ECONOMÍA

El amenazado gato andino de Chile enfrenta el peso de los sueños de cobre

En el alto valle de Putaendo, en Chile, el aire sabe a piedra y deshielo. Aquí, a lo largo del río Rocín, las cámaras han captado a un fantasma: el gato andino, Leopardus jacobita, uno de los felinos más raros del mundo. Su aparición debió ser motivo de celebración. En cambio, ha lanzado a este tranquilo valle andino a una colisión entre la conservación y el cobre, entre una transición energética presentada como “verde” y un frágil ecosistema de montaña que ahora se interpone en su camino.

Un valle que nunca debió ser famoso

La cuenca del Rocín se encuentra en lo alto de la región de Valparaíso, donde los picos helados abrazan humedales y los jardines de roca azotados por el viento brillan con la luz. Durante décadas, fue simplemente un paisaje de fondo: pastoral, remoto, vivo principalmente en la memoria de los arrieros locales.
“Esta área en particular ha permanecido prácticamente intacta por la intervención humana durante mucho tiempo”, dijo el biólogo Arón Cádiz-Véliz, de la Universidad de Concepción, en una entrevista con Mongabay. “También es hogar de una gran diversidad de flora y fauna, muchas de las cuales están en peligro de extinción.”

Entonces, en enero de 2020, una cámara trampa lo cambió todo. Captó las rayas borrosas de un gato andino: la primera prueba fotográfica de la especie en el valle del río Rocín. Ese mismo año, un agricultor avistó otro ejemplar en un nogal cercano. Pronto siguieron más imágenes: un destello de pelaje, una cola larga curvándose entre las rocas, una silueta inconfundible.

Con esas fotos, un valle anónimo se convirtió en un titular ecológico. Los científicos comenzaron a documentar nuevas especies de plantas, como Haplopappus colliguayensis, justo cuando el apetito mundial por el cobre crecía cada día más. El descubrimiento llegó justo cuando el proyecto de cobre y molibdeno Vizcachitas, propiedad de la empresa canadiense Los Andes Copper Ltd., pasaba de la exploración a la minería a gran escala.

Para los ejecutivos de la empresa, Vizcachitas prometía metales esenciales para descarbonizar el planeta. Para los locales y los investigadores, parecía un agujero a punto de abrirse en el corazón de una cuenca hidrográfica.

Gatos, cobre y el costo de la transición

El gato andino es una criatura que prospera donde pocas otras pueden hacerlo. Caza a la vizcacha —un roedor similar a un conejo que vive entre los riscos y peñascos de los altos Andes— y necesita vastos territorios sin perturbaciones para sobrevivir.
“Es claramente una especie única, un símbolo de la cordillera de los Andes”, dijo Rodrigo Villalobos Aguirre, director de la ONG Seeking Andean Wild Cats, en conversación con Mongabay. “Es rara, con una población pequeña, y susceptible a cualquier cambio en su hábitat.”

Esa sensibilidad es precisamente lo que alarma a los investigadores respecto del proyecto minero. “La empresa intenta establecer operaciones en un área con alta presencia de vizcachas”, señaló Cádiz-Véliz. “Si el área se ve afectada, impactará directamente a los gatos andinos que dependen de ellas.”

Para el ecólogo Nicolás Lagos Silva, coordinador en Chile de la Alianza Gato Andino (AGA), estos avistamientos representan más que un hallazgo afortunado: revelan un corredor biológico. “Conservar la población del Rocín es crucial para mantener la conectividad y el intercambio genético entre otras poblaciones al norte y al sur de esta región”, dijo a Mongabay.
Carreteras, explosivos y plataformas de perforación fragmentarían ese corredor, dejando grupos aislados en un callejón genético sin salida.

Los defensores de la minería apuntan al papel del cobre en la transición energética global: autos eléctricos, turbinas eólicas y paneles solares dependen de él. Pero para los científicos en el terreno, esa retórica suena vacía. Es difícil hablar de un futuro verde mientras se está de pie en un valle que podría perder sus glaciares, su nivel freático y a su depredador más esquivo.

Batallas judiciales, cámaras trampa y ciencia ciudadana

Cuando aparecieron las primeras imágenes del gato, movilizaron a los residentes. La comunidad de Putaendo, junto con científicos, presentó denuncias para detener la expansión minera. Por un momento, ganaron. En marzo de 2022, un tribunal suspendió la perforación hasta nueva revisión. El trabajo se reanudó en julio, después de que los jueces declararan que el proyecto era “compatible” con la presencia del gato.

Pero la lucha no terminó. “La empresa presentó solo una Declaración de Impacto Ambiental en lugar de un Estudio de Impacto Ambiental completo”, explicó Cádiz-Véliz, refiriéndose al proceso más liviano de revisión ambiental en Chile. “Ese tipo de atajo pone en riesgo lo que realmente está en juego.”

Según la ley chilena, el hallazgo de una especie en peligro debería activar una revisión más profunda —con monitoreo obligatorio, restricciones estacionales o cambios en el diseño. “El propósito de estas evaluaciones es proteger especies de alto valor de conservación”, indicó Lagos. “Las autoridades pueden exigir que las empresas modifiquen sus planes o establezcan medidas compensatorias, pero solo si actúan antes de que empiece el daño.”

Las autoridades locales sostienen que los problemas comenzaron mucho antes del gato. El alcalde Mauricio Antonio Quiroz Chamorro dijo a Mongabay que Los Andes Copper realizó perforaciones no autorizadas y extrajo agua ilegalmente años atrás, dañando el hábitat nativo. La empresa y el Ministerio del Medio Ambiente declinaron comentar.

Luego, en octubre, un tribunal ambiental desestimó las seis demandas restantes contra la compañía. El fallo dio luz verde a 350 nuevos pozos de perforación distribuidos en 73 plataformas nuevas y 51 existentes. Para los defensores del valle, fue como si el suelo se hubiera abierto bajo sus pies.

EFE/ Luis Gandarillas

Una última defensa en un paisaje frágil

Con las vías legales cerrándose, los habitantes de Putaendo y los grupos conservacionistas recurren a otra estrategia: crear protección donde no la hay. Han propuesto un Área de Conservación de Múltiples Usos (ACMU) de al menos 248 hectáreas, diseñada para resguardar la red hídrica del Rocín y sus humedales altoandinos. A diferencia de un parque nacional, un ACMU permite el uso sostenible local, pero prohíbe la expansión industrial.

“Este valle ha estado protegido por el olvido, no por la ley”, dijo Cádiz-Véliz. “Necesitamos un marco que reconozca tanto a las personas que viven aquí como a las especies que dependen de este lugar.”

Para los científicos, la urgencia es tanto práctica como poética. La presencia del gato andino significa que el valle aún funciona como un sistema salvaje: depredadores, presas y glaciares en equilibrio.
“Dado el estado de peligro del gato y su profundo significado cultural para muchas comunidades andinas que lo consideran sagrado, proteger esta población es también proteger una forma de vida”, afirmó Lagos.

Villalobos describe a la especie como un indicador viviente de la salud de la montaña. “Si desaparece su presa, si las rocas son voladas, el gato también desaparecerá —y con él, la señal de advertencia de lo que se derrumba a nuestro alrededor.”

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La empresa minera afirma que Chile y el mundo necesitan su cobre. Los defensores del valle responden que ningún cobre puede reemplazar una cuenca. En algún lugar entre los riscos sobre Putaendo, una cámara trampa aún parpadea en rojo en la oscuridad. Las vizcachas forrajean al anochecer; el gato se mueve como humo entre las piedras. No sabe que es famoso. Solo conoce el silencio que cada explosión rompería.

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