Tecnología de sensores acústicos para proteger la biodiversidad de la Amazonia brasileña.
En las copas de los árboles de la Amazonia, un proyecto extraordinario tiene como objetivo proteger las delicadas áreas de la selva tropical de Brasil. El experto francés Michel André dirige un estudio de bioacústica innovador que combina tecnología moderna con conocimientos locales ancestrales para crear un futuro equilibrado tanto para los animales como para las comunidades.
Un enfoque revolucionario de la bioacústica
En medio de la selva tropical más grande de América del Sur, un proyecto de prueba extraordinario cambia la forma en que los expertos protegen una región altamente diversa. La Amazonia brasileña, hogar de innumerables especies, enfrenta amenazas significativas por la deforestación y los cambios climáticos, además de actos ilegales. En estas condiciones apremiantes, el experto francés en sonido Michel André lidera una nueva forma de salvar los delicados sistemas de la selva con tecnología de audio. Su equipo coloca sensores en lo alto de los árboles de la Reserva de Desarrollo Sostenible de Mamirauá, lo que les ayuda a recopilar información sonora vital. El resultado es lo que él describe como un “mapa sonoro” de la vida silvestre amazónica. Una combinación de sonidos de animales, llamados zumbidos de insectos, y sonidos del bosque muestra más que la variedad de la naturaleza: ofrece a los investigadores y a los lugareños una herramienta útil para observar, gestionar y defender su hábitat.
El Proyecto Providencia hace mucho más que recopilar datos. Defiende un modelo de conservación que combina la ciencia de vanguardia con la experiencia vivida y la gestión de las comunidades locales. Con el apoyo de Perpetual Planet by Rolex, André y sus colaboradores han colocado estratégicamente 22 dispositivos acústicos en lo alto del dosel. Desde ese punto de observación, estos sensores registran sonidos en varias longitudes de onda y distancias, complementando el audio con secuencias de video ocasionales. Una vez al año, los dispositivos se recuperan para su mantenimiento y se analizan los datos, lo que ayuda a construir lo que podría convertirse en la base de datos bioacústica más grande de un ecosistema amazónico. Un método integral agrega nuevas dimensiones a la ciencia de la conservación: el registro de sonidos naturales captura especies ocultas y rastrea patrones de migración junto con la detección de diversas amenazas antes de que se conviertan en problemas.
El interés de Michel André en el sonido como herramienta de conservación comenzó hace 25 años. Formado en bioacústica, ha viajado extensamente a algunos de los ecosistemas más vulnerables del mundo, utilizando tecnología innovadora para registrar, interpretar y proteger la vida silvestre. Inicialmente conocido por su trabajo en entornos marinos, donde el monitoreo de audio ha sido un punto de inflexión para identificar poblaciones de ballenas y delfines, André llevó esta experiencia a los paisajes terrestres después de presenciar el notable potencial de la tecnología de escucha. El sonido puede revelar especies que podrían permanecer ocultas a los ojos humanos en áreas densas y remotas como la Amazonia brasileña.
André enfatiza que los ecosistemas naturales vibran con conmoción y rebosan de interacciones infinitas. El bosque late con vida a partir de breves llamados de especies escasas de aves junto al zumbido constante de los insectos en las copas de los árboles. Sin embargo, muchos métodos de conservación dependen de la observación directa, que es lenta, consume muchos recursos y a menudo pasa por alto patrones importantes que surgen solo con el tiempo. Por el contrario, una red de sensores acústicos puede funcionar continuamente, espiando el bosque día y noche. Puede detectar una tropa de monos uakari calvos que pasan por encima o una especie nocturna que rara vez se cruza en el camino de un investigador.
Mediante un análisis cuidadoso, que a menudo implica inteligencia artificial y algoritmos avanzados, el equipo de André puede separar los llamados individuales de la cacofonía, pintando un retrato detallado de la biodiversidad y sus cambios.
