Opinión: Es hora de realizar el verdadero sueño americano
Gabo, Rulfo, Sábato, Córtazar, Vargas Llosa, Paz y Allende fueron afortunados de que sus letras hayan nacido en América Latina
Tras la inesperada y luctuosa visita de los señores europeos que erróneamente pisaron por vez primera nuestros inmaculados y bellos paisajes, los españoles, holandeses, portugueses e ingleses, decidieron separar a un pueblo que, pese a sus infinitas diferencias, eran un solo pueblo. Aquel extraño pueblo que se caracterizaba por su particular vestimenta, por sus rituales religiosos, por su aborigen y autóctona lengua, era un solo mundo. Los habitantes que allí se encontraban eran los únicos dueños de la gran América.
Desde ese momento, nuestros conquistadores dejaron un gran legado, nos impusieron nueva religión, nueva lengua, nuevos dioses, nuevos modales, nuevas maneras de hacernos daños y nuevos estilos culturales. Desde ahí supimos que los del norte hablarían otro idioma, que por su aspecto físico serían “distIGNORE INTOs” a los del sur, a los de más abajo. Los del norte serían diferentes a esos cuyo tono de piel hace juego con la tierra, a los más criollos, a los mulatos, a los paridos del aglomerar nuestra raza con la de estos señores 'carilavados' y bien presentados. Ese es el epicentro donde se origina la gran división de las Américas.
No soy osado si me remito a las letras de una inolvidable y contagiosa melodía del gran poeta Nino Bravo: “cuando Dios hizo el Edén, pensó en América”.
Hoy por hoy vemos como cada vez nos distanciamos de nosotros mismos, de nuestras culturas autóctonas, y no me refiero a la manera obsoleta de como se vivía o a otros aspectos como la tecnología o los medios de comunicación. No, hago referencia a la consiente, cruel y fría manera de olvidar la hermandad, de querer pertenecer a un nuevo mundo, de ser aceptado, de separar nuestros territorios por leyes y estatutos que se crean para crear límites y fronteras.
Que mal.
Qué lástima que, para poder ser legales en nuestro continente, se deba pedir permiso, que para el ingreso a otra nación se deban portar los documentos como lo estipula la ley. Aunque el ideal perverso y excluyente del sueño americano separe este continente, Los Andes, La Sierra Madre y las Montañas Rocosas son una misma cordillera, aunque nos enseñaron que son distintas, aunque nosotros nos empeñemos en separarlas.
Entonces, ya es hora de no excluirnos más. Es hora de dejarnos de estereotipos culturales que nos han inculcado desde siempre. Es hora de volver a nuestras raíces, a nuestros olores, de realizar el verdadero sueño americano; el sueño de ser anfitriones aquí o allá, el sueño de romper las cadenas en nombre de la fe, de la libertad, de no ser colonia de ellos, o de aquellos.
Porque somos el resultado del reflejo de nuestros inmensos valles, de nuestras extensas y bellas llanuras, del caudal extenso y cristalino de la numerosa hidrografía americana, de nuestra descendencia esquimal, chibcha, apache, guaraní, maya, azteca e inca.
Por esta e infinitas razones, me siento dichoso, orgulloso y célebre de que esta tierra me haya visto nacer, porque Gabo, Rulfo, Sábato, Córtazar, Vargas Llosa, Paz, Allende, entre otros, fueron afortunados de que sus letras hayan nacido en este elíseo, y no soy osado si me remito a las letras de una inolvidable y contagiosa melodía del gran poeta Nino Bravo: “cuando Dios hizo el Edén, pensó en América”.
Latin American Post | Carlos Andrés Portillo