ANÁLISIS

¿Por qué el plan de Trump para México podría estar funcionando?

¿Podría una postura estricta sobre aranceles, control fronterizo y acciones conjuntas revitalizar la lucha de México contra las drogas? Una estrategia que antes se descartaba como provocativa podría estar impulsando cambios en la política mexicana, ya que recientes incautaciones significativas de metanfetamina indican un claro progreso.

Presión creciente y el problema de la metanfetamina

La presidencia de Trump estuvo marcada por anuncios dramáticos y amenazas de políticas abruptas, muchas de ellas dirigidas a México. Uno de los movimientos más polémicos fue la imposición de aranceles a productos de Canadá y México, supuestamente para forzar la cooperación en temas como la inmigración ilegal, el tráfico de drogas y, especialmente, el flujo de opioides sintéticos como el fentanilo hacia Estados Unidos. Aunque estos aranceles generaron críticas de economistas y expertos en política exterior, también pusieron a México en una encrucijada: cooperar más agresivamente en asuntos fronterizos o enfrentar severas consecuencias económicas.

El 6 de febrero, el presidente Donald Trump anunció que pospondría por un mes un arancel del 25% sobre productos de Canadá y México, citando un acuerdo con ambos países. El pacto incluía controles fronterizos más estrictos y una promesa de reducir el tráfico ilegal de drogas, especialmente el fentanilo. Este acuerdo parecía otro ejemplo de cómo Trump utilizaba el poder económico para forzar medidas en temas clave de seguridad. Muchos observadores desestimaron su estrategia por considerarla exagerada o teatral, pero días después, las autoridades mexicanas llevaron a cabo una de las incautaciones de metanfetamina más grandes de los últimos tiempos.

En Sinaloa, fuerzas de seguridad mexicanas incautaron una cantidad masiva de metanfetamina: 4,700 litros de metanfetamina líquida más 269 kilogramos en forma sólida. La operación involucró un nivel de coordinación sin precedentes entre agencias federales y estatales, incluyendo la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Marina (Semar), la Guardia Nacional (GN) y las autoridades locales en Sinaloa. El resultado fue un golpe significativo para las organizaciones criminales en una región históricamente conocida como el bastión del Cártel de Sinaloa.

¿Podrían estos acontecimientos estar relacionados con la presión de Washington? Si es así, podrían revelar cómo las amenazas de Trump sobre aranceles y fronteras, junto con negociaciones posteriores, pueden estar generando cambios reales en la política antidrogas de México. Los críticos suelen señalar los problemas y resultados inesperados de estas tácticas. Sin embargo, si las incautaciones de drogas aumentan con más frecuencia, será difícil descartar la posibilidad de que la postura firme de Estados Unidos esté contribuyendo a un nuevo impulso en las campañas antidrogas de México.

¿Nueva cooperación o pura coincidencia?

Los escépticos argumentan que las autoridades mexicanas realizan regularmente este tipo de operativos sin que haya presión de EE.UU., especialmente en regiones como Sinaloa. Es cierto que México ha combatido a los cárteles de la droga durante décadas, a menudo con resultados mixtos. Sin embargo, esta nueva incautación destaca por su magnitud: 4.9 toneladas métricas de metanfetamina, lo que equivale aproximadamente a 4.9 millones de dosis individuales, con un valor de hasta 71 millones de dólares en EE.UU. Para el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien asumió el cargo el 1 de octubre de 2024, esta representa la mayor incautación hasta la fecha.

Para los críticos, podría ser solo un golpe de suerte

Para los escépticos, esta incautación podría ser un evento fortuito, una señal de que la policía simplemente tuvo suerte. Argumentan que las amenazas arancelarias de Trump o sus llamados a un mayor control fronterizo no influyen en la aplicación de la ley antidrogas en México. En su lugar, citan problemas internos de largo plazo, como mejor información, mejor capacitación y un plan de seguridad constante liderado por la Guardia Nacional mexicana.

No se puede ignorar el panorama general. El hecho de que el arancel del 25 % se haya pospuesto apenas unos días antes de esta importante incautación genera sospechas. La magnitud del operativo, que involucró a diversas agencias trabajando en conjunto, también es significativa. Una cooperación de tal escala sugiere presión externa: con EE.UU. exigiendo resultados, las agencias mexicanas podrían haberse alineado en torno a un objetivo común: demostrar que pueden abordar la crisis de la metanfetamina de manera contundente y pública.

