ECONOMÍA

Favela golpeada combate el “racismo ambiental” mientras Brasil se prepara para la COP30

A la sombra de una importante cumbre climática de la ONU en Belém, los habitantes de una favela local denuncian el “racismo ambiental” al quedar excluidos de mejoras críticas en infraestructura, lo que revela las profundas desigualdades que persisten incluso en medio del discurso y activismo ambiental global.

Donde la COP30 se encuentra con un siglo de abandono

Mientras Brasil se prepara para albergar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025 (COP30) en pleno corazón de la Amazonía, una pequeña zona de Belém conocida como Vila da Barca se ha convertido en un foco de protesta. Con unos 3.000 habitantes, esta extensa comunidad de palafitos—casas elevadas sobre pilotes de madera sobre el río Guajará—enfrenta un problema que se arrastra desde hace más de un siglo: el abandono extremo por parte del Estado.

A seis meses de la COP30, Belém se apresura a concluir decenas de obras de infraestructura destinadas a enfrentar el mayor desafío logístico de su historia. El gobierno del estado de Pará ha comprometido cerca de 4.500 millones de reales (unos 793 millones de dólares) para mejoras en saneamiento, vialidad y transporte público con el fin de preparar la ciudad para recibir a los delegados climáticos de todo el mundo.

Sin embargo, los residentes de Vila da Barca afirman que han sido nuevamente marginados. Denuncian que una nueva estación de tratamiento de aguas residuales—uno de los proyectos emblemáticos que se están acelerando para atender las necesidades de saneamiento de la ciudad—no brindará servicio a su comunidad. Aún peor, aseguran que los escombros y lodos generados por otra obra relacionada con la COP30 están siendo arrojados directamente en su barrio, exponiéndolos a gases nocivos y partículas en suspensión.

“Nadie se preocupa por nuestras condiciones de vida. Siempre nos prometen cosas que nunca se cumplen”, dice Cleia Carmo, lideresa local y educadora social, en declaraciones a EFE. “Las autoridades no paran de hablarnos de desarrollo y progreso, pero ese progreso parece terminar donde empieza Vila da Barca”.

El alcantarillado ausente y nuevos temores

Pese a existir desde hace más de un siglo, Vila da Barca carece de los servicios más básicos, incluyendo acceso seguro al agua potable y a un sistema de alcantarillado adecuado. Según sus habitantes, cuando vieron los carteles que anunciaban la construcción de una nueva planta de tratamiento de aguas residuales en las cercanías, creyeron que finalmente algo iba a cambiar. En cambio, para su decepción, descubrieron que la estación no incluiría sus viviendas.

“Nos enteramos del proyecto de saneamiento solo por los carteles”, cuenta Carmo. “Fuimos a la Secretaría de Obras para confirmar si nos iba a beneficiar. Ahí fue cuando descubrimos que, aunque las tuberías pasen por nuestra zona, fuimos excluidos”.

Carmo y otros líderes del barrio exigieron explicaciones en una audiencia pública. Según relata, solo recibieron promesas vagas y una descripción técnica del proyecto—sin estudios de impacto detallados ni claridad sobre si Vila da Barca será incluida o cuándo.

Mientras tanto, las obras para el Parque Lineal de Doca—otra iniciativa ligada a la COP30—han generado residuos y lodo. Camiones descargan estos desechos en un terreno dentro de los límites de Vila da Barca, transformando la favela en un vertedero. Gisele Mendes, trabajadora social y colaboradora cercana de Carmo, denuncia esta práctica como otro ejemplo de “racismo ambiental”.

“¿Cómo podemos hablar de proteger el clima y a las comunidades si están tirando residuos de obra en una de las zonas más pobres de Belém?”, se pregunta Mendes en una entrevista con EFE. “Todo ese polvo, el mal olor, los gases… están afectando la salud de la gente. Los niños y los ancianos están desarrollando problemas respiratorios. Es como si fuéramos una zona de sacrificio para embellecer la ciudad”.

