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La leyenda brasileña del voleibol Giba impulsa a la juventud y el crecimiento

Gilberto Amauri Godoy Filho, más conocido como Giba, es una figura venerada en el ámbito del voleibol brasileño, con un historial inigualable de tres campeonatos mundiales y tres medallas olímpicas. Actualmente se desempeña como embajador global del deporte.

Del éxito incomparable a la promoción global

Gilberto Amauri Godoy Filho, universalmente conocido como Giba, ocupa un lugar entre los más grandes íconos del deporte brasileño. Nacido en 1976, alcanzó la fama como miembro indispensable de lo que muchos llaman la “generación dorada” del voleibol brasileño. Su carrera, repleta de trofeos, incluye tres campeonatos mundiales y tres medallas olímpicas—oro en Atenas 2004, plata en Pekín 2008 y plata en Londres 2012—además de ocho triunfos en la Liga Mundial.

Sin embargo, el impacto de Giba va mucho más allá de la cancha. Tras retirarse en 2014, comenzó una nueva etapa dedicada al desarrollo y promoción del voleibol en todo el mundo. Hoy es embajador de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB), viajando a innumerables destinos para elevar el perfil de un deporte que describe como “el más familiar del mundo”.

“Cuando pienso en todo lo que el voleibol me ha dado, me doy cuenta de que tengo una deuda que nunca podré saldar por completo”, dijo Giba a EFE en una entrevista esta semana durante la inauguración del torneo de voleibol Madcup en Las Rozas (Madrid). El evento reunió a más de cincuenta equipos juveniles—jugadores de hasta 16 años—demostrando tanto el entusiasmo creciente por el deporte como el compromiso de Giba con fomentar esa pasión.

Guiando a la próxima generación

Un enfoque central de la misión de Giba es ayudar a los países a descubrir los beneficios a largo plazo del desarrollo del voleibol. “Para que un equipo sea competitivo a nivel internacional, hay que empezar con los niños”, explicó a EFE, subrayando que el progreso real “toma tiempo, tal vez ocho años o más, como ocurrió en Brasil”.

España ofrece un caso relevante. Alcanzó su punto más alto en el voleibol europeo al ganar el EuroVolley en 2007. Según Giba, ese logro representó una oportunidad para establecer una presencia duradera a nivel global. Sin embargo, el impulso se desvaneció pronto. En los últimos dos años, ha observado que la Federación Española está haciendo un trabajo notable para revivir el voleibol, poniendo énfasis en la importancia de los programas juveniles continuos.

La defensa de Giba por un sistema sólido desde la base refleja el camino del voleibol brasileño. “Comenzamos a invertir fuertemente en la juventud en 1975, y nuestro primer gran éxito internacional llegó en 1992”, recordó. Es un proceso por etapas. Hay que motivar a los niños a participar, mantener su interés y demostrarles que el deporte ofrece posibilidades para su futuro. Invertir en los jóvenes equivale a invertir en el futuro deportivo de la nación.

La transición de Giba de jugador consagrado a representante a escala global destaca que el liderazgo táctico es tan importante como el talento en la cancha. “El lado de la gestión te ayuda a ganar. Una buena estructura organizativa puede hacer maravillas”, afirmó, señalando cómo decisiones políticas en Brasil—como la eliminación de la educación física obligatoria en las escuelas—han reducido el alcance del voleibol entre los niños. “Todavía hay un potencial enorme, pero hay que mantener a los niños jugando e inspirados”.

Durante dos años, Giba trabajó en Marruecos, ayudando a naciones africanas a desarrollar talento local y ligas competitivas. Cree firmemente que el crecimiento del voleibol es fuerte en todo el mundo, incluso en lugares donde tradicionalmente no recibe mucha atención. “El voleibol sigue expandiéndose, y vemos países de todo el mundo mejorando”, declaró. “Cuando está presente el elemento familiar—padres llevando a sus hijos a los partidos—se crea un entorno único”.

Mirando al futuro: política, familia y planes personales

A pesar de su estatus legendario, Giba admite que entrenar a la selección brasileña no está en sus planes—al menos por ahora. “Nunca digas nunca”, dijo a EFE, “pero el mundo es muy grande, y quiero hacer algo más amplio por el deporte. Estudié marketing y gestión deportiva para aprender cómo ayudar al voleibol a prosperar. Trabajar con niños es mi parte favorita porque son puros, escuchan y tienen ganas de crecer”.

Al ser preguntado sobre incursionar en la política—una vía que algunos atletas brasileños célebres han seguido—Giba es tajante: “He recibido múltiples ofertas, pero en Brasil, una vez que te conviertes en político, tu legado como deportista desaparece. No quiero borrar lo que construí como Giba, el jugador de voleibol. Si el gobernador de mi estado me llama y dice: ‘Hagamos un programa deportivo juvenil’, ayudaré sin esperar dinero a cambio. Lo hago por los niños”.

Mirando hacia el futuro, Giba mantiene su enfoque en su misión principal. “Quiero seguir comprometido con el deporte. El voleibol me lo dio todo: conocimientos, amistades, disciplina y sentido de equipo. Lo siento en el corazón, tengo una deuda que debo pagar”, expresó con sinceridad.

En su juventud, Giba soñaba con seguir los pasos de su padre en el ámbito ecuestre, incluso con convertirse en veterinario. “Pero cuando tomé ese balón de voleibol a los 13 años, ya no pude imaginarme haciendo otra cosa”, recordó. Ahora, con dos hijos, respeta sus elecciones, incluso si se desvían de su camino. “Mi hija jugó cinco años, pero encontró otras pasiones. Mi hijo, que tiene 16 años, está en Módena (Italia) jugando fútbol en la categoría sub-17. Me basta con que estén activos y sigan lo que aman”.

Giba cree firmemente en el poder de las leyendas vivas para inspirar a las futuras generaciones. A menudo cita a Polonia como un ejemplo de país que venera a sus héroes deportivos de una forma que alimenta el entusiasmo de los aficionados y la aspiración atlética constante. “Hay que cuidar a los ídolos vivos, darles visibilidad, y permitir que los niños vean hasta dónde pueden llegar. En muchos países, no honramos lo suficiente a nuestros héroes, ya sea en voleibol, baloncesto o balonmano”, observó.

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El impacto duradero de Giba no proviene solo de las medallas y trofeos que ganó durante su brillante carrera, sino también de la influencia que ejerce sobre los jugadores jóvenes. Su entusiasmo constante por el deporte, junto con su disposición a dedicar tiempo y esfuerzo para que crezca, garantiza que su pasión se transmita a la próxima generación. Como lo resume él mismo: “Siento que tengo la responsabilidad de mostrarles a los niños cuántas puertas pueden abrirse si creen en el poder del voleibol”.

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