El comunicado de prensa menciona una “Estrategia Nacional de Seguridad” enfocada en combatir el crimen organizado, que incluye medidas más decisivas para frenar la producción de drogas sintéticas. Históricamente, la incautación de laboratorios de metanfetamina ha sido un problema persistente en estados como Sinaloa, donde los cárteles han perfeccionado la producción a gran escala. Que múltiples agencias hayan colaborado simultáneamente sugiere una operación planificada con antelación o un sentido de urgencia elevado, quizás ambos. Y dado el énfasis de Trump en controlar el flujo de drogas sintéticas en la frontera sur, vincular estos desarrollos con la estrategia de la Casa Blanca no es descabellado.

Un posible efecto dominó en la región

Si la gran incautación de metanfetamina en México es una señal temprana del éxito de la estrategia de presión de Trump, las implicaciones van más allá de Sinaloa o de la frontera inmediata entre EE.UU. y México. Otros estados del noroeste, como Sonora, Baja California y Chihuahua, han sido puntos clave para laboratorios clandestinos. Mientras tanto, los cárteles han comenzado a explorar nuevas rutas y alianzas en el sur del país, incluyendo Michoacán, Guerrero, e incluso expandiéndose hacia Centroamérica.

Si las autoridades mexicanas continúan intensificando estos operativos, el efecto dominó podría significar:

  • Disrupción de las operaciones de los cárteles: Atacar la fase de producción—donde se fabrica la metanfetamina—podría asestar un golpe más fuerte a los cárteles, que dependen de estos laboratorios para generar enormes ingresos. Si bien las incautaciones menores han ocurrido durante años, decomisos a gran escala que afecten la producción podrían debilitar las cadenas de suministro que se extienden hasta Estados Unidos.
  • Impacto en otras drogas sintéticas: El fentanilo sigue siendo una de las principales preocupaciones para EE.UU. Si la estrategia de Trump y la respuesta mexicana conducen a mejoras sistemáticas—mayor inteligencia, mejor colaboración interinstitucional o nuevos protocolos de entrenamiento—los cárteles podrían enfrentar un mayor riesgo en toda su cartera de drogas sintéticas, desde la metanfetamina hasta el fentanilo.
  • Cambio en las tácticas de contrabando: Los cárteles se adaptan rápidamente. Si la producción en Sinaloa se vuelve demasiado riesgosa, podrían trasladar los sitios de fabricación o depender de laboratorios más pequeños y difíciles de detectar. Esto podría desplazar el problema a otros estados o países, impulsando la necesidad de una mayor coordinación regional.
  • Negociaciones diplomáticas en curso: Un solo éxito no define el éxito total del método de Trump. Sin embargo, la acumulación constante de operativos exitosos podría mejorar la confianza entre EE.UU. y México en materia de seguridad, abriendo la puerta a más operaciones conjuntas e intercambio de inteligencia.

Los críticos señalarán que cada escenario conlleva riesgos—los cárteles son notoriamente resilientes, y una sola incautación significativa no garantiza una tendencia duradera. No obstante, cada operación exitosa, especialmente de esta magnitud, puede inclinar la balanza a favor del gobierno al obligar a los grupos de tráfico a gastar recursos en reubicación, reorganización y reevaluación de sus rutas.

Reevaluando el “Discurso Duro” y las Soluciones a Largo Plazo

Una sola incautación en Sinaloa no puede servir como una medida definitiva de éxito. Sin embargo, plantea preguntas sobre si el enfoque de “discurso duro” de Trump, a menudo descartado como mera retórica, podría estar teniendo un impacto concreto en las políticas de México. Los críticos de Trump han sostenido durante mucho tiempo que su estilo—amenazar con aranceles, pronunciar discursos encendidos sobre inmigración y exigir resultados—dañaría las relaciones diplomáticas. De hecho, ha habido fricciones a nivel diplomático. Sin embargo, desde una perspectiva puramente operativa, parece haber un cambio significativo en la forma en que las agencias mexicanas coordinan su lucha contra el crimen organizado.

Es cierto que México tiene motivaciones internas para intensificar su lucha contra el narcotráfico que preceden a Trump, como el aumento de la violencia y el deseo de estabilidad política. Sin embargo, en ocasiones, la presión externa puede acelerar o amplificar objetivos ya existentes. Ante la amenaza de aranceles, México ha demostrado disposición para reforzar la vigilancia fronteriza, controlar caravanas migrantes y, aparentemente, intensificar las operaciones contra la producción de narcóticos. Para la administración de Sheinbaum, estos desarrollos ofrecen una oportunidad para demostrar su capacidad—y voluntad política—para enfrentarse a los cárteles arraigados.

