ECONOMÍA

El Horizonte Expansivo del Mercosur ante la Guerra Comercial Global

En medio de aranceles en aumento y duras negociaciones provocadas por las políticas comerciales del presidente estadounidense Donald Trump, los países del Mercosur ven posibles beneficios. El sector agrícola, especialmente las exportaciones de soja, maíz y carne, está listo para cubrir los vacíos emergentes, particularmente en el crucial mercado chino.


Un Panorama Cambiante de Aranceles

Las tensiones comerciales originadas por la administración Trump se han propagado por los mercados globales, reconfigurando estrategias de importación y exportación en todos los continentes. Los aranceles más altos sobre bienes que ingresan a Estados Unidos—y los aranceles de represalia impuestos a productos estadounidenses por economías importantes—han creado nuevas oportunidades que los miembros del Mercosur esperan aprovechar. A diferencia de algunos países asiáticos y europeos que enfrentan aranceles que pueden superar el 20 %, las naciones del Mercosur se toparon con un gravamen menor del 10 %. Funcionarios de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay consideran que esta es una posición relativamente favorable, ya que deja a sus industrias más competitivas frente a países afectados por cargas más elevadas.

Esta mejora en la competitividad es más evidente en el sector agrícola. Estados Unidos exportó más de 24 mil millones de dólares en productos agrícolas a China en 2024, con aproximadamente la mitad de ese total en soja. Ahora, mientras esas exportaciones estadounidenses enfrentan altos aranceles chinos en represalia por las medidas de EE.UU., la demanda de alternativas latinoamericanas está en auge. Brasil y Argentina ya figuran entre los principales productores de soja del mundo, con Paraguay y Uruguay aportando volúmenes menores pero significativos. Estas naciones esperan fortalecer vínculos con compradores chinos preocupados por los mayores costos de los productos estadounidenses. La lógica estratégica es clara: una reconfiguración mundial de relaciones comerciales está llevando a los compradores a buscar nuevos proveedores, y la sólida producción agrícola del Mercosur se presenta como una alternativa viable.


Ganancias Potenciales en Asia y Más Allá

Aunque China sigue siendo el mayor consumidor individual de exportaciones agrícolas del Mercosur, los líderes de la región buscan ampliar su enfoque. El gobierno brasileño, por ejemplo, visualiza una red más extensa de acuerdos comerciales con socios como Canadá, México y países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Las recientes visitas de alto nivel del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva subrayaron el interés por involucrarse con Japón y Vietnam, dos países que podrían absorber aún más alimentos y productos básicos desplazados por los aranceles de represalia sobre las importaciones estadounidenses.

Economistas como Silvia Matos, de la Fundação Getúlio Vargas, argumentan que la disputa entre EE.UU. y China ha modificado la visión global sobre el libre comercio. Gobiernos que antes dudaban en perseguir acuerdos amplios ahora perciben una urgencia estratégica en diversificar sus alianzas. Las negociaciones de Brasil en nombre del Mercosur, por lo tanto, llevan un nuevo impulso. Si el bloque puede concretar o modernizar acuerdos comerciales con economías asiáticas con rapidez, podría asegurar una posición duradera en mercados necesitados de bienes agrícolas. Al mismo tiempo, el interés del Mercosur va más allá de los productos primarios; fabricantes, proveedores de servicios e innovadores tecnológicos sudamericanos también aspiran a abrirse paso en nuevos mercados.

Los beneficios potenciales se extienden a cada Estado miembro de forma distinta. Brasil, con su vasto territorio y sector agroindustrial diversificado, podría reforzar sus cadenas de exportación de soja y carne. Argentina también puede aprovechar ventajas competitivas en maíz, trigo y carne vacuna. Mientras tanto, Paraguay y Uruguay buscan ampliar su presencia en el exterior y atraer inversiones que aumenten su capacidad industrial. Aunque estas naciones a veces difieren en sus estrategias de negociación, la alineación general en torno a capitalizar las disrupciones comerciales es evidente.


