Los fracasos del liderazgo alimentan la persistente violencia en el fútbol en América Latina
El presidente de la federación colombiana de fútbol, Ramón Jesurún, de 71 años, y su hijo fueron detenidos en Miami tras un altercado con guardias de seguridad tras la final de la Copa América. El reciente caos en la final de la Copa América es un claro recordatorio de que este problema persistirá si quienes ocupan posiciones de liderazgo no dan un ejemplo positivo.
El fútbol, el deporte hermoso, a menudo se vuelve feo con la violencia tanto dentro como fuera de la cancha. El reciente caos en la final de la Copa América es un claro recordatorio de que este problema persistirá si quienes ocupan posiciones de liderazgo no dan un ejemplo positivo.
El presidente de la federación colombiana de fútbol, Ramón Jesurún, de 71 años, y su hijo fueron detenidos en Miami tras un altercado con guardias de seguridad tras la final de la Copa América. Este incidente, confirmado por la policía de Miami-Dade el lunes, ejemplifica el problema actual de la violencia en el fútbol y el papel fundamental del liderazgo para abordarlo.
La final del domingo, en la que Argentina triunfó sobre Colombia, estuvo marcada por retrasos y caos. El partido comenzó con más de una hora de retraso debido al cierre iniciado por la policía, dejando a cientos de fanáticos afuera del Hard Rock Stadium de Florida. Los videos que circulaban en las redes sociales mostraban al personal de seguridad chocando con los fanáticos que intentaban traspasar las puertas, estableciendo el tono de una velada tumultuosa.
Después del partido, Jesurún y su hijo de 43 años, Ramón Jamil, se vieron envueltos en un violento altercado con guardias de seguridad. Según informes de la policía de Miami, el enfrentamiento se produjo en un túnel del estadio donde se reunían los medios. El hijo de Jesurún presuntamente agarró a un guardia de seguridad uniformado por el cuello, lo tiró al suelo antes de golpearlo y patearlo. Tanto Jesurún como su hijo fueron acusados de agresión.
Liderazgo en desorden
El silencio de la Federación Colombiana de Fútbol tras este incidente lo dice todo. Más de dos docenas de aficionados fueron detenidos en la final de la Copa América y más de 50 personas fueron expulsadas del recinto. A pesar de la presencia de más de 800 agentes del orden, el evento se convirtió en un caos, lo que puso de relieve el problema más amplio de la violencia que afecta al fútbol, especialmente en América Latina. Este incidente no sólo ha empañado la reputación de la federación sino que también ha planteado serias dudas sobre su capacidad para mantener el orden y la disciplina en el deporte.
Este incidente no es aislado. Refleja un problema más profundo dentro de la dirigencia del fútbol. Cuando los mismos individuos que se supone deben defender la integridad del deporte se comportan violentamente, se envía un mensaje peligroso. Sugiere que tal conducta es aceptable, incluso en los niveles más altos del juego. Este efecto de goteo perpetúa una cultura de violencia que afecta a los jugadores, los aficionados y toda la comunidad futbolística.
Un contexto latinoamericano más amplio
La violencia en el fútbol no es sólo un problema colombiano; es un problema generalizado en toda América Latina. La región tiene una rica herencia futbolística, con aficionados apasionados y rivalidades históricas. Sin embargo, esta pasión a menudo desemboca en violencia, tanto dentro como fuera de los estadios. No son infrecuentes los incidentes de vandalismo, enfrentamientos con la policía e incluso muertes. El problema no se limita a un solo país, sino que es una cuestión regional que requiere un enfoque coordinado e integral para abordarlo.
La Copa América, el principal torneo de fútbol de Sudamérica, tiene una historia de más de un siglo. Sin embargo, la violencia recurrente asociada con él empaña su legado. La reciente final en Estados Unidos, la segunda vez que el torneo se celebra allí, tenía como objetivo mostrar los aspectos positivos del deporte. En cambio, destacó los persistentes problemas de desorden y violencia.
La declaración del Hard Rock Stadium del lunes subrayó los desafíos que enfrentan los organizadores del evento. A pesar de aumentar el número de agentes del orden y personal de seguridad a más del doble que en un evento típico con capacidad máxima, tuvieron dificultades para mantener el orden. Las puertas del estadio se cerraron y volvieron a abrir, pero los aficionados continuaron participando en actividades ilegales, como pelear contra agentes de policía, derribar barreras y destrozar propiedades.
La necesidad de cambio
Esta situación ilustra la necesidad de un enfoque integral para abordar la violencia en el fútbol. Requiere medidas de seguridad sólidas y un cambio cultural dentro del deporte. Sin embargo, también presenta una oportunidad para un cambio positivo. Los líderes, desde clubes locales hasta federaciones nacionales, pueden oponerse a la violencia y dar un ejemplo positivo. Esto incluye implementar códigos de conducta estrictos, mejorar la educación de los fanáticos y fomentar una cultura de respeto y espíritu deportivo.
El atractivo del fútbol reside en su capacidad para unir a las personas, trascendiendo fronteras y culturas. Sin embargo, la violencia asociada con el deporte amenaza con socavar su impacto positivo. El incidente que involucró a Ramón Jesurún y su hijo en la final de la Copa América es un claro recordatorio de que el cambio debe comenzar desde arriba. Los líderes que no logran ejemplificar los valores del juego no pueden esperar que los fanáticos y jugadores lo hagan.
La lucha contra la violencia en el fútbol es una responsabilidad colectiva. Requiere el compromiso de todos los involucrados en el deporte, especialmente aquellos en posiciones de poder. Al abordar las causas fundamentales de la violencia y promover una cultura de respeto, el fútbol puede recuperar su condición de juego hermoso e inspirar a las generaciones futuras a disfrutarlo en un ambiente seguro y positivo. Juntos podemos hacer la diferencia.
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La violencia en el fútbol no se detendrá si quienes ocupan posiciones de liderazgo continúan participando y tolerando ese comportamiento. Los acontecimientos de la final de la Copa América sirven como llamada de atención. Es hora de que los líderes den el ejemplo y tomen medidas significativas para erradicar la violencia del deporte. Sólo entonces el fútbol podrá alcanzar su potencial como fuerza unificadora y edificante.