Como cada sensor puede capturar el sonido en distintas frecuencias, los investigadores pueden detectar cambios en la presencia o abundancia de especies al comparar datos de un año a otro. Los patrones de sonido de los animales revelan pistas sobre su bienestar, incluidos los cantos de apareamiento, las costumbres alimentarias y las peleas territoriales. Incluso las pequeñas vibraciones de los insectos ayudan a contar la historia de la salud de la naturaleza. Un equipo de investigación dedicado combina estos descubrimientos con detalles meteorológicos como datos de calor y lluvia. El resultado: un mapa viviente muy especial que conecta los hechos científicos y los ritmos naturales del bosque. Cuando se combina con el conocimiento local (agricultores, cazadores y recolectores que han navegado por estos canales durante siglos), el mapa de sonido puede dirigir la acción protectora en tiempo real. Por ejemplo, si un sensor registra la reducción de los cantos de las aves de las que dependen las aldeas para su alimentación y su valor cultural, los líderes actúan rápidamente para modificar las normas de caza o bloquear la perturbación del hábitat.
Una parte vital del método de André es crear acciones anticipadas en lugar de solo respuestas a los problemas de conservación. A menudo, las políticas ambientales se formulan después de que surge una crisis, cuando la deforestación ya ha devastado los hábitats o ciertas especies están al borde de la extinción. Armados con datos precisos y actuales, los administradores de áreas protegidas como Mamirauá pueden anticipar los cambios. Pueden identificar tendencias dañinas de manera temprana, tal vez una presencia invasora de tala ilegal o señales de un depredador invasor, una amenaza para la conservación de los bosques de intervenir antes de que el daño se vuelva irreversible. En este sentido, el monitoreo acústico transforma al bosque en un participante activo en su defensa, enviando señales diarias sobre su salud.
El legado de Mamirauá y José Márcio Ayres
Mucho antes de que Michel André llegara, la Reserva de Desarrollo Sostenible de Mamirauá surgió de una notable historia de éxito en materia de conservación liderada por el primatólogo brasileño José Márcio Ayres. Con la intención de salvar al mono uakari calvo (Cacajao calvus), un primate endémico de ciertas zonas de la Amazonia, Ayres trabajó en estrecha colaboración con comunidades indígenas y tradicionales. Juntos, establecieron una reserva gestionada que equilibraba la protección ecológica con el uso sostenible de los recursos del bosque, un enfoque que ahora se replica en proyectos similares en toda la Amazonia.
Los habitantes locales, cuyo sustento a menudo dependía de la caza, la pesca y la agricultura en pequeña escala, se convirtieron en administradores activos de la conservación. Colaboraron con científicos y funcionarios gubernamentales, acordando límites a la extracción de recursos mientras buscaban fuentes de ingresos alternativas como el ecoturismo, la silvicultura sostenible y los productos artesanales. Con el tiempo, Mamirauá se expandió para abarcar la vecina Reserva Amanã, creando uno de los bloques contiguos más enormes de selva tropical protegida de la Tierra.
Aunque Ayres falleció en 2003, su visión sigue viva a través del liderazgo de Emiliano Esterci Ramalho, quien ahora dirige el Instituto Mamirauá. El equipo de Ramalho sigue defendiendo la misma filosofía que guió a Ayres: trabajar de la mano con la población local para proteger la biodiversidad y al mismo tiempo respetar las necesidades económicas y culturales. Este enfoque hace de Mamirauá una excelente zona de pruebas para los experimentos de sonido de André. Los habitantes locales saben mucho sobre los diversos aspectos de la región. Su profundo conocimiento sobre los lugares de encuentro de los monos, los patrones de agua del bosque y los tiempos de migración de las aves resulta muy valioso para ajustar y leer las mediciones de los sensores. Por el contrario, la ventaja de alta tecnología que ofrecen los sensores de André proporciona información en tiempo real para ayudar a las comunidades a tomar decisiones más informadas sobre la gestión de la vida silvestre y los recursos.
La sinergia entre la tradición y la innovación distingue a Mamirauá de muchas otras áreas protegidas. En comparación con las áreas de conservación restringidas que impiden a los lugareños acceder a los sitios de vida silvestre, Mamirauá genera un verdadero orgullo y un sentido de pertenencia en su comunidad. Los residentes se consideran actores vitales en la preservación y personas cuyas vidas están directamente relacionadas con la salud del bosque. Los sensores acústicos de André encajan perfectamente en esta mentalidad. Son físicamente discretos (están ubicados en lo alto del dosel, donde no interrumpen las actividades diarias) y brindan un flujo de información útil que las comunidades pueden usar para todo, desde promover el ecoturismo hasta promover la educación ambiental para los jóvenes.
