Venezuela: Más allá de una crisis política
No siendo suficiente con la crisis humanitaria y las catástrofes naturales por las que están pasando los venezolanos, también tienen que soportar la xenofobia en el exterior
Hace mucho dejó de ser un secreto para el mundo que Venezuela está pasando por una compleja crisis humanitaria, así su gobierno sea reacio a aceptar públicamente las condiciones deplorables en las que se encuentran sus ciudadanos y por las que se han visto obligados a dejar su país, su familia y sus hogares.
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Una de las tres conclusiones que obtuvo el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal de México (CCSPJP), con el último informe sobre las ciudades más violentas del mundo, fue “la creciente dificultad para reconocer la magnitud de la violencia homicida en Venezuela, además del fenómeno demográfico que está sufriendo ese país”.
El CCSPJP hace referencia también a la grave crisis en todos los órdenes que enfrenta Venezuela desde hace unos años, que se ha intensificado desde hace tres, y la considerable preocupación por la creciente incapacidad de contar a sus muertos.
Según datos oficiales que recibe esta organización anualmente, la información sobre el tema fue mucho más escasa en 2017 que en años anteriores, menos específica y menos periódica. Por eso salieron del ranking dos ciudades venezolanas, sin que lo hayan hecho por disminución de homicidios.
Por el contrario, debido al acelerado proceso de despoblamiento, en el que alrededor de cuatro millones de habitantes han abandonado el país y más de la mitad de ellos en los últimos tres años, las estimaciones oficiales de población no son reales, ni tampoco las tasas de homicidios basadas en ellas; sino que se creen son más altas.
Algunos países vecinos desde sus Ministerios de Relaciones Exteriores, como Colombia y Perú, han tomado medidas para cooperar con los venezolanos que ingresan a su territorio. Para ello, han expedido Permisos Especiales o Temporales de Permanencia para que no estén en la ilegalidad, para que puedan conseguir trabajos y demás derechos básicos, y lograr ubicarse de una manera digna, así sea temporalmente.
Hablando con una familia de venezolanos que llegó a Colombia hace 4 meses por la incapacidad de adquirir los servicios básicos en su país natal, confirman que están sin alimentos, sin medicinas, sin servicios básicos como electricidad, salud y seguridad, sin un ente real de control que los proteja y vele por su bienestar.
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Adicional a eso se suma la enorme inundación por el desbordamiento de los ríos Orinoco y Caroní, y un terremoto de magnitud 7.3 que tuvo lugar el pasado 21 de agosto. Esta es una situación que ciertamente los preocupa, ya que se vuelve incierta la posibilidad de retornar a sus tierras. Al llegar a un país vecino, pareciera que toda esa situación, que se les sale de las manos, no fuera suficiente.
Además, van apareciendo más y más ciudadanos que en medio de su miedo por las transformaciones que pueden sufrir sus países por la creciente migración, no son más que xenofóbicos egoístas con falta de empatía con ciudadanos que solo están buscando sobrevivir. Esto teniendo en cuenta que ese país que ahora está en crisis, en algún momento fue refugio para otros migrantes.
Es increíble que algunos venezolanos salgan a las calles con miedo por los maltratos verbales y físicos de los que están siendo víctimas, solo por el hecho de haber emigrado y de estar buscando otras oportunidades, ya que en su país de origen no es imposible adquirir el suficiente dinero para alimentarse, vestirse y vivir.
En Brasil ya ocurrió un hecho lamentable. Según el medio venezolano El Universal, ciudadanos de la localidad de Pacaraima, fronteriza con Venezuela, quemaron los objetos personales y las carpas en las que venezolanos estaban durmiendo, solo por los estigmas y las generalizaciones odiosas que no nos dejan crecer como sociedad. Aquellas en las que por unos pocos, todos terminan teniendo la misma etiqueta.
Ningún país, ningún ser humano está exento de una eventualidad como la que están viviendo hoy los ciudadanos de Venezuela. Aunque como seres emocionales siempre pensamos primero en nuestro bienestar, a veces también debemos tener una participación afectiva en una realidad ajena a la nuestra.
LatinAmerican Post | Natalia Isaza Chavarría