ANÁLISIS

¿Defendería realmente Rusia a Venezuela? Caracas pone a prueba al Kremlin mientras crecen los temores de invasión

Mientras Washington intensifica la presión militar en el Caribe y los rumores de una invasión estadounidense a Venezuela cobran fuerza, una pregunta que antes se limitaba a los círculos de política exterior se ha convertido en un debate de esquina, desde Caracas hasta Moscú: ¿acudiría realmente Rusia al rescate de Nicolás Maduro?

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La pregunta cobró urgencia después de que Estados Unidos e Israel atacaran bases y sitios nucleares iraníes, lo que llevó a los analistas a reconsiderar un escenario más amplio y volátil: si el presidente Donald Trump autorizara un ataque o una invasión a Venezuela, ¿intervendría el Kremlin, el aliado más poderoso de Maduro?

El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, enfrió la idea. Venezuela “no puede compararse” con Bielorrusia, dijo, calificando de “incorrectas” las analogías entre ambas alianzas y citando el factor destacado pero decisivo de la “realidad geográfica”, según EFE. El mensaje era claro: Rusia no puede defender a Venezuela como defiende a sus estados tapón europeos. El Caribe no es su vecindario.

Maduro, por su parte, ha intensificado su retórica sobre un vínculo estrecho con Moscú. Ha elogiado nuevos acuerdos estratégicos, enfatizado la cooperación militar y hablado como si el apoyo ruso fuera inquebrantable. Pero expertos consultados por EFE sostienen que el historial del Kremlin y sus limitaciones actuales cuentan una historia más ambigua. Rusia lidia con una guerra prolongada en Ucrania, presiones internas y un ejército sobrecargado. Su capacidad para contrarrestar una operación estadounidense en el Caribe no solo es limitada, sino que podría ser en gran parte retórica.

Rusia ha pasado años construyendo una red de socios, desde China y Corea del Norte hasta Irán, Kazajistán y Venezuela, pero los compromisos dentro de esa red varían drásticamente. El tratado de defensa mutua de 2024 con Corea del Norte, por ejemplo, obliga explícitamente a Rusia a responder si Pyongyang es atacada. Corea del Norte incluso envió miles de soldados a la región rusa de Kursk para repeler incursiones ucranianas, junto con zapadores para ayudar a asegurar las fronteras, según informó EFE.

En contraste, el pacto de Rusia con Irán carece de cláusulas de defensa mutua. Cuando Estados Unidos bombardeó territorio iraní en junio, Moscú condenó el ataque pero no ofreció apoyo concreto. De igual modo, en Siria, donde la intervención rusa de 2015 salvó el régimen de Bashar al-Assad, Moscú finalmente aceptó el colapso de su gobierno en diciembre de 2024. EFE informó que Rusia ofreció asilo a Assad incluso cuando su sucesor visitó Moscú para renegociar los derechos de bases militares en Latakia y Tartus.

Hay casos en los que Rusia actuó rápidamente, como su despliegue en 2022 en Kazajistán bajo la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, ayudando a sofocar disturbios. Pero esa misma alianza no hizo nada para ayudar a Armenia frente a Azerbaiyán, otro ejemplo del cálculo selectivo de Moscú. En todos estos escenarios, los reportes de EFE trazan una línea clara: los compromisos de Rusia dependen del valor estratégico, la viabilidad y la proximidad.

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Esta historia desigual ensombrece el nuevo acuerdo de “asociación estratégica y cooperación” que Venezuela firmó con Rusia, un pacto que Maduro presenta como prueba de que no enfrentará solo a Estados Unidos. El documento entró en vigor apenas días antes de que Washington lanzara su operación antidrogas Lanza del Sur en el Caribe.

Lavrov dijo que el acuerdo reafirma la cooperación en materia de seguridad, incluida la “esfera técnico-militar”, e insistió en que Rusia está “lista para actuar plenamente” dentro de sus obligaciones con sus “amigos venezolanos”, según EFE. Sin embargo, también afirmó claramente que Venezuela no ha solicitado formalmente armas, sistemas de defensa aérea u otra asistencia militar directa.

Por ahora, el simbolismo cumple gran parte de la función. Los diplomáticos rusos defienden la legitimidad de Maduro. El Kremlin advierte a Washington contra la desestabilización de la región. El parlamento ruso pide la condena internacional de las “acciones agresivas” de Estados Unidos. Todo ello señala solidaridad, pero nada garantiza una intervención.

