Medio ambiente

Las poblaciones costeras de América Latina y el Caribe enfrentan crecientes riesgos climáticos

Un informe de las Naciones Unidas advierte que decenas de millones de personas en las zonas costeras de América Latina enfrentan crecientes riesgos para la atención médica y la infraestructura debido a eventos climáticos severos impulsados ​​por el cambio climático. El informe destaca la urgente necesidad de medidas de adaptación y resiliencia.

A medida que el cambio climático se intensifica, decenas de millones de personas que viven en zonas costeras de América Latina y el Caribe enfrentan riesgos cada vez mayores para sus sistemas de salud e infraestructura crítica. Según un informe reciente del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), aproximadamente 41 millones de personas, o el 6% de la población total de la región, residen en zonas costeras bajas vulnerables a marejadas ciclónicas, inundaciones y huracanes. Sólo el Caribe representa el 17% de estas poblaciones en riesgo.

El informe subraya el impacto desproporcionado del cambio climático en los grupos vulnerables, en particular las mujeres y niñas afrodescendientes e indígenas, quienes son los más afectados por las crisis de salud inducidas por el clima a pesar de ser los que menos contribuyen al problema. “Detrás de nuestro modelo de poblaciones costeras expuestas hay millones de personas que son las menos responsables de la crisis climática pero que están pagando un alto precio en lo que respecta a su salud y sus derechos sexuales y reproductivos”, afirmó la directora ejecutiva del UNFPA, Natalia Kanem. Destacó que el cambio climático exacerba las desigualdades de género existentes.

Infraestructura sanitaria en riesgo

Utilizando imágenes satelitales y estimaciones de población, el informe identifica más de 1.400 hospitales críticos en zonas costeras bajas, enfatizando la vulnerabilidad de la infraestructura sanitaria esencial. En naciones caribeñas como Surinam, Guyana y las Bahamas, así como en los territorios holandés y británico de Aruba y las Islas Caimán, más del 80% de los hospitales están ubicados en estas zonas de riesgo.

Ecuador, que mira al Pacífico, tiene el 12% de los hospitales en riesgo. En Haití, la cifra es del 10%, mientras que en México, la segunda economía más grande de la región, más del 5% de los hospitales son vulnerables. Brasil, la economía más grande de América Latina, tiene el mayor número de hospitales en zonas bajas, con 519 instalaciones, lo que representa poco más del 7% del total nacional.

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) ha pronosticado una temporada de huracanes en el Atlántico altamente activa a partir de junio, impulsada por aguas oceánicas más calientes y el fenómeno climático de La Niña. Esta predicción aumenta las preocupaciones sobre la resiliencia de los sistemas y la infraestructura de salud en estas regiones costeras vulnerables.

Impactos de género del cambio climático

El informe del UNFPA destaca los impactos del cambio climático en función del género y señala que las mujeres y las niñas a menudo enfrentan mayores vulnerabilidades durante y después de los desastres relacionados con el clima. Las interrupciones en los servicios de salud pueden afectar gravemente la salud materna y reproductiva, mientras que el aumento de los desplazamientos y la inestabilidad económica pueden generar mayores tasas de violencia y explotación de género.

“El cambio climático no es neutral en cuanto al género y exacerba las desigualdades existentes”, afirmó Kanem. Abordar estas disparidades requiere intervenciones específicas que prioricen las necesidades de las mujeres y las niñas en la planificación de la resiliencia climática.

América Latina y el Caribe llevan mucho tiempo lidiando con los desafíos de los desastres naturales. La región se ve frecuentemente azotada por huracanes, tormentas tropicales y fuertes lluvias, que provocan inundaciones y deslizamientos de tierra devastadores. Los factores socioeconómicos, incluida la pobreza, la infraestructura inadecuada y el acceso limitado a la atención médica y la educación, agravan los impactos de estos eventos.

Históricamente, la región ha enfrentado desafíos importantes en la construcción de infraestructuras y sistemas resilientes capaces de resistir eventos climáticos extremos. El legado del colonialismo, la explotación económica y la inestabilidad política ha dejado a muchos países con economías frágiles y recursos limitados para la preparación y respuesta ante desastres.

Estudios de caso: naciones y territorios vulnerables

Varios países y territorios de la región ejemplifican la urgente necesidad de mejorar la resiliencia climática. En el Caribe, los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) como Surinam, Guyana y las Bahamas son particularmente vulnerables debido a su aislamiento geográfico y su dependencia de la infraestructura costera. Estas naciones suelen estar muy endeudadas y necesitan más medidas de adaptación al clima.

De manera similar, la extensa costa del Pacífico de Ecuador plantea riesgos importantes por el aumento del nivel del mar y el aumento de la actividad tormentosa. La infraestructura sanitaria del país, que ya está bajo presión por los desafíos económicos, podría verse aún más comprometida por los desastres inducidos por el clima.

Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, ejemplifica la intersección de pobreza, inestabilidad política y vulnerabilidad ambiental. Los frecuentes huracanes y terremotos han devastado repetidamente el país, socavando los esfuerzos para construir sistemas e infraestructuras de salud resilientes.

Abordar las vulnerabilidades climáticas de las poblaciones costeras requiere respuestas políticas coordinadas y cooperación internacional. El informe del UNFPA exige estrategias integrales que integren la adaptación al clima, la reducción del riesgo de desastres y los objetivos de desarrollo sostenible. Estas estrategias deberían priorizar la protección de las poblaciones vulnerables, en particular mujeres y niñas, y garantizar que los sistemas de salud sean resilientes a los impactos climáticos.

En la reciente reunión de líderes de Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) en Antigua, las discusiones se centraron en soluciones económicas y políticas al cambio climático. La atención se centró en proteger las costas vulnerables y al mismo tiempo gestionar altas cargas de deuda y recursos limitados. El apoyo internacional, incluida la ayuda financiera y la asistencia técnica, es crucial para que estas naciones implementen medidas efectivas de resiliencia climática.

Enfoques innovadores para desarrollar la resiliencia

Los enfoques innovadores son esenciales para desarrollar la resiliencia en las regiones costeras vulnerables. Estos incluyen el desarrollo de sistemas de alerta temprana, infraestructura resiliente al clima y prácticas sostenibles de uso de la tierra. Las inversiones en energía renovable y tecnologías verdes también pueden reducir la huella de carbono y mejorar la sostenibilidad de las economías locales.

Son fundamentales los enfoques comunitarios que involucren a las poblaciones locales en la planificación y la implementación. Empoderar a las comunidades para que participen activamente en la adaptación climática puede conducir a resultados más efectivos y sostenibles. Las iniciativas de educación y desarrollo de capacidades pueden dotar a las personas de conocimientos y habilidades para responder a los desafíos climáticos.

El informe del UNFPA es un claro recordatorio de la urgente necesidad de abordar las vulnerabilidades climáticas de las poblaciones costeras de América Latina y el Caribe. A medida que se intensifican los impactos del cambio climático, es imperativo priorizar la protección de la infraestructura sanitaria y garantizar que los grupos vulnerables, en particular las mujeres y las niñas, no se queden atrás.

Desarrollar la resiliencia climática requiere un enfoque multifacético que incluya reformas de políticas, cooperación internacional y soluciones innovadoras. Al invertir en desarrollo sostenible y reducción del riesgo de desastres, la región puede prepararse mejor para los desafíos futuros y salvaguardar la salud y el bienestar de su población.

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El momento de actuar es ahora. El futuro de millones de personas que viven en zonas costeras depende de los esfuerzos colectivos de los gobiernos, las organizaciones internacionales y las comunidades locales para construir un mundo más resiliente y equitativo.

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