Los “Soles” venezolanos bajo asedio mientras la etiqueta de terrorismo reescribe el mapa

La decisión de Estados Unidos de clasificar al Cartel de los Soles como organización terrorista ha transformado una acusación de larga data en un punto álgido hemisférico. Con Ecuador siguiendo rápidamente a Washington, la medida revive dos décadas de señalamientos sobre complicidad militar, pone un foco más duro sobre Nicolás Maduro y vincula la presunta red con las pandillas más notorias del hemisferio.
Un nombre escrito en “soles”
La etiqueta se remonta a principios de los años 2000, cuando el periodista y concejal Mauro Marcano acusó a altos oficiales de la Guardia Nacional de Venezuela de dirigir el narcotráfico. Llamó a la red “Cartel de los Soles”, en alusión a los soles dorados que marcan las insignias de los generales. Días antes de formalizar sus denuncias, Marcano fue asesinado en septiembre de 2004. Su muerte grabó el nombre tanto en la imaginación pública como en la jerga de seguridad regional.
Para mediados de 2005, el término ya se había extendido a los medios internacionales. Un diplomático en Caracas dijo a The Miami Herald que el grupo parecía “un considerable conglomerado de generales del Ejército y la Guardia Nacional”. Con los años, investigaciones vincularon al presunto consorcio con traficantes como el paramilitar colombiano Hermágoras González Polanco y con corredores de contrabando que se extendían a través de las fronteras de Venezuela. A medida que el poder se reacomodaba en Caracas y aumentaban las sanciones, el mote de los “Soles” creció—parte acusación, parte atajo lingüístico—para describir la fusión entre crimen organizado y estructuras estatales.
Una nueva etiqueta, nuevas herramientas
El 25 de julio de 2025, Washington endureció la acusación al designar al Cartel de los Soles como organización terrorista. La declaración lo calificó como “un grupo criminal con base en Venezuela, liderado por Nicolás Maduro Moros y otros altos funcionarios”. Lo acusó de brindar “apoyo material” a la banda transnacional Tren de Aragua y al Cártel de Sinaloa en México.
Las implicaciones son amplias. Una designación terrorista abre todo un arsenal de herramientas de EE. UU.: congelamiento de activos, prohibiciones de viaje, responsabilidad penal por apoyo material y la capacidad de atacar a intermediarios financieros que antes operaban en los márgenes de sanciones pasadas. En cuestión de días, Estados Unidos duplicó la recompensa por información que conduzca al arresto de Maduro, elevándola a 50 millones de dólares. El mensaje fue inequívoco: presión en la cúpula, riesgos multiplicados a lo largo de toda la cadena—correos, banqueros, pilotos, intermediarios.
Ecuador, que enfrenta su propia espiral de violencia ligada a los carteles, rápidamente siguió con su propia designación. Al hacerlo, los “Soles” dejaron de ser una disputa bilateral entre Caracas y Washington para convertirse en una prueba regional de voluntad, capacidad y alineamiento.
Negaciones, desafío y la geopolítica de una etiqueta
Caracas rechaza de plano la existencia del cartel. “El Cartel de los Soles es un invento”, declaró el ministro de Interior y Justicia, Diosdado Cabello, en una rueda de prensa el 7 de agosto. Ridiculizó la longevidad de la acusación: “En todo este tiempo ha tenido como 300 jefes—cualquiera que los incomode se convierte en ‘jefe de los Soles’”.
La postura desafiante del gobierno busca tanto a audiencias internas como a aliados escépticos en el extranjero, presentando la designación como lawfare disfrazado de retórica antidrogas. Sin embargo, los respaldos más allá de Washington—especialmente el de Ecuador—sugieren que el debate ha cambiado. Para los responsables de la política estadounidense, la etiqueta unifica un conjunto de investigaciones dispersas en una narrativa única: que un consorcio vinculado al Estado está ayudando a los actores más desestabilizadores del hemisferio.
Los referentes son potentes. El Tren de Aragua, nacido en cárceles venezolanas, ahora acecha los corredores migratorios de toda América Latina. El Cártel de Sinaloa opera a escala global, desde laboratorios de fentanilo hasta puertos europeos.
Críticos de la designación advierten sobre un posible exceso, señalando que podría simplificar en exceso redes complejas y endurecer a Caracas contra futuras negociaciones. Sus defensores contraargumentan que la magnitud de la violencia exige instrumentos contundentes. De cualquier modo, la etiqueta en sí misma altera el costo de hacer negocios: bancos que se deshacen de riesgos, aseguradoras que se retiran, empresas fachada que pierden cobertura, funcionarios fronterizos con más margen para hurgar, incautar y extraditar.

EFE
Lo que viene
El enfrentamiento ahora se desarrolla en tres frentes:
- Ejecución. Las designaciones solo importan si se traducen en casos que aprieten a los facilitadores: directores de empresas fantasma en terceros países, funcionarios portuarios que filtran números de contenedores, gerentes logísticos que cambian precintos por dinero. Se espera presión sobre el problema interno en las cadenas marítimas de suministro y sobre las rutas aéreas clandestinas que cruzan el interior de Venezuela.
- Construcción de coaliciones. El alineamiento de Ecuador podría ser el primero de varios. Si otros gobiernos—en especial los centros de transbordo y las puertas financieras—se suman, el alcance de la designación se vuelve más agudo, transformando a los “Soles” en un blanco regional.
- Narrativa. El gobierno de Maduro luchará por presentar la designación como un ataque al Estado en sí, un pretexto para la extralimitación imperial. La respuesta de Washington dependerá no de discursos sino de pruebas: acusaciones que rastreen flujos de dinero, registros telefónicos que mapeen cadenas de mando, testimonios que confirmen redes de protección.
El origen de la historia todavía persigue su presente. Un periodista asesinado que se atrevió a hablar de “soles” dejó atrás una frase que se convirtió en una línea de falla geopolítica. Dos décadas después, las apuestas son continentales, las herramientas legales más afiladas y las acusaciones más amplias. Si la etiqueta de terrorismo logra abrir un ecosistema incrustado o lo endurece contra la presión externa dependerá de investigaciones meticulosas y de una diplomacia lenta.
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Por ahora, los “Soles” han pasado del susurro en la jerga a la maquinaria formal del contraterrorismo global. El precio de la complicidad—o de la negación—ya no se fijará solo en Caracas. Se calculará en todo un hemisferio que ya no está dispuesto a fingir que las sombras son inofensivas.