Trump vs. los Cárteles | Mientras EE. UU. endurece su lucha contra el fentanilo, México se irrita—y la crisis se vuelve aún más compleja

El 16 de julio de 2025, el presidente Donald Trump se dirigió a un público sombrío compuesto por legisladores y familias en duelo, arremetiendo contra un objetivo ya conocido: los cárteles de la droga en México.
Control del Cártel y la Política del Miedo
“Los cárteles tienen un control fuerte sobre México”, declaró. “Dominan a los políticos y aterrorizan a los civiles”. Mientras los familiares de víctimas por sobredosis sostenían fotos de sus seres queridos, Trump prometió acciones contundentes: más sanciones, leyes más severas y un impulso renovado para declarar a las redes del narcotráfico como organizaciones terroristas extranjeras.
No era la primera vez que lo decía. Pero el tono fue distinto—más agudo, más personal, con la clase de enojo que anticipa un endurecimiento de políticas.
La estrategia de Trump se basa en una narrativa: que México está paralizado por el crimen organizado, incapaz o sin voluntad de frenar a los cárteles. “Su gobierno está petrificado”, dijo. “Tienen miedo de actuar”.
Para algunos en México, la acusación suena a déjà vu—un eco de amenazas anteriores de imponer aranceles comerciales o enviar tropas estadounidenses. Para otros, es una simplificación peligrosa de una crisis compleja y compartida.
Aun así, el enfoque de Trump resuena entre muchos estadounidenses devastados por el fentanilo—una droga responsable ahora de la mayoría de las muertes por sobredosis en el país. Su mensaje es claro: si México no puede controlar a los cárteles, EE. UU. actuará solo.
Pero actuar solo conlleva riesgos. Por cada discurso enérgico, hay una realidad en el terreno que no se deja intimidar.
Unidad Política, Ironías Legales
Horas antes de criticar a México, Trump firmó una ley bipartidista que aumenta las penas de prisión para quienes distribuyan fentanilo o sus análogos en territorio estadounidense. La legislación fue aprobada con facilidad en el Congreso, un raro momento de acuerdo entre demócratas y republicanos en una era hiperpolarizada.
La nueva ley es popular—da la sensación de estar haciendo algo frente al dolor. Pero los críticos señalan una contradicción: los traficantes de bajo nivel enfrentan sentencias que les cambian la vida, mientras que las cadenas internacionales de suministro permanecen en gran medida intactas.
La mayoría de los precursores del fentanilo aún proviene de fabricantes químicos en China, enviados a México, donde se sintetizan en píldoras o polvo en laboratorios clandestinos, y luego se introducen de contrabando a EE. UU. por toneladas.
Al mismo tiempo, las tensiones diplomáticas escalaron. En un proceso legal no relacionado, un abogado defensor estadounidense que representa a Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo, acusó al gobierno mexicano de actuar como “el brazo de relaciones públicas de una organización narco”. La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum respondió con dureza, calificando el comentario de “insulto a la presidencia”, y prometió demandar por difamación.
La ironía es amarga: Washington acusa a México de rendirse ante los cárteles, mientras que los funcionarios mexicanos acusan a EE. UU. de extralimitarse y buscar chivos expiatorios. De ambos lados, la guerra de palabras hace poco para frenar el tráfico de drogas—o para hacer justicia a quienes están atrapados en su camino.
Un Llamado a Pekín, y una Pregunta de Poder
Luego vino la propuesta más audaz del día por parte de Trump: que China imponga la pena de muerte a los fabricantes de precursores de fentanilo.
“Creo que lograremos que China imponga la pena de muerte”, dijo, rodeado de familias cuyos hijos murieron por sobredosis. “Y creo que eso sucederá pronto”.
Fue una petición sorprendente. Ningún presidente estadounidense había pedido antes a otro país que cambiara su código penal en respuesta a muertes por drogas en EE. UU.
Sobre el papel, la lógica es simple: cortar el suministro desde la raíz. Pero en la práctica, es un campo minado diplomático. Los expertos dudan que Pekín responda favorablemente a la presión pública, especialmente en un año ya tenso por disputas comerciales y rivalidad estratégica.
Incluso si China accede, hacer cumplir esa política sería difícil. El mercado de precursores es fluido, digital y adaptable. Los cárteles simplemente cambian las fórmulas químicas para adelantarse a las autoridades.
Además, los cárteles han perfeccionado la distribución. Ocultan fentanilo en cargamentos de comida, lo mezclan con cocaína y heroína, o lo prensan en píldoras falsas de prescripción. Una vez en EE. UU., se mueve más rápido de lo que cualquier gobierno puede rastrear.
Así que mientras la propuesta de pena de muerte puede entusiasmar a ciertos votantes, otros se preguntan: ¿es diplomacia, o teatro?

EFE
Una Crisis que Supera los Titulares
Detrás del ruido, el fentanilo sigue matando.
El año pasado, 80,400 estadounidenses murieron por sobredosis, casi el 60 por ciento debido al fentanilo, según datos federales. Es una disminución respecto al pico de 2023, pero sigue siendo una cifra alarmante.
¿Qué hace al fentanilo tan letal? Es barato de producir, fácil de contrabandear y mortal en dosis más pequeñas que un grano de arroz. Se mezcla con heroína, cocaína e incluso pastillas para el TDAH, muchas veces sin que el usuario lo sepa.
Las raíces de esta epidemia son profundas. En los años 90 y 2000, las farmacéuticas inundaron el mercado con opioides, minimizando su potencial adictivo. Cuando esos medicamentos fueron restringidos, los usuarios recurrieron a la heroína—y luego al fentanilo, que ofrecía un efecto más potente a menor costo.
Grupos comunitarios han dado un paso adelante. En ciudades como Filadelfia y Denver, voluntarios operan programas de intercambio de jeringas, distribuyen naloxona y capacitan a sus pares en respuesta a sobredosis. Estas intervenciones salvan vidas—pero no pueden detener el flujo por sí solas.
Funcionarios mexicanos argumentan que, a menos que EE. UU. combine el control fronterizo con tratamiento de adicciones y financiamiento para salud pública, nada cambiará. Washington, dicen, sigue culpando a la oferta mientras ignora la demanda.
Trump, sin embargo, no muestra señales de cambiar el enfoque. Su base quiere acción, y él la está entregando—con palabras duras, leyes más estrictas y presión internacional.
Si esa presión resultará en cooperación real o en un estancamiento más profundo, está por verse.
Mientras tanto, las familias siguen de luto. Los tribunales siguen sentenciando. Y el fentanilo sigue circulando.
En La Guardia, una maleta es inspeccionada. En Phoenix, una escuela secundaria llora a un estudiante que tomó una pastilla falsa. En Sinaloa, un químico del cártel modifica una fórmula para evadir la detección.
El ciclo continúa. La pregunta ahora—en medio de protestas ruidosas y muertes silenciosas—es si gritar más fuerte finalmente hará que se detenga.
Lea Tambien: Entre la seguridad y el silencio, El Salvador sopesa el verdadero costo de la represión de Bukele
Créditos: Reportajes y entrevistas por EFE; datos sobre sobredosis del CDC y agencias de salud federales; análisis legal de El Colegio de la Frontera Norte; comentarios de expertos por María de Lourdes Alfaro (Universidad de Arizona); contexto a partir de declaraciones públicas del presidente Donald Trump y la presidenta Claudia Sheinbaum.