América Latina: El periodismo que merecemos
¿Qué conlleva la crisis que atraviesan los medios de comunicación latinoamericanos?
Toda nación que se aspira a ser un modelo democrático ejemplar tendría en su seno la libertad de expresión y, por consiguiente, una prensa saludable, libre, veraz y plural, garantizada por un Estado de Derecho fuerte que proteja su libre práctica. La democratización en América Latina requiere, inherentemente, de garantías para poder ejercer con libertad la profesión periodística, pero en la región se viven los más diversos escenarios adversos para ello. De acuerdo con el Índice de Libertad de Prensa 2017 de la organización Reporteros sin Fronteras, América Latina se destaca por ser una de las regiones en el mundo con más represión a la libertad periodística.
Los casos más drásticos en la región son los de Cuba, México, Guatemala, Honduras, Colombia, Venezuela y Paraguay. Las causas de cada uno son diversas, aunque podemos encontrar algunos problemas comunes. Un ejemplo es el reciente caso colombiano del ex-presidente Álvaro Uribe Vélez contra el periodista Daniel Samper Ospina, quien fue acosado al punto de necesitar acciones legales. La falta de voluntad política para proteger el periodismo ha creado un ambiente de impunidad que ha propiciado el aumento de los crímenes contra periodistas.
Las instituciones encargadas del resguardo y garantía de la libertad de prensa carecen de la fuerza institucional o bien de los recursos necesarios para atender esta problemática. Por otro lado, el crimen organizado hace lo propio para intentar callar las voces que lo denuncian: amenaza, amedrenta e incluso asesina a aquellos periodistas que delatan sus crímenes. Incluso mantienen complicidad con las autoridades locales, lo que les garantiza impunidad para sus actos atroces.
En este contexto, el periodismo es insostenible, pues se encuentre amenazado por quienes disfrutan de impunidad. En la mayoría de los casos, si hay poca voluntad política para proteger el periodismo, es por dos motivos: o bien por la ineficacia de las autoridades para resolver los casos de agresiones a periodistas, o simplemente por la anuencia de quienes están al mando para silenciar las voces que denuncian los abusos del poder. Estos factores han influenciado en el imaginario colectivo de la sociedad latinoamericana donde se ha normalizado la violencia en las calles y contra la prensa. Este hecho es indiscutiblemente una muestra del rompimiento del tejido social.
La sociedad latinoamericana no puede y no debe normalizar la violencia y debe alzar la voz en su conjunto para que los crímenes contra periodistas cesen en su totalidad. La profesión periodística vive un momento contradictorio. Por una parte, atraviesa un cambio en el que las viejas maneras se adaptan a las nuevas o mueren en el intento. Por otro lado, la represión a las plumas de los comunicadores ha proliferado en toda América Latina, lo cual trae consecuencias graves, pues una sociedad que permite la violencia a sus periodistas será una sociedad que correrá el peligro de que su voz pierda fuerza al momento de exigir a sus autoridades un auténtico cambio.
Así, en América Latina la prensa no solo tiene el reto de adaptarse a los cambios tecnológicos, sino también debe hacer frente a aquellos que, inconformes con su labor, buscarán silenciar a quienes buscan denunciarlos. En América Latina el reto es enfrentar el problema con soluciones específicas para cada caso puesto que la coyuntura de la prensa cubana no es igual a la de la mexicana o a a de la brasileña. Sin duda, el camino por seguir es exigir a sus autoridades el respeto a la prensa y la persecución de aquellos quienes la quieran callar, pues la impunidad no forma parte del periodismo que merecemos.
Latin American Post | Esteban Belmont Bernal
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