Impulsando el Acuerdo UE-Mercosur

Otro resultado significativo de esta guerra comercial podría ser un renovado impulso para implementar el largamente discutido acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. Observadores señalan que la resistencia dentro de la UE, especialmente desde Francia, ha estado ligada a preocupaciones por la importación de productos agrícolas sudamericanos más baratos. Sin embargo, a medida que las políticas proteccionistas de EE.UU. amenazan las exportaciones europeas con aranceles más altos—hasta del 20 % en ciertos productos, o incluso más—los líderes europeos podrían ver al Mercosur como un socio más confiable para relaciones comerciales equilibradas.

El economista brasileño Gilberto Braga, del Instituto Brasileño de Mercados de Capitales (Ibmec), sugiere que los temores de la UE ante la competencia agrícola podrían verse superados por la amenaza inmediata de perder acceso al mercado estadounidense o enfrentar aranceles punitivos. En este contexto, los funcionarios europeos podrían considerar al Mercosur como una fuente alternativa de productos básicos y un mercado creciente para maquinaria y equipos europeos. Cabe destacar que el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, ha citado una postura más constructiva por parte de Francia últimamente, lo cual indica que obstáculos políticos antes considerados insalvables ahora podrían ser negociables. En paralelo, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, ha subrayado la necesidad de ratificar los acuerdos pendientes con el Mercosur y México, destacando la diversificación de socios comerciales como una prioridad urgente.

En términos prácticos, el acuerdo UE-Mercosur podría liberalizar el intercambio de una amplia gama de bienes—desde maquinaria y autopartes hasta granos y proteínas—homogeneizando aranceles y regulaciones entre dos grandes mercados. Aunque las negociaciones han sido prolongadas, nuevas presiones externas podrían acelerar los compromisos. Si este acuerdo finalmente entra en vigor, sería uno de los mayores pactos comerciales del mundo, conectando a más de 700 millones de personas y potencialmente reconfigurando los flujos globales de productos agrícolas e industriales.


Una Ventana de Oportunidad en Medio del Conflicto

En paralelo con esta avalancha de conversaciones externas, los miembros del Mercosur insisten en que no han quedado rezagados por las políticas de Trump en comparación con otros competidores globales. Un arancel del 10 %, aunque lejos de ser trivial, palidece frente al 46 % impuesto a Vietnam o los más de 100 % en aranceles acumulados que enfrenta China. Presidentes y funcionarios de comercio de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay están involucrados en negociaciones separadas con EE.UU. para buscar más exenciones o reducir el impacto de los aranceles sobre exportaciones estratégicas.

El presidente argentino, Javier Milei, enfatizó recientemente que su administración está dispuesta a implementar reformas para adaptarse a los aranceles recíprocos propuestos por Trump. Hablando en un evento en Mar-a-Lago, Milei indicó esfuerzos para asegurar que unos cincuenta productos argentinos puedan ingresar libremente al mercado estadounidense. Señaló conversaciones en curso en Washington orientadas a aliviar fricciones comerciales. Mientras tanto, el presidente uruguayo Orsi ha expresado un optimismo similar sobre la posibilidad de “sentarse a negociar”, reflejando la sensación de que el diálogo bilateral sigue abierto y puede dar frutos en forma de aranceles reducidos o barreras simplificadas.

A pesar de las incertidumbres inmediatas y la posible volatilidad, la mayoría de los expertos sugieren que la ventaja relativa del Mercosur radica en su riqueza agrícola y su posición emergente como mediador en las cadenas de suministro globales. Si EE.UU. y China continúan con sus medidas de represalia, las rutas de productos básicos podrían cristalizarse en acuerdos a largo plazo, excluyendo a los productores estadounidenses. El resultado sería una oportunidad duradera y posiblemente transformadora para que el Cono Sur de América Latina eleve su estatura en la arena global.

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Por ahora, los líderes del Mercosur caminan sobre una cuerda floja: deben aprovechar la ventana actual sin alienar a socios comerciales clave ni socavar su propia integración regional. El sentido de urgencia es palpable. A medida que los gobiernos de todo el mundo reaccionan al conflicto comercial en expansión, el Mercosur podría fortalecer su unidad interna, acelerar negociaciones largamente postergadas y diversificar sus lazos comerciales más allá de su zona de confort tradicional. Al hacerlo, se posiciona no solo para resistir la agitación de una guerra comercial global, sino para emerger de ella como un actor más influyente en la configuración del orden económico internacional.

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