Esa sinergia también se refleja en la elección de la tecnología. Los sensores están diseñados para funcionar durante períodos prolongados en condiciones difíciles: la humedad, la lluvia, el calor intenso y las tormentas ocasionales son parte del ritmo natural de la Amazonia. Una vez al año, los científicos escalan los árboles para recuperar los dispositivos para realizar tareas de mantenimiento, extracción de datos y reemplazo de baterías. Los guías locales a menudo guían al equipo a través del denso bosque durante estas visitas. Esta colaboración fomenta la confianza, lo que permite a los habitantes locales observar y aprender sobre la ciencia detrás de los sensores. También proporciona a los investigadores una línea directa con el contexto real de los datos, aclarando cómo un sonido ambiental particular podría correlacionarse con una práctica cultural conocida o una amenaza emergente en el terreno.
Construcción de la base de datos bioacústica más grande del mundo
La creación de un mapa sonoro de la Amazonia representa una colección bioacústica extraordinaria. Durante siglos, los exploradores y científicos documentaron la vasta área a través de registros escritos junto con fotos y películas. El equipo de grabación de alta tecnología de André ahora captura cada concierto diario del bosque en una vasta biblioteca digital. Cada conjunto de datos es una cápsula del tiempo de llamadas de animales, hojas susurrantes, lluvia e incluso el zumbido distante de los barcos que navegan por la miríada de ríos. En conjunto, estas grabaciones encapsulan el flujo y reflujo dinámico de la vida en uno de los últimos grandes desiertos de la Tierra.
El análisis del audio en bruto requiere un cálculo sofisticado. Los algoritmos de aprendizaje automático seleccionan llamadas distintivas, las identifican a nivel de especie cuando es posible y rastrean los cambios en la complejidad acústica general. La correlación de los eventos sonoros con factores ambientales (como la estacionalidad, los niveles de agua o las tasas de deforestación) ayuda a generar una comprensión estratificada de la salud del ecosistema. Con el tiempo, esta base de datos podría revelar patrones que los científicos nunca sospecharon: si ciertas aves comienzan a aparearse antes en el año debido a los cambios climáticos o si una especie que solía ser abundante de repente deja de reproducirse en ciertos meses, lo que indica un colapso de la población.
Las posibles aplicaciones son inmensas. Un objetivo a largo plazo es hacer que los datos sean accesibles para los científicos y los líderes de la comunidad local, los responsables de las políticas y los educadores. En un escenario ideal, un profesor de una aldea remota de la Amazonia podría aprovechar el mapa de sonidos para ilustrar lecciones sobre biodiversidad, guiando a los estudiantes a través de los llamados de especies que viven fuera de sus puertas pero que rara vez se ven. Los funcionarios del gobierno podrían usar registros de audio actualizados para detectar la deforestación ilegal o la minería en tiempo real si los sensores detectan patrones inusuales como motosierras o maquinaria. La vasta colección de sonidos podría abrir nuevos caminos en la ciencia ciudadana y permitir que personas de todo el mundo contribuyan identificando llamadas o rastreando cambios. Esto se suma a nuestro conocimiento compartido.
André cree que esta gran recopilación de datos, estudiada a lo largo del tiempo, permite a los ecologistas monitorear los cambios en la biodiversidad. Según él, el cambio climático modifica los patrones de lluvia, lo que provoca inundaciones en regiones áridas y desencadena sequías que dañan la vida silvestre. Una red realmente detallada de sensores detecta tales cambios y también proporciona a los investigadores datos sólidos para minimizar los impactos adversos. En la lucha más amplia contra el cambio climático, la protección de grandes extensiones de bosques en pie como Mamirauá es ampliamente reconocida como una de las formas más efectivas de almacenar carbono y proteger la biodiversidad global.
En el centro de esta misión está la noción de que la tecnología, cuando se implementa de manera ética y colaborativa, puede fortalecer el vínculo entre las comunidades locales y los ecosistemas que las sustentan. Evita la trampa del “tecnocolonialismo”, donde los expertos externos imponen soluciones que ignoran los valores y conocimientos locales. En cambio, el enfoque de André ejemplifica la conservación participativa: recopilar datos, involucrar a las comunidades, compartir ideas y generar consenso sobre el mejor camino a seguir.