Por supuesto, los críticos del enfoque de Trump argumentarían que estas acciones podrían perder fuerza con el tiempo si problemas internos más urgentes las eclipsan o si los cárteles se adaptan demasiado rápido. Otros expresan preocupación por las implicaciones en derechos humanos de estas redadas militarizadas, especialmente en zonas rurales. La Guardia Nacional de México ha sido objeto de escrutinio por depender en exceso del uso de la fuerza, lo que podría generar una escalada de violencia. Aun así, la mera existencia de preocupaciones legítimas no niega el hecho de que una redada de gran escala—que involucró a agencias locales, estatales y federales—representa un paso adelante en el control de una droga devastadora que causa estragos a ambos lados de la frontera.

En un sentido más amplio, si la estrategia de Trump realmente impulsa una cooperación sostenida de las autoridades mexicanas, podríamos presenciar una transformación más amplia en cómo EE.UU. y México abordan los problemas transfronterizos, desde el narcotráfico hasta la migración. Idealmente, las futuras operaciones se basarían en una recopilación de inteligencia sólida, un uso responsable de la fuerza y una estrecha colaboración entre gobiernos, en lugar de decisiones políticas impulsivas. Incluso con las mejores intenciones, una victoria duradera contra la metanfetamina y otras drogas sintéticas requiere una combinación de oportunidades económicas para comunidades en riesgo, una aplicación efectiva de la ley, programas de rehabilitación focalizados y reformas sociales más profundas.

Aun así, desde una perspectiva analítica, ignorar la posibilidad de que las tácticas de presión de Trump estén dando resultados se está volviendo más difícil. A medida que México incauta cantidades récord de metanfetamina, parte del impulso puede provenir del deseo de evitar una costosa guerra comercial que podría afectar sectores clave como las exportaciones agrícolas y la manufactura automotriz. Cuando hay consecuencias económicas significativas en juego, los líderes tienden a actuar. Para los críticos que alguna vez ridiculizaron las amenazas comerciales abruptas de Trump, estos desarrollos podrían llevar a una reevaluación—reconociendo que, por poco ortodoxos que sean, estos métodos pueden generar una respuesta inmediata que la diplomacia convencional a veces lucha por lograr.

En última instancia, la pregunta es si estos avances en la aplicación de la ley son sostenibles.

Si vemos incautaciones repetidas a gran escala en varios estados mexicanos, podría indicar que se está produciendo un cambio más profundo. Sin embargo, si las operaciones disminuyen o los cárteles trasladan sus actividades a enclaves ocultos, cualquier victoria inicial podría ser efímera. Por lo tanto, los próximos meses—y los movimientos de la administración Sheinbaum—serán cruciales para determinar si la estrategia de Trump ha impulsado una transformación fundamental en la postura de México frente a las drogas o si esta incautación extraordinaria sigue siendo una muestra aislada.

Dada la magnitud de la incautación en Sinaloa, los titulares reflejan algo más que un negocio rutinario. La alineación de la voluntad política, la atención pública y las demandas transfronterizas podría haber producido una de las incautaciones de metanfetamina más grandes de la historia reciente. Estés o no de acuerdo con el estilo de presión de Trump, no se debe descartar de manera casual la posibilidad de que su enfoque haya contribuido a un resultado como este. Es posible que para la guerra de México contra la metanfetamina, la estrategia—por controvertida que sea—esté mostrando señales tangibles, aunque tentativas, de estar funcionando.

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Al final, el mejor resultado sería que estos esfuerzos perduren y crezcan, lo que daría lugar a menos drogas cruzando las fronteras y un entorno más seguro para las comunidades mexicanas. El desafío radica en si ambas naciones pueden mantener este ritmo, adaptarse a los cambios de los cárteles y, al mismo tiempo, defender los derechos humanos y la estabilidad social. Y aunque el debate sobre los aranceles y la diplomacia “trumpiana” probablemente siga siendo intenso, una cosa es segura: si estas incautaciones masivas de drogas continúan, la percepción pública podría cambiar hacia la idea de que el “discurso duro” no fue solo aire caliente después de todo.

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