Masacre en Bar Q vuelve a demostrar que la homofobia es sistemática

Todos los sábados en el Bar Q en Colorado Springs se celebraba el espectáculo “Drag Diva Drag Show”, pero el pasado sábado 19 de noviembre, en medio del show, Anderson Lee Aldrich, de 22 años, ingresó al lugar con un rifle AR-15 de alto poder y abrió fuego asesinando a 5 personas y dejando gravemente heridas a otras 18. El tirador fue aturdido por otros dos asistentes, quienes le arrebataron el arma y lo golpearon con ella para inmovilizarlo hasta que llegara la policía.  Uno de ellos, un latino veterano, que celebraba junto a su esposa, su hija y su pareja un cumpleaños,

Ahora, en medio del dolor de las familias y la comunidad, se espera que Aldrich sea imputado con cargos por delitos de odio, ya que la fiscalía no presentó ante el tribunal el caso como un crimen de odio. Esto no solo pone en peligro el peso de la condena hacia el perpetrador, sino que también revictimiza a los fallecidos, los heridos y sus familiares. 

Este caso, en especial, ha puesto bajo la lupa a las autoridades tanto políticas como de fuerza por dos razones en específico. En primer lugar, el perpetrador es nieto del representante estatal Randy Voepel, conocido por ser fiel seguidor del movimiento MAGA y por haber apoyado la toma del Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero del 2021. En segundo punto, Aldrich fue detenido en junio de 2021 tras haber sido denunciado por su propia madre de amenaza de muerte con una bomba, de porte de armas y de secuestro. Al no encontrar dicha bomba, la policía no imputó ningún cargo al joven y tampoco dispuso de sus armas de fuego.

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Hoy, más de un año después, la comunidad se pregunta por qué las autoridades tomaron la decisión de no quitarle sus armas a Aldrich. Esto no solo demuestra la negligencia por parte de la fuerza pública, sino también responde a discursos específicos. 

La derecha estadounidense tiene una clara posición respecto al uso de armas de fuego y también hacia las personas pertenecientes a la comunidad LGBTI+. Primero lo apoyan a fuego y espada, lo segundo lo consideran indeseable y buscan imponer represalias. Si bien no se puede culpar directamente de este hecho a un discurso construido y alimentado por la derecha, es necesario reconocer cuáles son los puntos de partida para que este tipo de sucesos ocurran. 

Estos ataques, que no cabe duda de que son sistemáticos, suelen ser escudados por quienes están a favor de la utilización libre de armas de fuego desde la idea de que quienes cometen los crímenes tiene enfermedades mentales. Esto no solo estigmatiza la enfermedad mental, sino que también evade la clara falta de atención hacia las reacciones de un grupo de personas que están siendo educadas desde discursos de odio. 

Un tiroteo en un bar donde frecuentan personas gays, lesbianas, queers y trans no es un tiroteo porque sí. Es un evidente crimen de odio que debe ser llamado por lo que es desde lo institucional hasta lo civil.

Mientras que estos eventos no sean tomados en serio como lo que son, la posibilidad de que sigan sucediendo es muy alta. Hoy la comunidad de Colorado Springs lo vive en carne propia.

La tensión aumenta

Este no es el primer caso de un tiroteo destinado a personas LGBT, desde el ataque a la discoteca Pulse en Florida en 2016, se han repetido diferentes casos similares. Por ejemplo, en octubre, en el estado de Idaho, un hombre fue detenido por atacar a una mujer trans en su lugar de trabajo (la biblioteca pública). Previo al incidente, el hombre había quemado una bandera del orgullo gay como método de amenaza.

Estos constantes ataques han causado un escalamiento en ambos bandos. En Twitter se han visto personas utilizando armas en eventos trans para poder defenderse de cualquier percance. Personas cubiertas con pasamontañas y armadas con rifles de asalto que antes era común ver en eventos de la extrema derecha, parecen hoy replicarse en la izquierda.