Las autoridades municipales y estatales aseguran que el vertedero actual es temporal y que Vila da Barca será incluida en el sistema de saneamiento en el futuro. Pero los vecinos siguen escépticos, citando décadas de promesas incumplidas.

“No tenemos ninguna garantía de que se haga a tiempo para la COP30—o de que se haga en absoluto”, afirma Carmo. “Una vez que termine la cumbre climática, podrían volver a olvidarse de nosotros”.

Viejas promesas, nuevas inversiones y una desconfianza creciente

Desde la perspectiva de los residentes, la urgencia repentina ante la COP30 confirma un patrón más amplio: los gobiernos suelen lanzar grandes proyectos en barrios populares para impresionar a los visitantes internacionales, pero rara vez aseguran su continuidad una vez que se apagan los reflectores.

De hecho, la promesa gubernamental de instalar redes de saneamiento para el 80% de la población de Belém es ambiciosa y responde a una necesidad urgente: casi cuatro quintas partes de la ciudad carecen de servicios adecuados. Pero en Vila da Barca, el optimismo es precavido. Las mareas, tormentas y residuos de construcción no regulados deterioran constantemente las frágiles pasarelas de madera que conectan las casas sobre pilotes.

“Cuando dicen que van a construir caminos o sistemas de alcantarillado, suena bien en los medios”, comenta Carmo. “Pero para nosotros siempre es parcial, incompleto o inexistente. Hemos tenido tantos comienzos fallidos que ya perdimos la cuenta”.

Los activistas locales también subrayan la contradicción de albergar una gran cumbre climática en una región donde comunidades como Vila da Barca enfrentan degradación ambiental a diario. El ingreso per cápita de muchos residentes está muy por debajo del promedio de la ciudad, y los peligros ecológicos agravan aún más sus dificultades. Las crecientes aguas del río amenazan con inundar sus viviendas, mientras que desechos sin tratar de otras partes de la ciudad se vierten directamente en el río Guajará.

“Este es el mismo gobierno que quiere presentar a Belém como un lugar verde y comprometido con la acción climática”, señala Mendes. “Si eso fuera cierto, no deberíamos quedar fuera de esas soluciones verdes. En lugar de eso, estamos respirando el polvo de sus obras al lado de nuestras casas”.

Las autoridades regionales y municipales responden que Vila da Barca sí se beneficiará del nuevo sistema de saneamiento y que el depósito de residuos es una solución provisional por motivos logísticos. Aseguran además que trabajan bajo una intensa presión de tiempo. Con la conferencia a la vuelta de la esquina, deben garantizar que la infraestructura crítica esté lista antes de noviembre, lo que les deja poco margen para consultas comunitarias prolongadas.

Pero para los habitantes de Vila da Barca, el problema va más allá de los tubos de alcantarillado ausentes. Les preocupa que, una vez terminado el evento climático, la atención ganada se disipe. Para muchos, están ante una nueva oleada de promesas que quizás vuelvan a quedar en nada.

“Entendemos que la COP30 es un evento enorme que puede traer visibilidad positiva”, dice Carmo. “Pero si todo el esfuerzo se detiene cuando los delegados hagan las maletas, entonces estaremos de nuevo en el punto de partida”.

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Por ahora, el ruido de los camiones de construcción es la banda sonora diaria de Vila da Barca. Las viejas tablas de madera crujen bajo el peso de la maquinaria pesada, y los residentes caminan entre el barro mientras se acerca la reunión ambiental más importante de la Amazonía. El lema de la COP30 puede prometer inclusión, sostenibilidad y responsabilidad ecológica. Pero, en el laberinto de palafitos y pasarelas improvisadas a lo largo del río Guajará, la gente se prepara para seguir luchando contra el racismo ambiental—mucho después de que se apaguen las luces de la conferencia climática.

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