiciones comerciales y apareciendo en encendidos de árboles de Navidad de la mano de su esposa, incluso ofreciendo su propia versión de “Imagine” de John Lennon. Es la coreografía de un hombre que da señales de que espera sobrevivir al ultimátum. Mientras la administración Trump lo insta al exilio, buques de guerra estadounidenses se acumulan frente a la costa venezolana y Washington intensifica un bloqueo parcial a las exportaciones de petróleo de Venezuela, el ingreso que mantiene unido a su régimen. El lunes, el presidente Trump dijo que Estados Unidos atacó un muelle donde se cargaban drogas, sin dar detalles, y Venezuela no lo confirmó—otro golpe en la sombra dentro de una campaña que prospera en la ambigüedad.
La armadura de la revolución, la trampa de la salida
Personas que se han sentado cara a cara con Maduro y otros altos funcionarios dicen que los acuerdos que intercambian amnistía por abdicación no lo tientan. Para su círculo más cercano, dejar el cargo significa enfrentarse a acusaciones criminales en Estados Unidos y a una red de sanciones internacionales; la supervivencia se convierte tanto en una estrategia legal como política. Ya soportó el esfuerzo de “máxima presión” de Trump en 2019 para destituirlo, y ahora presenta la resistencia como prueba histórica. Autodenominándose el “hijo de Hugo Chávez”, el mentor que gobernó 14 años y murió en 2013, Maduro se presenta como abanderado de una línea antiimperialista que pasa por Salvador Allende, Fidel Castro y Simón Bolívar. El exdiplomático estadounidense Thomas A. Shannon Jr. dijo a Reuters: “Los chavistas, por más corruptos, brutales o criminales que sean, aún creen que son los últimos izquierdistas antiimperialistas sobrevivientes en América Latina”. Acusado de violaciones generalizadas de derechos humanos y de torturar a presos políticos, Maduro insiste en que tales denuncias son armas para desestabilizarlo. En una cena navideña en un barrio pobre de Caracas, dijo: “Nunca he sido, ni seré jamás un magnate… Soy como ustedes, un hombre de la calle, un hombre de los barrios”.

El desafío de Oslo y la apuesta a largo plazo de Caracas
Líderes opositores que respaldan la presión de Washington argumentan que la actuación es una máscara que puede ser retirada. Desde Oslo, Noruega, tras recibir el Premio Nobel de la Paz, la líder opositora María Corina Machado dijo: “Maduro dejará el poder, sea negociado o no negociado”. Pero quienes han tratado con él describen a un estratega que utiliza a su principal negociador, Jorge Rodríguez, para dividir a los rivales y agotar las conversaciones, mientras recurre a la fuerza contra manifestantes y oficiales insuficientemente leales. El exfuncionario colombiano Sergio Jaramillo advirtió en declaraciones recogidas por Reuters: “Maduro es un operador político astuto que ha estado jugando en el más alto nivel durante 20 años… Subestimarlo es un error”. En Washington, funcionarios lo acusan de liderar el llamado Cartel de los Soles y dicen que es ilegítimo por una elección de 2024 que la oposición y observadores afirman que robó, lo cual él niega. Al preguntarle si Maduro debería tomarse en serio las amenazas, Trump dijo: “Tenemos una armada masiva formada… con mucho, la más grande que hemos tenido en Sudamérica”. Sin embargo, la biografía de Maduro está marcada por escapes estrechos: ex conductor de autobús y organizador sindical que alguna vez tocó la guitarra en una banda de rock, se formó políticamente en Cuba, sobrevivió a un ataque con drones en 2018, a una fallida incursión de mercenarios en 2020 y a rebeliones, antes de surgir del fallido golpe de Chávez en 1992 hacia un movimiento que ganó el poder en 1998 y una designación en 2013. Ha ayudado a acercar a Venezuela a Rusia, China e Irán, y a la órbita de las milicias narcotraficantes de Colombia—enredos que hacen que este enfrentamiento se sienta, en toda América Latina, como algo más que el destino de un solo hombre.
Los reportes y citas son atribuidos a Reuters y Kejal Vyas. En toda América Latina, el enfrentamiento se percibe como un drama familiar para muchos: imperio contra revolución, petróleo contra urnas. Para Venezuela, la pregunta es si ese guion finalmente cambiará en los próximos meses.
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