CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Guanaquerx, el robot que reescribe la liberación andina a cuatro patas

Un robot lanudo, vestido con textiles andinos, ha vuelto a recorrer la ruta de la independencia de San Martín a través de los Andes. Llamado Guanaquerx, fusiona arrieros, microchips y saberes colectivos, ganó el Golden Nica en Ars Electronica y encendió debates sobre libertad, tecnología y territorio.

Una liberación que camina en cuatro patas

Cuando la artista argentina Paula Gaetano presentó a Guanaquerx, no lo hizo como un artilugio futurista sino como una provocación. “El espíritu de la obra es entender que una liberación que no es colectiva no es liberación”, dijo a EFE en Linz, donde el proyecto recibió el Golden Nica en la categoría Vida e Inteligencia Artificial de Ars Electronica.

La travesía de enero de 2024 reeditó el cruce del Ejército de los Andes de José de San Martín, la fuerza que empujó la independencia latinoamericana hace dos siglos. Ese ejército se construyó en la diversidad: africanos esclavizados, combatientes indígenas, vivanderas, miles de personas y animales unidos por una frágil promesa de libertad.

Doscientos años después, se reunió un nuevo “ejército”: artistas, arrieros, ingenieros, programadores, artesanos del bambú, historiadores, 58 animales y comunidades locales cuyo conocimiento de la montaña es más antiguo que cualquier mapa satelital. Juntos acompañaron a una máquina cuadrúpeda envuelta en tejidos a mano sobre riscos helados. Guanaquerx grabó video y sonido, golpeó con su cola como tambor, lanzó un relincho sintético y agitó la bandera del ERLA: el Ejército Revolucionario de Liberación Artificial. El espectáculo parecía ciencia ficción bajo un poncho, pero en el fondo era serio: importa cómo construimos y con quién construimos.

Reencarnar el cruce, recodificar la revolución

Las recreaciones suelen deslizarse hacia la nostalgia; Gaetano buscó lo contrario. Guanaquerx nunca estuvo pensado para conquistar los Andes en soledad. Su viaje dependió del trabajo colectivo: cargar baterías, reparar articulaciones, guiar animales, cocinar, elegir rutas seguras. “Necesitábamos el conocimiento de la gente que vive en la tierra”, dijo a EFE. “Ningún ingeniero de Silicon Valley sabía cómo cruzar los Andes. Hubo solidaridad y una paridad de saberes”.

La caravana mostró los límites de la arrogancia técnica. El GPS y los sensores ayudaron, pero las herramientas decisivas fueron las intuiciones locales: saber cuándo un cornisamiento se viene abajo, cómo suena el viento antes de la tormenta, cuándo el hielo vuelve un arroyo infranqueable. Estas habilidades tácitas hicieron posible el cruce.

Al colocar un robot en esta coreografía, Gaetano recodificó la historia misma de la IA. La máquina no era un amo, sino un participante dependiente de las comunidades humanas. Así como la liberación sanmartiniana dependió de la resistencia colectiva, esta “liberación artificial” solo avanzó cuando todos—personas, animales, dispositivos—se movieron juntos. La imagen de arrieros guiando a un robot desafía la fantasía de mando y control de la tecnología y la reemplaza por un estar-en-común.

Ingeniería mestiza y la inteligencia del lugar

Guanaquerx no es un prototipo pulido en un laboratorio estéril. Es lo que Gaetano llama una “tecnología mestiza”: bambú y caña trenzados con textiles junto a baterías y actuadores. Su andar imita al guanaco, un animal evolucionado para sostenerse en la grava. Las artesanías locales resuelven problemas que los planos no alcanzan. Los tejidos y los cordeles anudados cargan información; las monturas distribuyen el peso; una cola que marca ritmos andinos funciona a la vez como señal y ceremonia.

“Mi búsqueda fue recuperar tecnologías locales—esas ignoradas en la narrativa del desarrollo”, explicó Gaetano a EFE. “Guanaquerx nace de ese cruce, haciendo tecnologías mestizas con materiales locales como textiles o caña, mezclados con tecnología muy sofisticada”.

El resultado es más que estético: es una ética. La inteligencia no surge solo de los algoritmos sino de la coreografía con el lugar. El éxito de la caravana—siete días invernales sobre pasos altos—dependió menos de la computación que de esta mezcla de práctica ancestral y circuitería moderna. En palabras de Gaetano, el sensor más inteligente fue “la comunidad misma”.

EFE/Núria Morchón

Reescribir las leyes que rigen a las máquinas

En su pecho, Guanaquerx portaba un manifiesto: las Leyes Pluriversales de la Robótica, un remix de las célebres reglas de Asimov. Estas leyes atan a las máquinas no solo a la seguridad humana, sino también a los paisajes, cuencas y parientes animales. Es una respuesta directa a una historia tecnológica arraigada en la extracción y la militarización. “Si pensamos en los orígenes de la tecnología robótica, están muy claros: exterminio, explotación, extracción”, dijo a EFE.

El cruce andino se convierte en un contramito. Este robot no fue construido para dominar el terreno ni maximizar la producción. Fue diseñado para practicar parentesco, para recordar viajes colectivos. Gaetano afiló la crítica: “Las tecnologías nos diseñan. Si diseñamos tecnologías que esclavizan, ellas nos esclavizarán”. Su corolario—que las tecnologías diseñadas para la liberación pueden liberarnos—anima la bandera del ERLA. Declarar un “Ejército de Liberación Artificial” invierte el guion productivista y afirma que las máquinas pueden aprender solidaridad en lugar de disciplinar el trabajo o acaparar datos.

El humor también importa. Un robot con forma de guanaco que rebuzna, agita una bandera y hace reír a la caravana; sin embargo, esa risa tiene peso. Rechaza el fatalismo que dicta que las máquinas deben servir a la extracción. El Golden Nica coronó la obra con prestigio, pero el verdadero legado es un plano: entrelazar el saber local con el diseño, ampliar el círculo del cuidado y construir máquinas que se nieguen a fingir que lo pueden todo solas.

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El ejército harapiento de San Martín alcanzó la libertad a fuerza de resistencia colectiva. Guanaquerx atravesó los Andes bajo el mismo principio. La lección se proyecta hacia adelante: la liberación—humana o artificial—solo será siempre una caravana.

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