AMÉRICAS

El misterioso “Hombre del Pozo” de Brasil y la protección de las tierras indígenas

La enigmática vida y muerte de Tanaru, llamado el “Hombre del Pozo”, pone de relieve la lucha continua por las tierras nativas en Brasil. Con debates intensos sobre el futuro de su bosque, su historia señala las secuelas de los horrores del pasado.

Una vida solitaria en el Amazonas

Durante casi tres décadas, Tanaru, el último miembro conocido de su tribu no contactada, vivió en solitario en el suroeste de la Amazonía brasileña. Viajaba por su territorio de 8,000 hectáreas, construyendo casas, cultivando cultivos y excavando agujeros enigmáticos que despertaron curiosidad entre aquellos que conocían su existencia. Fue descubierto por la Fundación Nacional del Indio (Funai) de Brasil en 1996, y Tanaru resistió ferozmente el contacto, defendiendo su aislamiento con flechas.

“No tengo dudas de que los agujeros estaban relacionados con su mundo espiritual”, dijo el agente de Funai, Altair Algayer, a The Guardian—quien dedicó años a proteger el santuario forestal en disminución de Tanaru. A pesar de la devastación ambiental en Rondônia, uno de los estados más deforestados de Brasil, Tanaru sobrevivió hasta que falleció en 2022. Su muerte confirmó la extinción de su pueblo e inició un debate polémico sobre el destino de sus tierras ancestrales.

La lucha por los derechos territoriales

La constitución de Brasil otorga a los grupos indígenas derechos exclusivos sobre sus tierras. Con la muerte de Tanaru, las protecciones temporales para su área finalizaron. Los abogados de los terratenientes no indígenas argumentan que la tierra debe ser devuelta al uso privado, señalando la falta de una comunidad indígena restante.

“Discutir la demarcación de un área deshabitada por pueblos indígenas es totalmente injustificable”, dijo el abogado Sandro Salonski, según The Guardian.

Sin embargo, el fiscal federal Daniel Luis Dalberto lo ve de manera diferente. Insiste en que el territorio, históricamente ocupado por el pueblo de Tanaru, debe seguir protegido. “La muerte de Tanaru no altera la realidad de que los pueblos indígenas vivieron aquí durante siglos”, señaló Dalberto con énfasis. Esta área debe mantenerse como un símbolo de justicia—un recordatorio para las comunidades indígenas afectadas por la violencia.

Una historia de atrocidades

La historia de Tanaru no es única en la Amazonía de Brasil. Durante más de un siglo, los grupos indígenas han enfrentado masacres, esclavitud y desplazamientos forzados. Durante el auge del caucho, las atrocidades fueron generalizadas. El diplomático británico Roger Casement documentó escalofriantes relatos en la región de Putumayo, mientras que una carta de 1919 detallaba la masacre de 72 indígenas en Rondônia a manos de los patrones del caucho.

La violencia se intensificó durante la dictadura militar de Brasil (1964–1985), cuando se alentó a los colonos y ganaderos a reclamar tierras indígenas. Los informes, incluido el Informe Figueiredo de 1967, revelaron detalles estremecedores de masacres, infecciones de viruela y otras brutalidades. Para la década de 1980, Funai identificó evidencia del pueblo de Tanaru, probablemente víctimas de tales atrocidades.

Algayer descubrió restos de sus casas, cultivos y espacios comunales—testigos mudos de su trágica desaparición. “¿Quién será ‘recompensado’ por la desaparición de esas personas?”, preguntó Fábio Ribeiro, coordinador del Observatorio de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas Aislados y Recientemente Contactados.

Las implicaciones más amplias

El caso de Tanaru forma parte de un patrón más amplio que afecta a las tribus no contactadas de Brasil. En el territorio de Piripkura, solo quedan dos sobrevivientes conocidos. Su tierra enfrenta incursiones implacables de madereros y terratenientes ricos que explotan lagunas legales para reclamar territorios indígenas. De manera similar, el bosque del río Pardo de los Kawahiva, hogar de 35 a 40 individuos, sigue sin demarcar y vulnerable.

“Demarcar un territorio indígena sin personas indígenas restantes es una forma de contrarrestar la idea de que la limpieza étnica sigue siendo recompensada con derechos sobre la tierra”, dijo el agente de Funai, Jair Candor. Esta idea destaca la urgencia de salvar estas tierras—poseen un valor ecológico y honran las vidas indígenas perdidas.

El tribunal más alto de Brasil le ordenó a Funai intensificar su protección de los grupos aislados. Debe preparar presupuestos y establecer planes para marcar los territorios. El progreso es lento y los plazos siguen siendo aplazados. La lucha por los derechos territoriales indígenas está realmente enredada; está vinculada a cuestiones más amplias como el cuidado ambiental, la justicia y la sombra del colonialismo.

El legado de la tierra de Tanaru

El debate sobre el territorio de Tanaru es emblemático de la lucha más grande por reconciliar la historia de violencia contra los pueblos indígenas de Brasil con sus compromisos constitucionales. Mantener su tierra segura honra la memoria de un pueblo borrado por actos terribles (se convierte en una declaración audaz contra la injusticia).

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El Amazonas enfrenta amenazas crecientes—la deforestación y la explotación son grandes preocupaciones. La pregunta sigue siendo: ¿Defiende Brasil las tierras que albergan historias indígenas o deja que la historia se repita?

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