El regreso del huemul chileno insinúa manadas ocultas en toda la Patagonia

Desde la niebla patagónica, la tímida silueta del huemul ha reaparecido en lugares que se creían vacíos. Dos descubrimientos recientes han sacudido a los conservacionistas chilenos, ofreciendo una frágil esperanza de que este símbolo en peligro aún tenga espacio para sobrevivir.
Un avistamiento al norte que redibuja el mapa
El más reciente ocurrió la semana pasada, cuando Puelo Patagonia confirmó, mediante cámaras trampa, un grupo de hasta ocho huemules en Puchegüín, Región de Los Lagos—casi 1.000 kilómetros al sur de Santiago. Es el registro más septentrional para el ciervo andino, declarado oficialmente en peligro de extinción en 1973.
Antiguamente distribuido ampliamente en el sur de Chile y Argentina, el número de huemules se ha desplomado a alrededor del 1% de su población histórica. Hoy sobreviven apenas unos 1.500 individuos, fragmentados en pequeños núcleos aislados. Ver ocho juntos en Puchegüín no es una revolución estadística, pero sí es significativo. Amplía el mapa conocido, sugiere refugios pasados por alto y demuestra una población lo bastante sana como para sorprender.
“El hallazgo ayuda a redefinir el rango de distribución conocido del huemul y da una luz de esperanza de que puedan existir más subpoblaciones aún no descubiertas en zonas poco exploradas”, dijo a EFE el investigador Fernando Novoa. Señaló, además, que los animales se veían fuertes, sin las enfermedades que han devastado a otros grupos más al sur—una prueba de que la resiliencia sigue presente, si se le da una oportunidad.
Por qué un ciervo tímido importa a paisajes enteros
La situación del huemul refleja presiones conocidas: hábitat fragmentado por ganadería y caminos, enfermedades transmitidas por el ganado, depredación de pumas y caza furtiva. Pero no se trata solo de salvar un ciervo. Los ecólogos llaman al huemul una “especie paraguas”, cuya protección extiende beneficios a ecosistemas completos.
Los huemules dispersan semillas, moldeando bosques y pastizales. Su salud refleja la de las cuencas, los suelos y las redes de vida que sostienen. La revista Ecography incluso incluyó al huemul entre las 20 especies del mundo capaces de liderar la restauración de ecosistemas.
“Funcionan como semáforos de los ecosistemas que habitan”, explicó a EFE Cristián Saucedo, director de vida silvestre de Rewilding Chile. “Si sus números mejoran, es una buena señal de que el ecosistema no está bajo amenaza”. Un semáforo en verde para los huemules, en otras palabras, significa luz verde para los ríos, aves, peces y comunidades humanas de la Patagonia.
Corredores, esfuerzo en terreno y una dosis de realismo
Los avistamientos son una cosa. La supervivencia requiere estructura. En 2023, el gobierno de Chile y Rewilding Chile lanzaron el “Corredor Nacional del Huemul”, un esfuerzo público-privado para reducir amenazas y conectar la conservación a través de rangos fragmentados. “Ninguna organización, ni siquiera el Estado solo, puede asumir este desafío”, dijo Saucedo a EFE.
La noticia de Puchegüín llegó poco después de otra revelación: un grupo de al menos cinco huemules documentados en Cabo Froward, el extremo más austral del continente, donde la Patagonia se encuentra con el Estrecho de Magallanes. Allí los ciervos habían resistido en uno de los rincones más duros y prístinos de la región, protegidos por la misma lejanía.
“Es una especie que vive a densidades muy bajas”, comentó Saucedo. “Identificar subpoblaciones requiere mucho trabajo porque suelen habitar lugares muy altos y difíciles de alcanzar. Por eso esto es una gran celebración”.
Aun así, la cautela modera la alegría. Mariano de la Maza, de la Corporación Nacional Forestal, advirtió a través de EFE que los nuevos avistamientos no significan necesariamente que las poblaciones estén creciendo—solo que un monitoreo paciente está revelando lo antes invisible. El mensaje es claro: más cámaras, más equipos en terreno, más persistencia. Los nuevos datos son progreso, pero no recuperación todavía.

Reintroducciones, cruces y un despertar público
La esperanza también proviene de la experiencia. Hace dos décadas, la Fundación Huilo Huilo comenzó a criar huemules en condiciones controladas para devolverlos a los bosques de Los Ríos, donde habían estado extintos desde los años 80. En febrero, el proyecto marcó un hito: la migración natural de un huemul nacido en libertad, llamado Newenche, hacia la vecina Argentina. Fue el primer cruce fronterizo de este tipo en más de treinta años.
“Noticias como el cruce de Newenche o los descubrimientos hechos por nuestros colegas habrían pasado desapercibidas hace años”, dijo a EFE el director ejecutivo de Huilo Huilo, Rodolfo Cortés. “Ahora existe mucha mayor conciencia de la importancia del huemul y de la necesidad de esfuerzos conjuntos no solo para descubrir más subpoblaciones, sino para garantizar su supervivencia a largo plazo”.
La conciencia, sin embargo, es solo un pilar. La acción es el otro. Eso significa reducir el ganado en valles sensibles, controlar perros que hostigan fauna, restaurar praderas de montaña y bosques de ribera, hacer cumplir las normas contra la caza furtiva y diseñar caminos y senderos que permitan el movimiento en lugar de bloquearlo.
El huemul es más que un expediente de conservación. Es un símbolo nacional—emparejado con el cóndor andino en el escudo de Chile—y un ancla de los sistemas vivos que hacen viable la Patagonia para personas y vida silvestre por igual.
Dos descubrimientos, en Puchegüín y Cabo Froward, no garantizan un regreso. Pero reabren una puerta. Recuerdan a Chile que la persistencia es posible, que aún hay refugios que pueden albergar vida, y que la acción coordinada puede cambiar el semáforo hacia verde.
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La gran prueba ahora es: ¿lograrán la ciencia y la política mantener esa luz encendida y evitar que vuelva a rojo?