Opinión: El veganismo como acto ético y político
En medio de una crisis sanitaria y de la inminente amenaza del cambio climático, el veganismo es una opción más ética y política que nutricional.
¿El veganismo es un tipo de dieta o realmente es un acto ético y político ?. Foto: Pixabay
LatinAmerican Post | Vanesa López Romero
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El veganismo suele ser visto como una dieta "extrema" y se cree que quienes deciden adoptar este tipo de nutrición son fanáticos y tienen un estilo de vida muy diferente al de cualquier persona común y corriente. Pero vale la pena preguntarse, ¿el veganismo es un tipo de dieta o realmente es un acto ético y político?
La palabra "vegano" fue creada por Donald Watson, un británico nacido en 1910 que creció en un pueblo minero donde comer carne y productos derivados de los animales era más que normal. Sin embargo, como contó en una entrevista en 2002 para la revista Foods, en su infancia vio cómo mataban a uno de los cerdos de la granja de su tío, donde normalmente iba de vacaciones. Fue entonces cuando comenzó a preguntarse por qué nadie a su alrededor hablaba sobre los deberes que como seres humanos tenemos con los animales, que también son seres vivos y solo se actuaba a partir de los derechos que creemos tener sobre ellos. En 1924, a sus catorce años, decidió volverse vegetariano y, tras años de charlas con amigos, expertos y conocidos, en 1944 fundó la Vegan Society con el fin de diferenciar claramente la dieta vegetariana de la vegana, pues en la vegetariana se perpetua el consumo de lácteos y huevos, es decir, alimentos derivados de los animales.
Para Watson "el veganismo es una filosofía de vida que excluye todas las formas de explotación y crueldad hacia el reino animal e incluye una reverencia a la vida. En la práctica se aplica siguiendo una dieta vegetariana pura y anima el uso de alternativas para todas las materias derivadas parcial o totalmente de animales". Asimismo, Watson comparó la explotación animal con la explotación humana, refiriéndose específicamente a la esclavitud. De esta manera, él propuso una mirada ética sobre la producción y el consumo normalizado de animales y de sus derivados.
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Desde entonces, el veganismo ha ido confluyendo con otras visiones de vida e incluso movimientos sociales, lo que ha permitido que se nutra de distintas índoles. Pero ha mantenido su motivación principal: una visión antiespecista y sensocentrista (este es un planteamiento ético que afirma la consideración moral y el respeto hacia todo ser con capacidad de sentir) que busca proteger los intereses de los animales en general. Esto quiere decir que no solo se plantea una dieta a base de vegetales y plantas, sino que también pretende llevar esta mentalidad al consumo en general más allá de la alimentación: no usar ropa que tenga tejidos de animales; no consumir productos de belleza, limpieza, etc. que sean probados en animales; no asistir a eventos o espectáculos en donde se explote la vida animal, como por ejemplo circos o zoológicos.
Así, quienes adquieren un estilo de vida vegano están sentando una posición ética y política a partir de hábitos de consumo responsables con el reino animal. Esto tiene que ver directamente con el cuidado medioambiental, pues se ha demostrado que la industria ganadera, del huevo y la leche, contribuyen a la contaminación y calentamiento global. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), "El sector ganadero genera más gases de efecto invernadero –el 18 por ciento, medidos en su equivalente en dióxido de carbono (CO2)- que el sector del transporte. También es una de las principales causas de la degradación del suelo y de los recursos hídricos".
En este orden de ideas, el veganismo también tiene una incidencia en la ecología. Con la llegada de la pandemia, la ONU afirmó que el consumo per cápita de carne bajó en un 3% en 2020 en comparación con el 2019. Si bien estos datos dan una luz de esperanza para que el consumo de carne sea cada vez menos normalizado, se necesita pensar en que, mientras los gobiernos y las grandes industrias no tengan en cuenta la necesidad de comenzar a implementar medidas que tengan en cuenta la vida animal de una manera ética y moral, la llamada economía circular no va a tener sentido.
Claro, hay cientos de razones desde las que se ve como inconcebible tener una dieta vegana en todo un país, empezando por la caída económica que habría en el sector ganadero, avícola, lechero, e incluso en las industrias de la moda y de la belleza. Pero pensar el veganismo desde lo político también implica pensar que esos recursos de los que se sirven dichas industrias dejarán de existir si se sigue consumiendo de la manera en la que se ha hecho hasta ahora. A la larga, son mercados insostenibles sobre sí mismos. Repensar el consumo de manera individual, como lo hace el vegetarianismo no tiene mucho sentido en este orden de ideas; en cambio, el veganismo pone de entre dicho un accionar individual político que a la larga tiene una incidencia en la comunidad, en los países y, así, en el mundo en general.
Lastimosamente, que solo unas pocas personas consuman veganamente no va a hacer ningún cambio a un nivel macro, por lo que es necesario que estas ideas, por más "extremistas" que parezcan, sean tenidas en cuenta en las grandes oficinas, en las empresas, industrias y, sobre todo, en los gobiernos de los países que quieren impulsar su economía desde la sostenibilidad: no se será realmente sostenible hasta que no se piense el mundo como el hogar de seres humanos, pero también de animales sintientes.