Aumenta la exportación de ropa usada ¿Qué tan ecológico es donar ropa?
Donar ropa usada es visto como un acto caritativo e incluso ecológico, pero detrás de esta práctica se encuentra una oscura verdad de exportación de ropa que termina siendo basura.
Foto: Pexels
LatinAmerican Post | July Vanesa López Romero
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A simple vista, donar ropa usada parece ser un acto caritativo y bondadoso. Son millones las personas alrededor del mundo que todos los días deciden sacar de su clóset prendas que ya pasaron de moda o que ya no utilizan y donarla a fundaciones encargadas de entregarlas a los menos favorecidos. Pero, a pesar de que esto pueda parecer una acción de buena voluntad, lo cierto es que la donación masiva de ropa está poniendo en peligro el bienestar de ciertas comunidades y esta problemática hace parte directa de la crisis por el cambio climático.
Así lo deja ver el más reciente informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), en el que advierten sobre el crecimiento de la exportación de ropa usada, desde la Unión Europea. Según el estudio, esta se ha triplicado en las últimas décadas y la gran mayoría ha ido a parar a vertederos de África y Asia, lo que implica un creciente problema residual en estas regiones. Asimismo, un informe de Changing Markets Foundation llamado “Trashion”, reveló las cantidades alarmantes de ropa de segunda que se exporta a Kenia proveniente de todas partes del mundo.
Este no es un tema nuevo, ya desde hace varios años se viene denunciando la problemática que se disfraza como benigna y que, por ejemplo, ha llevado a que el desierto de Atacama sea reconocido como el cementerio de ropa de Latinoamérica.
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¿Por qué donar ropa usada es problemático?
Si algo tenemos claro frente a la crisis medioambiental a la que nos enfrentamos actualmente es que el consumo excesivo en los últimos cientos de años es su motor principal. La industria textil es la segunda más contaminante en el mundo después de la ganadera y es responsable del 10% de las emisiones de CO₂ a nivel global; tanto la ropa como la comida son necesidades básicas diarias, pero su consumo desmesurado y poco equitativo a nivel social ha posicionado ambas industrias como las más perjudiciales para el medio ambiente y, en ese orden de ideas, para la salud humana.
En el caso de la textil, el uso desmedido es consecuencia en gran parte del fast fashion, un fenómeno nacido a mediados del siglo XIX, cuando se dieron los primeros intentos por hacer rebajas en productos textiles, pero que tuvo su apogeo a finales del siglo XX con el surgimiento de marcas con mano de obra muy barata y con precios al público asequibles como H&M, Forever 21, Zara, Primark, etc. Debido a la demanda, estas marcas pueden llegar a producir docenas de temporadas al año (cuando antes se producían solo cuatro). La cantidad de ropa que el fast fashion produce al año ronda en los 665 mil millones de dólares anualmente a nivel global.
Gracias a los bajos estándares de calidad, la ropa se desgasta fácilmente, lo que lleva a los consumidores a deshacerse de sus prendas en menos tiempo y comprar de nuevo para repetir un ciclo que hoy por hoy genera tan solo en la Unión Europea alrededor de 1,7 millones de toneladas de ropa (incluyendo calzado) según el reporte de la AEMA.
La donación de ropa se cuela en este escenario y se hace pasar como una opción que incluso llega a parecer ecológica porque al donar ropa no se está desechando, sino que se está permitiendo que otra persona, que normalmente no goza de privilegios básicos, pueda usarla. Lastimosamente, y como ya dijimos, esta ropa tiene muy baja calidad y termina siendo basura en el lugar al que se la envía. Así, bajo la etiqueta de donar ropa se exportan millones de toneladas de textiles de regiones "primermundistas" y se convierten en vertederos a territorios "tercermundistas" que supuestamente están recibiendo una ayuda.
Esto es sumamente problemático porque las emisiones de CO₂ que produce este proceso no es enfrentado por los habitantes de dichas regiones primermundistas, sino que son los territorios vulnerables y con pocas posibilidades los que viven de primera mano esta contaminación. Además, debido a los materiales baratos y al uso de microfibras plásticas en la hechura de las prendas, se produce una presión ambiental extra, ya que imposibilita su reciclabilidad. Ya se ha demostrado que el acto de lavar ropa lleva a los océanos más de 500 mil toneladas de microplásticos.
Con estos informes se vuelve a recalcar la importancia de que se regulen las maneras en que la industria textil se acerca a su producción y también las formas en las que los gobiernos extienden ayudas a los países más pobres, para generar bienestar en vez de más cargas que ponen en peligro la vida misma de sus habitantes. Asimismo, es un recordatorio a los individuos a hacer parte de un pensamiento colectivo más consciente que opta por no comprar para desechar, sino para darle una vida larga a las prendas.