El cubano Reynaldo Espinoza deslumbra en Málaga y se acerca a la historia

Un rayo iluminó la costa mediterránea antes del anochecer, pero la verdadera electricidad vino de Reynaldo Espinoza, de Cuba. Su carrera de 10.03 segundos en la reunión Ciudad de Málaga confirmó que la tradición velocista de la isla sigue siendo feroz—y quizá lista para escribir otro capítulo olímpico.
Persiguiendo el fantasma del sub-10 bajo el cielo andaluz
El aire en Málaga estaba denso y vibrante cuando Reynaldo Espinoza se agachó en los bloques de salida. Una cálida brisa marina se había desvanecido minutos antes, dejando la pista húmeda y resbaladiza—condiciones que suelen ralentizar el paso… o, curiosamente, potenciar el rebote muscular.
Espinoza sintió el impulso.
Al salir con fuerza de la fase de impulso, se separó de Alaba Olukunle de Nigeria y Neiker Abello de Colombia con precisión quirúrgica. Cruzó la meta en 10.03 segundos, apenas un parpadeo del santo grial del atletismo: bajar de los 10 segundos. Según EFE, el cubano de 22 años dijo que el resultado fue “una bendición y una maldición”. Su corazón se hundió cuando vio el marcador.
Aun así, los números dicen mucho.
El Dr. Carlos Balsalobre, experto en biomecánica, declaró a la televisión pública española que los datos de aceleración de Espinoza son casi idénticos a los del campeón mundial Christian Coleman a la misma edad. “Con un poco más de refinamiento neuromuscular”, dijo Balsalobre, “podría bajar de los 10 en París”.
Fue una de esas carreras que no solo llama la atención—sino que enciende conversaciones.
De la arena al cielo: el talento cubano en la pista brilla con fuerza
Espinoza no fue el único cubano que acaparó reflectores en Málaga.
Maykel Massó, medallista olímpico de bronce en salto largo, voló 7.89 metros para ganar con comodidad. Pero para Massó, no se trataba de marcas, sino de recuperar ritmo tras una lesión de Aquiles en la pretemporada. Dijo a EFE que ha estado trabajando con los ejercicios de zancada variable desarrollados por el legendario entrenador cubano Juan Toral, diseñados para mantener velocidad sin castigar el tobillo.
Después llegó Roxana Gómez, estrella cubana de los 400 metros. Bajó el récord del mitin a 50.93 segundos, un tiempo que le habría bastado para llegar a la final del Mundial del año pasado. Según la fisiologista Lourdes Velázquez, el rendimiento de Gómez es prueba del entrenamiento de relevos de alto volumen en Cuba, donde los atletas alternan repeticiones de 300 y 400 metros en altitud para retrasar la fatiga por ácido láctico.
Cuba es conocida por su profundidad en el atletismo, pero en Málaga pareció que todo un sistema se ponía en marcha—justo semanas antes del mayor escenario de todos.
La fiesta de presentación de Málaga en el escenario global
La reunión Ciudad de Málaga de este año tuvo más peso que nunca. Por primera vez, formó parte del circuito Challenger del World Athletics Continental Tour, quedando solo un escalón por debajo de la Diamond League.
Ese cambio importó. Significó puntos de clasificación, pagos por participación y cazatalentos internacionales.
El director del mitin, Miguel Martínez, dijo a la prensa que el evento atrajo a 500 participantes de 47 países. Lo que antes era una preparación regional se convirtió en el escaparate de velocidad del verano europeo.
Las autoridades locales estaban encantadas. Economistas de la Universidad de Málaga estimaron que la competición generó 1,4 millones de euros en ingresos para hoteles y restaurantes. Ya se habla de usar este éxito como palanca para una candidatura olímpica en 2030.
También asistieron estrellas internacionales. Kelvin Padrino, de Venezuela, ganó los 400 metros masculinos con 45.47. Lauren Bruce, de Nueva Zelanda, lanzó el martillo a 67.48 metros. La británica Desiree Henry, medallista de relevos en Río 2016, corrió los 100 metros en 11.28 segundos con viento en contra—un tiempo que, con viento neutro, podría haber bajado de los 11 segundos.
El público lo notó. Y también World Athletics.
París en el horizonte, pero aún queda trabajo
Para Espinoza, Málaga fue más que una medalla—fue un mensaje.
Para llegar a París, aún debe ganar—o al menos destacar—en las pruebas nacionales de Cuba el próximo mes en La Habana. El campo está lleno: lo esperan el veterano Yoel Islas y el joven prodigio Shainer Reginfo.
Pero con el tiempo legal más rápido de un cubano desde 2015, Espinoza ha presentado sus credenciales.
El presidente de la federación cubana, Rolando Charroo, dijo a EFE que el resultado en Málaga prácticamente asegura el boleto olímpico de Espinoza. El plan ahora es enviarlo a un campamento de preparación en Europa, probablemente en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, en España, a 2.300 metros sobre el nivel del mar, que simula las condiciones hipóxicas en las que los atletas cubanos entrenan habitualmente.
Ese campamento ofrecerá más que altitud. Brindará intensidad competitiva—la misma que Espinoza necesitará cuando se alinee en París junto a los mejores del mundo.
Aun así, sabe lo que le espera.
“Corrí aquí hace dos años y tal vez vinieron 2.000 personas”, dijo Espinoza a los periodistas mientras firmaba autógrafos a un grupo de niños locales. “Esta noche, las gradas estaban llenas. Sabían cada parcial. Se sintió como una mini Diamond League”.
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Mientras los fuegos artificiales estallaban sobre la costa andaluza, Espinoza sonreía. Había estado a un suspiro de la historia. Y quizá regrese el próximo año para volver a perseguirla—solo que esta vez, con la intención de romper la barrera de los diez segundos y escribir su nombre en la larga tradición de la velocidad cubana.