América Latina observa un conflicto que amenaza con el caos global

A medida que estallan nuevas tensiones entre India y Pakistán, la preocupación se extiende más allá del sur de Asia. Los riesgos nucleares y los efectos en cadena sobre el comercio mundial podrían impactar a América Latina, obligando a las naciones de la región a prestar atención a una enemistad histórica que ahora se intensifica con fuerza.
Una larga disputa no resuelta por Cachemira
La hostilidad de larga data entre India y Pakistán se remonta a su independencia del Reino Unido en 1947, cuando se dividió el subcontinente. El centro de su disputa es Cachemira, una región helada del Himalaya que ambos países reclaman como propia. En 1989 estalló una insurgencia en el lado controlado por India, que Nueva Delhi acusa a Pakistán de alimentar. Aunque en ocasiones los vecinos han encontrado pequeñas ventanas para el diálogo, cada nuevo punto crítico reaviva la disputa. Ahora, un ataque ocurrido el 22 de abril en la Cachemira administrada por India—que dejó 26 civiles muertos—vuelve a dejar en evidencia lo rápido que pueden estallar las tensiones latentes. El gobierno indio, liderado por el primer ministro Narendra Modi, acusó a Islamabad de haber ayudado a los responsables.
Más allá de las disputas diplomáticas pasadas, el problema persiste. Ambos países poseen armas nucleares capaces de devastar grandes áreas. Un tono agresivo por parte de cualquiera de los dos genera preocupación a nivel mundial. Es fundamental prevenir que los problemas escalen. Incluso los países latinoamericanos, a miles de kilómetros, observan atentos: cualquier enfrentamiento armado entre potencias nucleares puede interrumpir rutas comerciales globales, socavar la confianza de los inversores y atraer a otras potencias externas. Si el conflicto escala, los mercados de materias primas—claves para las exportaciones latinoamericanas—podrían verse gravemente afectados.
Episodios previos como el de Pulwama en febrero de 2019 mostraron lo fácilmente que ataques aéreos o la violencia insurgente pueden convertirse en enfrentamientos a mayor escala. Los últimos acontecimientos—que coinciden con informes de inteligencia paquistaní que advierten de una posible acción india en “36 horas”—subrayan cuán volátil sigue siendo la frontera.
Amenaza nuclear y repercusiones regionales
Un peligro particular proviene de la rivalidad entre India y Pakistán. Ambos están entre los pocos países que poseen armas nucleares. Conflictos convencionales, como el fuego de artillería transfronterizo, ya dañan la estabilidad del sur de Asia. Con cada intercambio de amenazas, los canales diplomáticos globales se llenan de preocupación. Esto recuerda el conflicto de Kargil en 1999, que estuvo cerca de un enfrentamiento nuclear.
Una escalada abierta repercutiría en las economías globales de múltiples maneras. Para América Latina, las interrupciones en las rutas marítimas o en el mercado energético podrían ser devastadoras, considerando el papel de India y Pakistán en las cadenas de suministro global y su demanda de materias primas. Además, un conflicto a gran escala podría generar nuevas oleadas migratorias, recesiones económicas y mayores costos en seguridad. Algunos expertos señalan que un colapso en el sur de Asia podría desviar la atención global de los puntos críticos de América Latina, reduciendo potencialmente la ayuda internacional o eclipsando esfuerzos diplomáticos urgentes en la región.
Las economías latinoamericanas, impulsadas por la exportación de materias primas, dependen de relaciones comerciales estables. India es un comprador clave de productos agrícolas y energéticos latinoamericanos. Grandes bancos de Brasil, Argentina y otros países siguen los eventos con atención, conscientes de que la inestabilidad puede asustar a los inversores. En un mundo interconectado con potencias nucleares, ningún rincón está exento de consecuencias en un escenario extremo.

Tensiones históricas y mediación global
La fricción histórica entre India y Pakistán alcanzó nuevos niveles en 2019 tras el mortal atentado de Pulwama, que derivó en bombardeos cruzados. El frágil alto el fuego a lo largo de la Línea de Control en Cachemira rara vez se mantiene por mucho tiempo, con acusaciones de infiltración y fuego de artillería por parte de ambos bandos. Actualmente, India ha respondido expulsando diplomáticos paquistaníes, suspendiendo el Tratado de Aguas del Indo de 1960 y reforzando el cierre de fronteras. Pakistán, por su parte, revocó visados indios y cerró su espacio aéreo a aerolíneas indias. Gobiernos extranjeros, como los de Irán y Egipto, han ofrecido mediar, mientras que el secretario general de la ONU, António Guterres, insta a ambas partes a actuar con moderación.
La pregunta es si esa moderación se materializará. El ministro de exteriores indio insiste en que debe haber responsabilidades por los presuntos vínculos paquistaníes con grupos armados, mientras que el primer ministro Shehbaz Sharif niega cualquier relación con el terrorismo. Entretanto, los enfrentamientos mortales en la frontera disputada se multiplican. Halcones y palomas influyen en la política oficial, ya sea respaldando soluciones negociadas o el uso de amenazas.
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Sin una resolución definitiva, el conflicto continúa. Refleja una profunda enemistad y reconfiguraciones de poder. Observadores en América Latina recuerdan los efectos de disputas posteriores a la Guerra Fría. Aquel período aún repercute en el mundo mediante cambios en los precios de materias primas y en las alianzas internacionales. En una economía global del siglo XXI, incluso guerras lejanas pueden traumatizar los mercados y eclipsar agendas políticas complejas.