AMÉRICAS

Migrantes latinos enfrentan los festejos del 4 de julio ocultándose del “fuego” de la libertad

Con redadas de ICE barriendo el condado de Los Ángeles, los padres se quedan en casa, los adolescentes hacen mandados, y un feriado destinado a celebrar la libertad ahora se siente como cualquier cosa menos eso.

Cuando la celebración se convierte en precaución en el Este de LA

“Mi hijo me pregunta cómo celebraremos, pero le digo que no podemos salir”, dijo Lennimar Rivas, una madre venezolana en Boyle Heights, con la voz entrecortada por teléfono a EFE.
El 12 de junio, el Departamento de Seguridad Nacional notificó a Rivas que su permiso humanitario había sido revocado. La notificación llegó justo cuando ICE lanzó nuevas redadas en el condado de Los Ángeles, apuntando a familias migrantes como la suya. Le dijeron que debía auto-deportarse.

Ahora, como muchas otras personas en vecindarios latinos del Este de LA—Boyle Heights, El Sereno y Huntington Park—Rivas y sus hijos han cancelado sus planes del 4 de julio. En lugares donde antes los desfiles llenaban las calles de música de mariachi y escoltas de bandera, los consejos locales han pospuesto discretamente las celebraciones. El aire sigue caliente y pesado, pero este año está en silencio.

“Solíamos asar carne y ver fuegos artificiales desde el techo,” dijo. “Ahora, mi hijo de dieciséis años me dice que me esconda.”

Un estudio reciente del Instituto de Políticas Latinas de UCLA traza una línea preocupante entre las redadas migratorias y la salud pública: los picos de cumplimiento están vinculados a mayor ansiedad infantil, menor asistencia escolar y más inseguridad alimentaria en los hogares.

“La pandemia se fue,” dijo Mayra Todd, directora de la organización Mujeres de Hoy, “pero este trauma no tiene fecha de vencimiento.”


Miedo en el trabajo, y los niños en la primera línea

Las autoridades federales insisten en que las redadas se enfocan en llegadas recientes, no en familias establecidas desde hace años. Sin embargo, datos del American Immigration Council pintan un panorama más complejo: ciudadanos estadounidenses y residentes permanentes también han sido detenidos. La ambigüedad mantiene a todos en vilo.

En Pasadena, una madre mexicana dirige un puesto de tamales. El mes pasado, agentes vestidos de civil detuvieron a clientes en su carrito. Desde entonces, sus ingresos han caído a $20 diarios. Pidió no revelar su nombre por miedo a represalias.

Su hijo Chris, de solo 14 años, pasará el 4 de julio bajo una carpa emergente, vendiendo 500 tamales en lugar de ver fuegos artificiales. “Me siento bien ayudando a mi mamá,” le dijo a EFE, apilando con cuidado las hojas de maíz.

Su historia llamó la atención del influencer local Alex Murillo, conocido como “Tío Joker”. Murillo compartió un video que se volvió viral y ayudó a organizar una compra masiva de tamales para apoyar a la familia.

“Ahora es momento de estar unidos,” dijo Murillo, citando investigaciones de la Universidad de Texas que muestran cómo las redes de ayuda mutua mantienen a flote a comunidades migrantes durante oleadas de cumplimiento.

Él lo llama la “economía del miedo”: un mundo donde rumores de retenes pueden cerrar negocios, vaciar mercados y obligar a las familias a elegir entre pagar la renta o mantenerse visibles.

EFE/ Alberto Boal

Los temores de Rivas van más allá de lo económico. Padece del síndrome de Guillain-Barré y diabetes tipo 1, condiciones que requieren terapia con inmunoglobulina y bombas de insulina—tratamientos que no están disponibles en la mayor parte de Venezuela.

“Si me devuelven,” dijo, “me voy a morir.”

Su hijo Wyatt, de 14 años, ahora se encarga de las compras, la lavandería y prepara las inyecciones de insulina cada noche. También lanzó una campaña de GoFundMe para recaudar fondos para asistencia legal. El enlace se comparte por grupos de WhatsApp, junto a alertas de ICE y números de líneas legales.

Según el Dr. Roberto Gonzales, de la Universidad de Pensilvania, historias como la de Wyatt se están volviendo la norma. En su libro Vidas en el Limbo, Gonzales llama a estos niños “ciudadanos sustitutos”: menores nacidos en EE.UU. que asumen responsabilidades públicas que sus padres indocumentados ya no pueden arriesgarse a cumplir.

“Antes celebrábamos con música y fuegos artificiales,” dijo María Álvarez, una abuela en Huntington Park. “Ahora celebramos si nadie toca la puerta.”


La bandera está doblada, los fuegos artificiales aún estallan

Este 4 de julio, los fuegos artificiales aún iluminarán el cielo sobre el Rose Bowl y el muelle de Santa Mónica. Pero un silencio diferente caerá sobre partes del Este de LA.

En varias cuadras, vecinos han acordado no tirar fuegos artificiales. Temen que el ruido pueda enmascarar la llegada de una camioneta de ICE, tan fácilmente como lo haría una bengala.

En una cocinita de Boyle Heights, Wyatt prepara jeringas para la siguiente dosis de su madre. La pequeña bandera americana que suelen pegar en la ventana en julio permanece doblada en un cajón.

“Quizás el próximo año,” murmura, sin estar seguro de creerlo.

Se queda junto a la ventana, escaneando la calle con la mirada, buscando el zumbido de llantas o un destello de faros. Algunas familias en Los Ángeles pasarán la noche bajo explosiones de rojo, blanco y azul. Otras lo harán en silencio, esperando que llegue la mañana sin golpes en la puerta.

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Para muchas familias latinas de estatus mixto, este Día de la Independencia, la libertad no significa desfiles ni pirotecnia. Significa pasar la noche sin ser vistos.

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