No basta con la indignación, hay que ser antirracista
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LatinAmerican Post | María Fernanda Ramírez Ramos
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Read in english: Opinion: Indignation Is Not Enough, You Have To Be Anti-Racist
Es urgente una educación, instituciones y actuar antirracista, que permita una transformación social. El cambio empieza por el comportamiento individual.
Como señala la académica, política y activista afroamericana Angela Davis: "En una sociedad racista, no es suficiente ser no racista. Debemos ser antirracistas".
Leer la historia publicada por Semana sobre una docente afrodescendiente y sus dos hijos, víctimas del racismo en el municipio de Morcote en Boyacá, Colombia, causa escalofríos. “Nos atacaron por pertenecer a la población negra y afrodescendiente. Por la pigmentación de nuestra piel fuimos agredidos de todas las formas, hasta el punto de que mis hijos fueron abusados sexualmente”, denunció Kerlin Murillo.
Quisiera pensar que es un caso que indigna a la mayoría de la población, aunque el suceso mismo dentro de una institución educativa ya da muestra de que el racismo está vivo. Así, no es suficiente con indignarse por este tipo de actos racistas, que suceden todos los días, muchos alejados de los medios, de las redes sociales o con consecuencias no tan visibles, pero también profundas. Es necesario comprometerse con la causa antirracista y, en esa medida, trabajar por la transformación social.
El racismo tiene múltiples dimensiones: individual, cultural e institucional y está completamente arraigado en las sociedades actuales. Justamente, suponer que el racismo se trata de algo del pasado y que es minoritario, es una muestra del poco conocimiento que, en general, tenemos sobre la dimensión de este problema. Basta con ver los comentarios de las redes sociales, los refranes populares o los discursos de algunos políticos de extrema derecha para entender que no es un problema oculto.
El concepto de raza es un invento humano, que en los países americanos constituye una herencia de la conquista. Este, se creó para establecer sistemas de dominación y opresión basados en las características físicas. De esta forma, se establecieron jerarquías de superioridad, con su más macabra expresión en la esclavitud de las personas negras. No obstante, el color de la piel y la llamada “raza” no tienen nada que ver con las capacidades de las personas y, muchos menos, con su dignidad y posesión de derechos.
Sin embargo, procesos como los que se dieron en Colombia en lo que se ha denominado como el periodo de la "Regeneración" hicieron un daño profundo. Se trató de un proyecto político en el cual se promovió señalar a lo negro e indígena como indeseable, malo, feo o cualquier atributo negativo. Este tipo de posturas se replicaron por el continente y se enraizaron en los imaginarios sociales y en las instituciones públicas. Para ejemplificarlo, un reciente informe de UNICEF señala que "Las familias afroamericanas y las latinas tienen casi el doble de probabilidades de carecer de instalaciones completas de fontanería que las familias de raza blanca" en Estados Unidos. En este sentido, las personas racializadas están expuestas a múltiples violencias y hay infinidad de informes y cifras que lo demuestran.
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La organización Dismantling Racism señala que hay varias vías que permiten que el racismo, y su opresión, florezcan. Aunque se trate de un proceso complejo, y esta columna no sería suficiente para explicarlo, entre ellos se encuentra el callar. Por un lado, que callen los oprimidos, no hablen de su historia y "se adapten a lo que hay". Mientras tanto, "el grupo dominante debe mentirse a sí mismo y a los demás sobre su papel en la opresión, posicionándose como irreprensibles, pasivos (yo no lo causé), individuales y no parte de un sistema más grande, mientras ignoran el condicionamiento y las cintas racistas internas (yo no soy racista, soy una buena persona blanca)".
Y este punto es precisamente el que pretendo destacar. Como señala la académica, política y activista afroamericana Angela Davis: "En una sociedad racista, no es suficiente ser no racista. Debemos ser antirracistas". Y esto implica entender que las personas del común también tenemos responsabilidad en la propagación del racismo y la posibilidad de ser agentes de cambio. En este punto, es necesario que reconozcamos que en sociedades tan desiguales como las latinoamericanas, gozamos de privilegios o experimentamos vulnerabilidades solo por haber nacido en un lugar, con una capacidad económica o un color de piel.
Rechazar los discursos de odio y proponer narrativas alternativas; asociarnos o apoyar a las organizaciones que trabajan contra el racismo y la discriminación; exigir a las instituciones en las que trabajamos o estudiamos tener protocolos contra la discriminación y el racismo; formarnos sobre antirracismo y aprender sobre lo que tienen que decirnos las personas racializadas; votar por personas comprometidas; y hacer presión o exigir a las instituciones públicas justicia son pasos que todos podemos dar.
También es necesario aceptar y reconocer que, incluso sin una intensión consciente, nosotros mismos podemos ser racistas, porque hay imaginarios sociales tan extendidos que es preciso señalarlos y reflexionar sobre ellos para erradicarlos. Y aunque es necesario reformas a nivel institucional, el trabajo empieza por casa. Aunque a muchos nos parezca que es evidente que cada persona tiene el mismo valor y dignidad por el hecho de nacer, la realidad nos dice que todavía hay diferencias en el valor que se le otorga a cada vida. Por eso es necesario educar a los niños para que respeten la diversidad y tengan un pensamiento crítico que les permita identificar los discursos de odio.
Tengo 26 años y me cuesta pensar que cuando nacieron mis padres el sistema de segregación racial Jim Crow operaba en Estados Unidos y se replicaba, de forma similar, en diversos puntos del mundo. Así como hoy hay un consenso social sobre lo inaceptable del nazismo o la esclavitud, debe haberlo sobre la discriminación de las personas en función de su color, religión, orientación sexual o procedencia. Por eso es necesario que no nos quedemos callados: que aprovechemos cada oportunidad que tengamos para desmontar los discursos y actos racistas de nuestro entorno.
Justamente esta semana se ha estado realizando el primer período de sesiones del Foro Permanente sobre los Afrodescendientes, organizado por Naciones Unidas en Suiza. En él, líderes y activistas de todo el mundo están hablando de temas clave para la reparación histórica y la lucha contra las desigualdades. Es un espacio fundamental para el desarrollo de políticas efectivas en contra del racismo.