Expansión del modelo en toda la Amazonía brasileña
La colaboración de André con Ramalho tiene una visión ambiciosa: aplicar el modelo de gestión inclusiva de Mamirauá, junto con las técnicas de vanguardia del Proyecto Providencia, a otras partes de la cuenca del Amazonas. Abarcando varios países de América del Sur, la cuenca del Amazonas es la selva tropical más grande de la Tierra, y alberga una cantidad incalculable de especies. Su salud es fundamental para Brasil, la estabilidad climática global y la biodiversidad general del planeta.
Ampliar la escala de Mamirauá, que ya abarca enormes extensiones de tierra en asociación con la Reserva Amanã, presenta desafíos logísticos y políticos considerables. En la Amazonia viven numerosas comunidades, cada una con matices culturales e historias de uso de la tierra diferentes. La deforestación, la expansión de las explotaciones agrícolas, la minería y las nuevas carreteras plantean un conflicto entre las ganancias rápidas y el futuro de la naturaleza. Sin embargo, el método Mamirauá muestra cómo combinar estas diferentes necesidades. Cuando la población local obtiene dinero real y valor cultural de los bosques sostenibles, tiende a respaldar más las normas ambientales.
Michel André sigue mejorando su tecnología de sonido y sus sistemas de datos. Ve un futuro con muchos sensores en toda la Amazonia brasileña. Un solo dispositivo en esta red actuaría como un oído atento que capta los sonidos del bosque y envía información instantánea a un centro principal. Desde allí, los actores locales podrían interpretar los datos, detectar anomalías y colaborar en medidas rápidas y reactivas. Las actividades ilegales serían más fáciles de detectar, mientras que las áreas que muestran una actividad de vida silvestre reducida podrían desencadenar esfuerzos de restauración del hábitat.
Un mapa de sonido completo de la cuenca ofrecería una enorme mina de oro para la investigación de los científicos. Podrían comparar las funciones de la naturaleza en distintas áreas. Surgiría una nueva comprensión sobre cómo reaccionan grupos específicos de animales a temperaturas más cálidas, además de cambios en los ciclos de inundaciones después de tormentas extremas. Al mismo tiempo, las agencias gubernamentales podrían incorporar este tapiz digital en las políticas ambientales, haciendo referencia a datos continuos e imparciales en los debates sobre derechos de uso de la tierra, límites de áreas protegidas o pautas de desarrollo sostenible. Sin embargo, incluso a medida que la tecnología se expande, el proyecto sigue basándose en el principio de que ninguna iniciativa de conservación puede tener éxito sin la participación de la comunidad. La historia de éxito de Mamirauá depende de personas como las poblaciones indígenas y ribereñas que comparten el bosque con innumerables criaturas. Su conocimiento tradicional transmitido de generación en generación es a menudo la pieza faltante del rompecabezas que transforma los datos acústicos sin procesar en información procesable. Si el éxito de Mamirauá se puede replicar en toda la Amazonia brasileña, mejoraría la protección de la biodiversidad y empoderaría a las comunidades locales para que sirvan como administradores de sus tierras ancestrales.
En ese sentido, el viaje de Michel André, basado en 25 años de experiencia en bioacústica, demuestra el poder de la innovación cuando se fusiona con el respeto genuino por las culturas locales. La gente de Proyecto Providencia fusiona la ciencia y la sabiduría ancestral en una red protectora. Los sensores emiten sonidos suaves en las copas de los árboles y ofrecen un rayo de esperanza para el futuro de la Amazonía: una mezcla de tecnología moderna y conocimiento ancestral que salvaguarda la diversidad muy especial de la naturaleza.
Lea Tambien: Spotify presenta IA DJ en español que mejora la experiencia del usuario
En el año, a medida que se vayan instalando los sensores, se les dé mantenimiento y se los vuelva a instalar, el mapa sonoro de la Amazonia brasileña se irá ampliando y captando tanto momentos efímeros (el rugido distante de un jaguar, el coro de un mono al amanecer) como patrones profundamente arraigados que dan forma a ecosistemas enteros. La combinación de grabaciones de audio más información digital sigue creciendo y crea un modelo que los científicos y la población local pueden seguir. Michel André y sus socios creen en una verdad sencilla: si escuchamos con atención a estos bosques, tenemos una oportunidad muy real de protegerlos para las generaciones futuras.