Aun así, los rumores prosperan en el espacio gris entre la diplomacia y la disuasión. A finales de octubre, un avión de carga ruso Il-76 aterrizó en Caracas. El legislador ruso de línea dura Alexei Zhuravliov afirmó que el avión transportaba sistemas de defensa aérea Pantsir y Buk, “los mismos que protegen las residencias de Putin”. Ninguna autoridad gubernamental ha confirmado la carga, informó EFE.

Lavrov, por su parte, criticó la política estadounidense como un búmeran. “Estoy convencido de que la línea elegida por la administración Trump respecto a Venezuela no traerá nada bueno”, dijo, según EFE. Pero las advertencias no son tanques, y las declaraciones no son misiles.

EFE/EPA/RAMIL SITDIKOV / REUTERS / POOL

Un pacto en papel, un avión en Caracas

Expertos consultados por EFE insisten en que la relación Rusia-Venezuela ya no es la que era bajo Hugo Chávez, quien compró más de 10.000 millones de dólares en armas rusas entre 2006 y 2011 y cultivó una relación personal en Moscú. Para los halcones rusos, Chávez se asemejaba a un Fidel Castro moderno, un líder en quien valía la pena invertir.

Maduro, sin embargo, ha sido un socio mucho más complicado. Moscú envió instructores y técnicos militares en 2019. La petrolera rusa Rosneft ayudó a Caracas a sortear las sanciones estadounidenses. Pero esos esfuerzos ocurrieron antes de las tensiones por la guerra en Ucrania. Hoy, los analistas dudan que el Kremlin pueda, o quiera, gastar un capital político o militar significativo para salvar a Maduro.

Venezuela ya opera cazas Sukhoi de fabricación rusa, sistemas de defensa aérea S-300 y lanzacohetes Smerch. Pero reponer o reforzar ese arsenal requeriría sortear la supremacía naval estadounidense en el Caribe. Cualquier intento de desplegar activos rusos allí implica el riesgo de una confrontación con Washington y tensiona aún más a un ejército ruso exhausto.

Lo que está en juego para Rusia no es menor. Perder Venezuela significaría perder su principal punto de apoyo en el hemisferio occidental y poner en riesgo inversiones en oro e hidrocarburos valoradas en miles de millones, según informó EFE. También daría munición a los críticos internos deseosos de mostrar a Putin como un líder que invierte en el extranjero solo para perder influencia cuando las crisis llegan a su punto máximo. Pero el costo de una intervención directa, en dinero, logística y posible escalada, es mucho mayor.

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La asociación que queda es más estrecha: cooperación en inteligencia, apoyo técnico, protección diplomática en Naciones Unidas, ayuda con repuestos y mantenimiento, y el envío ocasional de cargamentos ambiguos. El nuevo pacto, a pesar de su lenguaje dramático, funciona más como un seguro político que como una garantía de defensa mutua.

Rusia ha demostrado que luchará cuando la geografía, las alianzas y los incentivos políticos se alinean. También ha demostrado que se retira cuando un socio se convierte en una carga más que en un activo. Por eso los analistas citados por EFE no esperan un paraguas al estilo Bielorrusia sobre Caracas, y por eso importa el énfasis de Lavrov en la geografía. Las líneas rojas del Kremlin están cerca de casa.

Para Venezuela, sin embargo, incluso el respaldo simbólico ruso resulta útil. Señala determinación, sugiere que Washington se arriesga a una reacción internacional y ofrece un relato de apoyo global. Para Rusia, mantener a Caracas en su órbita le asegura presencia en el “patio trasero” de Estados Unidos y complica la estrategia estadounidense en el hemisferio, incluso si Moscú nunca dispara un solo tiro.

Al final, los reportes de EFE dibujan un manual ruso ya conocido: declaraciones ruidosas, compromisos selectivos y una lectura cuidadosa de los mapas. Si Washington escala, Moscú sopesará riesgos y recompensas, como lo ha hecho de Teherán a Ereván. Si ese cálculo se traduce en ayuda significativa para Venezuela, o solo en otro avión aterrizando discretamente en una pista de Caracas, puede depender menos de los tratados que de la geografía y el momento, las dos fuerzas que desde hace tiempo dictan dónde lucha Rusia y dónde solo finge que podría hacerlo.

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