ANÁLISIS

Perú: ¿Para qué sirvió la Cumbre de las Américas 2018?

La Cumbre resultó no ser más que la declaración de un conjunto de buenas intenciones, que difícilmente contribuirá a mitigar la corrupción en el hemisferio

Perú: ¿Para qué sirvió la Cumbre de las Américas 2018?

A pesar de la expectativa generada, la Cumbre de las Américas realizada en Lima pasó completamente desapercibida ante la opinión pública del continente. Hechos de mayor importancia, como lo sucedido en la frontera colombo – ecuatoriana, y el conflicto en Siria, ocuparon la atención y el interés de los medios de comunicación, no sólo de las Américas, sino del mundo entero.

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Aunque el objetivo de la cumbre estaba basado en un tema trascendental y prioritario en la región, como es la ‘Gobernabilidad democrática frente a la corrupción’, el llamado ‘Compromiso de Lima’, que firmaron los Jefes de Estado que asistieron al evento, parece más una recopilación de enunciados y frases, que un compromiso real para enfrentar y erradicar la corrupción.

A saber, el Compromiso de Lima consta de 57 puntos distribuidos en siete ejes:

  1. Fortalecimiento de la gobernabilidad democrática.
  2. Transparencia, acceso a la información, protección de denunciantes y derechos humanos, incluyendo la libertad de expresión.
  3. Financiamiento de organizaciones políticas y campañas electorales.
  4. Prevención de la corrupción en obras públicas, contrataciones y compras públicas.
  5. Cooperación jurídica internacional; combate al cohecho, al soborno internacional, al crimen organizado y al lavado de activos; y recuperación de activos.
  6. Fortalecimiento de los mecanismos interamericanos anticorrupción.
  7. Seguimiento e informes.

Cada uno de esos puntos, sólo para mencionar algunos ejemplos, habla de la implementación de medidas como: fortalecer la autonomía e independencia judicial, e impulsar políticas de integridad y transparencia en el sistema judicial; participación ciudadana para la prevención y lucha contra la corrupción y la impunidad; y garantizar la transparencia e igualdad de oportunidades en los procesos de selección de servidores públicos.

Igualmente, se habla de consolidar la autonomía e independencia de los órganos de control superior; impulsar la adopción y/o fortalecimiento de las medidas legislativas que sean necesarias, para tipificar penalmente los actos de corrupción y otros conexos; y considerar la adopción de instrumentos legales que podrían restringir el acceso a la función pública de personas condenadas por actos de corrupción.

Es decir, se reiteran cosas que por simple lógica deberían hacer parte de los principios de cualquier gobierno y están incluidas en los planes y programas de gobierno de quienes hoy se desempeñan como Jefes de Estado. Sin embargo, su aplicación es nula y su coherencia casi inexistente, a juzgar por los escándalos de corrupción que han estallado en el continente en los últimos años.

¿Cuál fue entonces el ‘gran aporte’ de la Cumbre de las Américas?

Más allá de la diplomacia de la cumbre y de la buena intención con la que se realizaron los foros de la sociedad civil, los jóvenes y demás miembros de la comunidad de las Américas, en realidad no hubo nada extraordinario para atacar lo estructural del problema de la corrupción. Todo quedó en lo coyuntural.

A ello, se suman las contradicciones entre el discurso y las acciones de algunos Jefes de Estado que firmaron el Compromiso de Lima, como sucede, por ejemplo, con Juan Manuel Santos de Colombia, involucrado en el escándalo de Odebrecht por haber recibido aportes de esa empresa en su campaña presidencial. También, es el caso de Mauricio Macri de Argentina, involucrado en los denominados ‘Panamá Papers’.

 ¿Una cumbre paralela?

Otro hecho, que relegó a un segundo plano la Cumbre de las Américas fue que mientras Donald Trump descartó ir a esta para preparar el bombardeo que lanzó contra Siria -justamente mientras se llevaba a cabo la cumbre- , el Vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, tuvo una reunión paralela con los presidentes de Argentina, Colombia, Chile y Perú, cuyo tema central (y al parecer más importante que el que se discutía en la cumbre) fue la eventual intervención en Venezuela por parte del gobierno estadounidense, patrocinada por los mandatarios que asistieron a dicha reunión.

Llama la atención que esos cuatro Jefes de Estado hayan tenido tal diligencia y disposición en reunirse con Pence para hablar de Venezuela, pero no hayan tenido una actitud siquiera similar cuando ocurrió el fraude electoral de Honduras a finales de 2017 (lo mismo que ha hecho la OEA). El hecho demuestra una vez más que mientras Venezuela es el chivo expiatorio de la geopolítica del hemisferio, situaciones como la de Honduras y otros países pasan desapercibidas y no importan.

La cumbre de las Américas pudo ser un escenario de reflexión para llegar a consensos que permitieran hallar soluciones al flagelo de la corrupción, pero nuevamente primó la diplomacia redundante de lo coyuntural, incapaz de mirar en profundidad las problemáticas que afectan al continente.

 

Latin American Post | Samuel Augusto Gallego Suárez

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