Ciudad de México en guerra consigo misma: El levantamiento anti-gentrificación que sacude sus calles

Una tormenta se avecina en los barrios más bonitos de la Ciudad de México, donde los aumentos de renta, los nómadas tecnológicos y las ganancias de Airbnb chocan con la vida de los vecinos que han llamado hogar a estas calles empedradas durante generaciones—y que ahora marchan para que siga siendo así.
La revuelta detrás de los murales
En las tardes soleadas, Roma y Condesa brillan con un encanto cuidadosamente curado: baristas perfeccionando el matcha, murales dignos de galerías y aceras llenas de tapetes de yoga, perritos falderos y lenguas extranjeras. Pero, como reporta Wired, bajo esa superficie pulida, algo se está resquebrajando. Por cada cafetería artesanal que abre, otra familia hace sus maletas, desplazada por aumentos de renta que ningún salario de clase trabajadora puede sostener.
Activistas estiman que más de 20,000 familias al año están siendo forzadas a abandonar la capital—no porque quieran, sino porque ya no pueden pagar quedarse. Y ahora, mientras la CDMX se convierte en un destino global para trabajadores remotos, el tejido social se deshilacha más rápido que nunca.
La ciudad se prepara para otro enfrentamiento. Los manifestantes—muchos de ellos residentes de toda la vida—ya han salido a las calles tres veces en julio. Sus pancartas advierten de un “desalojo imperial” impulsado por dólares estadounidenses y plataformas de renta a corto plazo. Otra marcha está programada para el 26 de julio, esta vez del Hemiciclo a Juárez, una ruta simbólica que las autoridades califican como una provocación calculada.
En la manifestación del 20 de julio, cientos de vecinos de Fuentes Brotantes, en Tlalpan, alzaron réplicas de sus recibos de renta hechos de cartón—pintados de rojo brillante, cada uno con el doble del costo que en 2020. En Roma y Doctores, inquilinos de toda la vida marcharon frente a lo que antes eran sus hogares, hoy listados en Airbnb por 200 dólares la noche. El secretario de Gobierno, César Cravioto, reconoció la legitimidad de las preocupaciones, pero advirtió sobre “agitadores que buscan vandalizar”, luego de que en eventos anteriores se destrozaran escaparates.
Aun así, el mensaje es claro: estas no son simples marchas—son avisos de desalojo devueltos al sistema.
La última defensa de la alcaldesa
Acorralada por el creciente descontento, la jefa de Gobierno, Clara Brugada, respondió el 16 de julio con lo que llama el mayor impulso habitacional de la ciudad en una generación: una iniciativa de 14 puntos llamada “Bando 1”. No es solo un comunicado—es una línea trazada en la arena.
En su núcleo están los foros públicos que comenzarán el 28 de julio en Roma, Condesa, Juárez, Escandón y San Miguel Chapultepec—los barrios en el epicentro de la crisis. Estos encuentros incluirán a funcionarios, pero también a inquilinos, desarrolladores, investigadores, colectivos culturales y pequeños empresarios. ¿Su misión? Diseñar un nuevo Plan Maestro de Desarrollo Urbano basado en cuatro principios: el derecho a permanecer, la comunidad por encima de la especulación, la defensa de la identidad barrial y una ciudad construida para personas—no para inversionistas.
Brugada prometió que para septiembre, la ciudad presentará propuestas de políticas concretas, incluyendo una Ley de Rentas Justas y Accesibles que limite los aumentos al índice de inflación en zonas de alta presión. También se discute la creación de una Defensoría del Inquilino y una regulación más estricta de las rentas de corta estancia que distorsionan el mercado local.
Alejandro Encinas, secretario de Planeación Urbana, afirmó que están mapeando las “zonas problema” con base en el alza del valor del suelo y el crecimiento de las rentas vacacionales. Es un lenguaje que pone nerviosos a los propietarios—y da esperanzas cautelosas a los inquilinos.
¿Quién fue desplazado?
Pero antes de cambiar leyes, la ciudad quiere números. ¿Cuántas personas, exactamente, han sido desplazadas? ¿Y adónde se fueron?
Brugada ha ordenado un censo de desplazamiento que deberá realizarse en las próximas dos semanas. La Secretaría de Vivienda tiene la tarea de presentar una estrategia de detección—nada fácil en una ciudad donde el alquiler informal es tan común como los tacos al pastor. Aun así, el objetivo es priorizar a quienes fueron expulsados durante el auge del trabajo remoto, ofreciéndoles subsidios para su retorno y acelerando los permisos para construir vivienda asequible.
El plan a corto plazo incluye apoyos para negocios familiares afectados por los aumentos de renta y regulaciones simplificadas para desarrolladores de vivienda social. Brugada insiste en que las reformas se verán pronto: “En cuatro meses, tendremos las herramientas legales para enfrentar la gentrificación con decisión”.
Los grupos de propietarios no están convencidos. Ya advierten de demandas, argumentando que los controles estrictos de renta podrían reducir la oferta, desincentivar la inversión y, en última instancia, perjudicar a los mismos inquilinos que buscan proteger.

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Gringos, cocinas fantasma y geopolítica
Lo que comenzó como una disputa por la renta se ha transformado rápidamente en algo más grande: una batalla cultural con tintes geopolíticos. Lemas antiamericanos como “Gringo go home” aparecen junto a llamados por justicia en los alquileres. Algunas pancartas exhortan a los recién llegados a “pagar impuestos, aprender español”.
El gobierno de EE.UU. no ayudó. Un tuit del Departamento de Seguridad Nacional instó a los migrantes indocumentados a usar la app CBP One “para facilitar su salida” si deseaban protestar en México—una indirecta que provocó la reacción de la presidenta Claudia Sheinbaum. “La inclusión,” respondió, “no la mera tolerancia, es la respuesta.”
La ironía no pasa desapercibida. México suele condenar las políticas migratorias duras de EE.UU.—¿pero qué pasa cuando los papeles se invierten? ¿Cuándo los residentes extranjeros están bajo presión? La brújula moral de la ciudad ahora enfrenta una prueba.
Pero los líderes del movimiento aclaran que la rabia no es contra las nacionalidades—es contra las conductas. Eduardo Alanís, del Frente Anti Gentrificación CDMX, dijo a Wired que el problema es la especulación, no los pasaportes. “Todos son bienvenidos—si respetan nuestro derecho a quedarnos”, afirmó sentado bajo las jacarandas de la Plaza Río de Janeiro.
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Mientras se aproxima otra protesta y los foros públicos se abren por toda la ciudad, la CDMX se encuentra en una encrucijada: ¿vitrina global o refugio local? Los próximos meses podrían decidir si la capital se reinventa—o si se vende, metro cuadrado por metro cuadrado.